Palabras pendientes: ¡Gracias Nicanor!

Palabras pendientes: ¡Gracias Nicanor!

El gran ser humano detrás del lider empresarial

Por: Natalia Orozco
marzo 16, 2015
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Palabras pendientes: ¡Gracias Nicanor!

Hay pocas personas, momentos y encuentros que lo marcan a uno para siempre. Usted fue definitivamente uno de ellos.

Esta mañana, me sorprendió  la forma como me conmovió la noticia de su partida. Quizás,  porque desde que  regresé a Colombia quise muchas veces llamarlo para decirle los valioso que 15 años atrás,  en un momento determinante de mi vida, fue  su voto de confianza, que me posibilitó  presentarme a una beca y hacer mis estudios en Francia. Pero supe (y lamenté)  que estaba enfrentado retos de salud y decidí, quizás equivocadamente, no importunarlo.

Si otra vida existe, Nicanor (sin “doctor” porque así me pedía usted  lo llamara)  ojalá le lleguen estas letras que son sólo  son un “gracias” pendiente por todo lo que sin saberlo, me inspiraron las inolvidables conversaciones que tuvimos sobre los temas académicos en los que teníamos convergencia, las reflexiones sobre la paz en Colombia y los pensamientos  sobre “la vida”.   Nunca le dije cuanto me marcaron algunas de las palabras críticas y lúcidas que expresó sobre el poder y la política.

Un verano que coincidimos en Paris le pregunté, así como si nada,  porque no había buscado la Jefatura de Estado.  Entre risas,  me respondió  que no dudaba que el presidente de entonces, Alvaro Uribe, así como muchos de sus predecesores respondían desde chiquitos “presidente” cuando les preguntaba que querían ser cuando grandes. Que Usted, por el contrario, como un niño corriente decía “bombero”.

Fue su manera de decirme que el poder, nunca fue su obsesión. Quizás como los bomberos lo que Usted quería era ayudar. Pero tuvo poder, todos lo sabemos, y lo utilizó para construir una cultura empresarial de particular respeto al otro, cultura que hoy sigue presente dentro del Grupo Antioqueño.  Lo utilizó para consolidar la herencia de Jorge Molina Moreno, Don Guti y  algunos otros empresarios,  para que la dinámica económica de Antioquia se desarrollara comprometida con el apoyo a lo  social y lo cultural.

Utilizó esa influencia para acompañar los esfuerzos de paz que emprendieron mandatarios, porque su mirada crítica al rol del empresariado y de las elites colombianas en la violencia y la injustica que azota Colombia,  solo podría nutrir una discusión necesaria y urgente en el País.

Recuerdo también, que esa tarde prefirió cambiar de tema y hablarme extensamente de sus nietos. De cuanto los disfrutaba y cuanto eran importantes en su vida. De cómo cambiaban los intereses con el paso de los años y como se abrían nuevas y diferentes perspectivas.

Recuerdo que otro día, abusando de la amistad que me había brindado, le pregunté si me permitiría hacer un perfil para alguno de los medios para los que yo escribía. Su respuesta es que “ya era un Sr. jubilado y que lo que tenía para decir no tendría  mucha importancia para la gente”.  A cambio, me invitó a tomar “otro cafecito” en Saint German des Pres y me contaría, “no para la prensa”, como iba con sus tesis.

Otro día, a la salida del metro, lo vi llegar en bicicleta, con una mochilita negra y unos tenis que me sorprendieron por lo blanco. Usted estaba feliz! Cumpliendo un sueño que de juventud no había tenido la oportunidad de hacer realidad, estudiando en Francia y viviendo, con su esposa una vida de serenidad, simpleza  y de búsqueda de conocimiento.  Que lección Nicanor!! No había nada que decir.  La coherencia que había logrado entre su discurso y su forma de vida, era más constructiva y más pedagógica que cualquier conferencia que pudiera dar.

Me dio risa que al entrar al café, lleno de estudiantes, usted saludó a sus jóvenes compañeros en francés y simplemente parecía uno mas de ellos. Esa tarde, me invitó a un último té en su apartamento de no más de 40 metros cuadros,  donde saludé a sus esposa, Clara Cecilia,  y tuve el gusto de reencontrar a su gran amigo Juan Sebastián Betancur.

Usted nos enseñó sobre la sencillez y la integridad con sus palabra pero sobre todo con su ejemplo.  Quizás de ahí este vacío, esta tristeza extraña.

Hoy le dije entre lágrimas a mi amiga y colega María Elvira Bonilla que lamentaba no haberle dicho gracias a tiempo. Su respuesta fue que el mejor tributo que podríamos hacerle era seguir trabajando por la paz.  Por este país reconciliado que Usted ya no verá pero que seguirá como un faro iluminando, desde donde quiera que esté.

 

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