Para atreverse a amar y no morir en el intento (II)
Opinión

Para atreverse a amar y no morir en el intento (II)

Por:
abril 14, 2015
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Varias lectoras y lectores me han reclamado que quedé con una deuda acerca de las pistas que pueden surgir en el camino de intentar construir amores más cercanos al eros y al goce, que a la tragedia.

De ahí partimos: de la creencia de que el amor es un sentimiento aprendido en determinado contexto, que no es algo universal y neutro. En nuestro caso, hemos aprendido un tipo de amor, el llamado amor romántico, que es en realidad un amor patriarcal (practicado y enseñado a y por hombres y mujeres) que se basa en una noción de incompletud, de propiedad, de exclusividad y de sufrimientos y renuncias.

Sin embargo, no es la única manera como se organiza, normatiza y enseña el amor y el placer. En el mundo ha habido y hay múltiples maneras de entender las relaciones entre las personas y la circulación del deseo entre ellas. Aquí hay un interesante rastreo de seis prácticas culturales diversas, en diferentes contextos

¿Extrañas? ¿Exóticas? ¿Pueden ustedes imaginarse cómo verá una persona de esos lugares nuestra extraña forma de amar que puede llegar a la anulación, el suicidio y el homicidio?

¿Y qué tal estas otras costumbres, en culturas no patriarcales?

Nuestra experiencia ha sido repetida durante tantas generaciones, que creemos que es “natural” y la única forma de sentir, pensar y actuar. Pero hay tantas otras posibilidades aquí, en este mismo planeta y ahora, en este mismo tiempo, que nos toca reconocer que en realidad toda cultura es susceptible de cuestionamientos, de interrogantes, de cambios. Como dice Carlos Eduardo Martínez: “Si una cultura se aleja del cuidado y pervivencia de la vida, sus únicos caminos son el cambio o la autodestrucción”.

Entonces, sabiendo que la experiencia amorosa que circula entre nuestra cultura y nuestra sociedad no es la única, pero sí la que nos atraviesa la vida, la que nos hace sentir importantes, personas deseadas y deseantes, vinculadas, vivas… nos atrevemos a inventarnos caminos de fuga para que el amor en nuestras vidas no siga siendo un mortal peligro.

Aunque ya lo hemos mencionado mucho, hay que reiterar la primera pista, que es inventarnos el amor propio, en una sociedad que nos ha enseñado a no querernos, reconocernos ni valorarnos por lo que somos, sino a poner nuestro valor afuera: en la capacidad de hacernos amar, reconocer o peor, en la capacidad de acumular bienes para ser valoradas y valorados. El amor propio y la autoestima no son un camino a reforzar el individualismo. Por el contrario, individuos plenos y autorrealizados, llegan con unas dotaciones iniciales maravillosas al encuentro con los y las otras y con los colectivos a los que decidan pertenecer.

La prueba de fuego de nuestro amor propio, es cuando empezamos a disfrutar, comprender y celebrar nuestra soledad. Cuando me siento suficiente, no me relaciono desde la carencia, no busco enfermizamente que otro u otra me llene mis vacíos, ni satisfaga mis necesidades. Cuando estoy a gusto con mi compañía y mi soledad, la compañía de otra persona siempre es ganancia, la puedo valorar sin desespero. No es una tabla de náufrago, sino un plus para mi vida. Y por lo tanto, sé que no me voy a morir sin la otra persona. Aquí les quiero dedicar a las amigas como banda sonora a Bebe, la cantante canaria.

Y a los amigos, en tono mamagallista al Cuarteto de Nos:

Esta primera pista nos lleva a la segunda de modo fluido: bajarle la expectativa a la pareja. Hay una sobrevaloración de la pareja, una idealización, una poetización, que distorsiona y presiona y hace que como dice mi amiga Yanetas, mujeres y hombres “nos peguemos de una primaria” o aguantemos las relaciones más disparejas, más insatisfactorias, más masoquistas…. ¡pero tenemos pareja! Un amigo confesaba hace tiempo que se aguantaba una relación de gran maltrato psicológico y falta de intimidad, para no quedarse solo un domingo por la tarde. Su compañera, consciente de esto, lo manipulaba, amenazándolo con irse los domingos y así lograba que su pareja hiciera entre semana cosas que nunca haría sin este miedo irracional a la soledad del domingo.

Este juego de transacciones y renuncias, es lastimosamente en lo que terminan convertidas muchas parejas que empiezan como “complemento”. La fuga es evidente: tener una vida propia. Las mejores parejas que conozco y que he tenido, no renuncian a sus espacios propios, no se fusionan. Cada uno discurre al lado del otro, es testigo y compañía para sus propósitos, pero no está en todos los espacios de la vida. Hay transacciones, pero de otro tipo. Hay conveniencias, hay “ganancias”, sin caer en el cálculo mercantil. Al desidealizar la pareja y saber que no llenará mi vida, no colmará mis expectativas ni mis carencias, es también posible ver sus defectos sin una mirada catastrófica e incluso, reconocer que se terminó un ciclo y hay que separase, aunque duela.  Aquí les dedico esta canción de Liliana Felipe, para ayudarnos en este trance de desidealizar el amor como lo conocemos:

La tercera pista es bastante coherente con las anteriores. Se trata de descentrar el amor. Si comprendo que es el otro y la otra quien me humaniza, me ayuda a reconocerme, me acompaña, me ayuda a soportar la vida y sus contradicciones, pues dejo de ponerle este inmenso peso a un solo otro u otra y me permito pensar que tal vez esa “alma gemela”, “media naranja” o “complemento ideal”, puede ser una buena parte de la humanidad, representado en hombres y mujeres. Algunas personas con quienes comparto aficiones,  otras con las que es delicioso conversar, otras que cocinan como a mí me gusta, otras que avivan pasiones, otras que son maestras en lo fundamental. Otras para acompañar las penas. En fin, declararnos en estado de Poliamor y ensayar, besar uno y otro sapo o sapa, sin esperar que se conviertan en príncipes encantados, sino con la certeza de la compañía, siempre contradictoria y defectuosa de que son simplemente humanos y humanas, como yo. Aquí les dejo a Ana Belén, que nos recuerda que nunca nos enseñaron esto tan difícil y por eso es nuestra tarea el aprendizaje.

Con poliamor, @normaluber

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