El papa se fue de Colombia sin haber conocido Chocó

El papa se fue de Colombia sin haber conocido Chocó

"Quizás no vino porque escasamente se congregarían 200.000 personas, todas muy humildes, quizás con niños descalzos incluidos"

Por: REYNALDO MORENO MAZUERA
septiembre 11, 2017
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El papa se fue de Colombia sin haber conocido Chocó
Foto: Carlos Julio Martínez / SEMANA

Estuvo el papa Francisco en Colombia y no conoció al Chocó. No vio las amplias y verdes montañas plagadas de selvas exuberantes y animales exóticos, con la mayor biodiversidad del planeta. No vio al majestuoso río Atrato, el único río en Colombia considerado un ser vivo por excelencia, enorme vital y con derechos; se limitó a ver el río Bogotá, el Medellín, todos contaminados y muertos sin vida alguna. Tampoco vio a la población chocoana, llena de incertidumbre, sueños y miedos aferrados a una fe, en la que su mayor representante en la tierra no se digna mirarlos. El papa Francisco no conoció la Villa de Asís, San Francisco de Quibdó, como dicen que se llama la capital. No conoció las fiestas de San Francisco de Asís, el hospital San Francisco de Asís. En otras palabras, el papa francisco no conoció Chocó, el departamento en Colombia donde más engrandecen su nombre.

Desde el año 2016 se insinuó la posibilidad que el sumo pontífice jesuita visitara el Chocó para que conociera de primera mano, en vivo y en directo, las condiciones en las que viven la mayoría de sus habitantes. También, para que por lo menos los incluyera en sus oraciones y los acercara un poco más a Dios. Incluso se estuvieron analizando escenarios por parte de personas vinculadas a la iglesia y al parecer las condiciones no estaban dadas para tan magno evento. En principio, quizás, el clima no le sentaba a la caravana papal y mucho menos al papa. Quizás una de las razones principales fuera que al Chocó no llegan los aviones de Alitalia o Avianca, los cuales sí llegan a Bogotá, Medellín, Villavicencio y Cartagena, ciudades con las condiciones topográficas adecuadas para que allí se posara el avión papal. Quizás no vino porque escasamente se congregarían 200.000 personas, todas muy humildes, quizás con niños descalzos incluidos, los cuales no registrarían bien en las tomas de televisión la visita ante los millones de televidentes en el planeta. Quizás al gobierno colombiano no le convenía mostrar el departamento más atrasado y pobre del país y entonces los millones de televidentes en el planeta creerían que Colombia es el Chocó y así se afectarían los impulsos turísticos de Procolombia, el Ministerio de Comercio y otras dependencias, y entonces todos sabrían que Colombia es más que droga y guerrilla y el proceso de paz, es también pobreza extrema. O quizás, simplemente, no habría calles para el papamóvil, no habría pista para el avión papal, no habría donde hacer una misa digna, no habría alojamiento digno para el papa y su comitiva, no habría, no habría, no habría…

Las razones solo las conocerán el papa, su séquito más cercano, el gobierno colombiano y los que manejan su agenda. Y fueren cuales fueren ellas, el papa confirma nuevamente que su verbo no está preñado de la vitalidad, amor, humildad y esperanza, que es el mensaje de Cristo, del Cristo negro roto y despedazado de Bojayá, del Cristo que ve saltar por los aires a los hijos de Dios y queda salpicado de su sangre, de su miedo y de su horror. Su mensaje es el mismo de Paulo Coelho, de los oradores motivacionales, lleno de frases del budismo, del cristianismo, de la pampa argentina, inclusive frases dignas de la nueva era, “entre papeles y sueños de aire acondicionado”, como dice Rubén Blades en su canción del padre Antonio y su monaguillo Andrés, canción hecha en homenaje a monseñor Arnulfo Romero, el obispo salvadoreño que habló claro y de frente a la violencia de su tierra y murió acribillado por ello.

Se va el papa de Colombia sin haber conocido el Chocó. De este departamento habrá visto quizás al alcalde de Quibdó y al gobernador del Chocó y se habrá imaginado que todos los que aquí vivimos vestimos, olemos y hablamos como ellos. Quizás solo vio al Cristo negro de Bojayá como una más de las tantas estatuas que habrá bendecido en su vida, y se habrá ido con la satisfacción del deber cumplido, quizás creyendo que Colombia es toda como Bogotá, Medellín o Cartagena y que el alcalde de Quibdó y el gobernador del Chocó representan al departamento del Chocó y registran mejor en las tomas de televisión que aquellos que los eligieron.

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