¿Para qué los Derechos Humanos?

¿Para qué los Derechos Humanos?

"Los Derechos Humanos no solo deben ser conocidos sino conquistados"

Por: John Fernando Restrepo Tamayo
junio 04, 2015
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¿Para qué los Derechos Humanos?
Imagen Nota Ciudadana

Entre broma y burla muchos colegas abogados me preguntan: ¿Para qué los Derechos Humanos? A esta altura de mi vida esa pregunta es solo eso: una broma. Porque bien sea por ignorancia o por prejuicio todos hablamos de Derechos Humanos pero qué poco advertimos de su importancia, de su necesidad o de su utilidad.

Esta columna es una respuesta abierta a esa pregunta. ¿Qué son y para qué sirven los Derechos Humanos? Los Derechos Humanos son atributos que requiere un sujeto para relacionarse consigo mismo y con los demás. Con esta definición decimos que los Derechos Humanos se explican en una doble dirección: individual y social. Son Derechos Humanos individuales aquellos que representan y encarnan lo que soy y la forma en que me presento y me reconozco ante el mundo. Son Derechos Humanos de naturaleza colectiva aquellos que me posibilitan comunicarme con los demás en el plano político, social, cultural, laboral, económico o ambiental. En la enorme lista de Derechos Humanos podemos decir que existen algunos que se nos presentan como límite de intervención de terceros y otros como demanda a terceros.

Los Derechos Humanos como límite tienen una naturaleza de no intromisión. Lo que yo soy, en lo que creo, lo que hago, lo que como, lo que estudio, la familia que deseo conformar y cómo quiera vivir y hasta cuándo, depende exclusivamente de mí. Nadie tiene derecho a decir qué es lo bueno, qué es lo mejor o qué es lo que más me conviene. Nadie tiene derecho a intervenir, así tenga buenas intenciones. Estos son los derechos que reivindica la filosofía política liberal. Algunos de ellos son: intimidad, libre desarrollo de la personalidad, libertad religiosa, libertad de culto, libertad de conciencia, propiedad privada y libertad de oficio. Los Derechos Humanos como demanda son aquellos que se perfeccionan cuando el Estado, por excelencia, interviene porque tienen una naturaleza prestacional. Algunos de ellos son: salud, educación, vivienda, recreación, cultura, saneamiento, servicios públicos domiciliarios, debido proceso, sufragio y financiación de partidos políticos.

Ahora bien ¿Para qué sirven los Derechos Humanos? Para promover la contracultura. Por eso es que al establecimiento le estremece que se hable de Derechos Humanos. Los Derechos Humanos que una sociedad decide tomarse en serio son una bomba de tiempo porque cuestiona los pilares de todas las instituciones. Pilares que han preferido la autoridad y el orden sobre la libertad. Pilares que estimulan la idea de perfección y de belleza según lo que establece el poder de turno. Pilares que promueven la castración cultural. Pilares que justifican tratos desiguales, racistas, arbitrarios, dogmáticos, clasistas, machistas, impuestos bien sea por la legitimidad del paso del tiempo, por el miedo o por la violencia.

Los Derechos Humanos piden, exigen y reclaman sociedad más plural, más libre, más autónoma, más independiente y tolerante en el orden individual. Pero de manera simultánea, y sin que ello represente una contradicción, también reclaman de otros Derechos Humanos mayor intervención estatal para atender asuntos que faciliten un mínimo de condiciones dignas para todos sin excepción. En sentido kantiano los Derechos Humanos y sus reivindicaciones se acercan a esa noción de mayoría de edad, donde cada quien se atreva a pensar por sí mismo. Y cuando se piensa se denuncia. Cuando se piensa ya los dogmas no tienen lugar. Dogmas que pudieron sostener una tradición a lo largo del tiempo. Dogmas que no permiten el pluralismo, la diferencia o la horizontalidad. Los Derechos Humanos sirven para poner en evidencia que vivimos es una sociedad donde la igualdad entre hombres y mujeres; negros y blancos, pobres y ricos NO es verdad. Esa evidencia justifica tanto su necesidad como su comprensión. Y no solo eso. Los Derechos Humanos no solo deben ser conocidos sino conquistados. Aceptamos que conocerlos es un buen paso pero no suficiente. El camino por su reivindicación cada vez cobra más vigencia. Así los pilares tradicionales se vengan abajo. Pues de venirse abajo significa que la lucha ha valido la pena y que ser promotor de los Derechos Humanos no es solo una moda o un negocio sino un acto coherente cuando la búsqueda de la equidad se hace bandera y razón de ser.

John Fernando Restrepo Tamayo
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