¿Para qué sirven los filosófos en un momento así?

¿Para qué sirven los filosófos en un momento así?

"En medio de una crisis como la actual, servimos para pensar, hablar y criticar, lo cual no es poca cosa, aunque aparentemente cualquiera esté en capacidad de hacerlo"

Por: Robert Corpus Sanzo
mayo 11, 2020
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¿Para qué sirven los filosófos en un momento así?
Foto: Pixabay

Soy profesor de filosofía desde hace nueve años. Después de que en nuestro país se decretara la cuarentena, mientras en los noticieros se sucedían sin parar apocalípticos reportajes sobre oleadas de muertos en el mundo entero y nos acostumbrábamos a ver proliferar por todas partes a médicos, enfermeras, epidemiólogos, virólogos, economistas, ingenieros de sistemas especialistas en estadísticas, agricultores y camioneros, un interrogante empezó a inquietarme: ¿cuál es mi papel en esta crisis como profesional en filosofía?

No es extraño que me hiciese una pregunta como la expuesta anteriormente, ya que para muchos es sabido que tradicionalmente esta disciplina a la que me dedico ha sido calificada como algo que “no sirve para nada”. Por tanto, me di a la tarea de indagar, intentando resolver la cuestión de cómo redescubrir la importancia de la filosofía en estos momentos en los que otros oficios parecieran ser más importantes.

Para empezar, reconozco que —aunque puede sonar trillado— en medio de una crisis como la del coronavirus los filósofos servimos para pensar, hablar y criticar, lo cual no es poca cosa, aunque aparentemente cualquier individuo esté en la capacidad de hacerlo. Para explicar lo anterior vamos a tomar como referencia el campo de la medicina.

Básicamente no hace falta ser un experto para darse cuenta de que en estos momentos cualquier persona está en la capacidad de proponer todo tipo de medicamentos y ungüentos, y de incluso lograr ciertos resultados exitosos en casos muy excepcionales, pero lo verídico es que solo los médicos son los verdaderos profesionales en esta labor. Dicho de otra forma, por más que queramos no podemos negar que aunque existe una “medicina popular”, basada en conjeturas sin fundamento, a la vez hay una medicina profesional, empíricamente soportada que no puede ser ejercida por cualquier individuo sin la debida preparación.

Así, al igual que sucede con la medicina, en el caso de la filosofía, en estos momentos cualquier persona está en la capacidad de hablar en torno a problemas éticos, políticos o epistemológicos relacionados con el coronavirus, pero eso no quiere decir que lo haga de manera correcta. En muchos de estos casos, en vez de filósofos, puede que se trate más bien de ciudadanos incautos o de auténticos charlatanes.

Siendo así las cosas, una de las razones por las cuales la filosofía es importante en estos tiempos no es solo porque en determinados momentos puede evitar que la gente “haga el ridículo”(Casado, 2015) sino también porque puede servir para algo que es tan vital como mantener nuestra salud física como lo es nuestra salud mental; gracias a la filosofía las personas pueden llegar a despejar dudas, destapando cañerías —como diría Mary Midgley—, evitando así caer en el fango de creencias absurdas.

De modo que aunque podría hablarse de una filosofía popular, así como se puede hablar de cierta “medicina popular”, lo cierto es que la filosofía no es una labor que se pueda ejercer indiscriminadamente. Así como no todo el que patea una pelota puede ser considerado o considerarse a sí mismo futbolista y no todo el que colorea puede calificarse de pintor, tampoco todo el que critica y se pone de pie a hablar en una plaza, por la televisión o por las redes sociales puede ser considerado un filósofo. La filosofía es más bien una tarea sistemática y ardua que requiere de una cuidadosa preparación; no cualquiera puede filosofar de forma rigurosa.

Llegados a este punto, es importante enfatizar que la filosofía sigue siendo tan vital en una crisis como la del coronavirus sencillamente porque sirve para desarrollar nuestra capacidad crítica, que es algo que en las manos de gente preparada y honesta puede hacer mucho beneficio, pero que ejercida por personas inescrupulosas nos puede conducir a una debacle.

Si la filosofía no fuera importante, si no fuera difícil e inclusive peligrosa, no habrían lugares especializados en su enseñanza, simplemente todo el mundo la ejercería sin ninguna complicación, así como todo el mundo escribiría El Quijote o Crimen y castigo, creyendo que escribir una gran novela es fácil porque se sabe escribir, sin necesidad de entender ni una pizca de cómo funciona el lenguaje. Pensar que filosofar —como lo proponía Kant— es fácil solamente porque se conocen algunas formas rudimentarias de argumentación y razonamiento es tan ilusorio* como creer que desarrollar sofisticadas obras literarias es pan comido, sólo porque se sabe escribir unas cuantas frases con sentido.

Pero entiéndase bien, aquí no estoy planteando que la filosofía sea más importante que la medicina o que desinfectar las calles o cultivar alimentos. Determinar la posición de la filosofía en medio de otros saberes y oficios no es un asunto de jerarquías ni tampoco de utilidad, ya que a efectos materiales lo más útil e inmediato ahora es curar, limpiar y cultivar. En efecto, “la filosofía se vindica y se hace vindicar, no a la manera de eliminación de lo otro, sino desde sí misma” (Bello, 2020). La filosofía no es importante por descartar otras carreras.

Por lo tanto, resolver el problema de la importancia de la filosofía respecto de otras disciplinas tiene que ver más bien con una cuestión de grados y escalas, lo cual es muy distinto. La filosofía es importante no con respecto a la medicina o la ingeniería sino con respecto a una escala que no se puede medir del mismo modo en el que se miden las disciplinas fácticas.

Finalmente, se puede concluir que es por todo lo anterior que en estos momentos los filósofos profesionales menos nos podemos quedar callados, sumiéndonos en algún tipo de crisis existencial por hablar sobre cosas que a los ojos de muchos se ven como inútiles, dejando con ello la vía libre para que otros hagan un mal uso de la palabra. No podemos dejarle todo el trabajo de la crítica al ciudadano de a pie porque sencillamente este, por muy buenas intenciones que tenga, no siempre lo puede hacer bien, es una responsabilidad que tenemos que asumir nosotros.

En una crisis como la del coronavirus, o en cualquier otra, los filósofos profesionales estamos en la obligación de seguir metidos en el campo de batalla demostrando lo que somos, debatiendo, señalando errores, destapando verdades, haciendo frente a los desafíos que nos está planteando esta situación porque la filosofía en esencia es un campo de confrontación de ideas.

Referencias

* Consultar Crítica de la razón literaria del teórico y profesor Jesús G. Maestro.

Madrid Casado, Carlos M. (2015). El papel de la filosofía en el bachillerato. El catoblepas: revista crítica del presente.

Bello López, Laura Nataly (2020). Por la vindicación de la filosofía en Colombia en tiempos de pandemia. Las2Orillas.

Midgley Mary . (2002). Delfines, sexo y utopías. Doce ensayos para sacar la filosofía a la calle. Fondo De Cultura Económica (FCE): México.

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