Pablito, el más duro de los comandantes del ELN que a sangre y fuego se tomó el Catatumbo

Pablito, el más duro de los comandantes del ELN que a sangre y fuego se tomó el Catatumbo

Un paisa con 40 años de militancia rearmó al ELN desde Arauca, en su plan de tomarse la frontera con Venezuela, mientras sus jefes negociaban la paz en Cuba

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enero 22, 2025
Pablito, el más duro de los comandantes del ELN que a sangre y fuego se tomó el Catatumbo

Alias Pablito es uno de los hombres a quien más le temen en nororiente del país. El poder que ha recogido a lo largo de 40 años dentro de la guerrilla del ELN, que lo ha llevado a ser el tercero al mando de esta guerrilla y el comandante del sangriento frente de Guerra Oriental, que estaría detrás de los asesinatos de civiles y la masiva salida de campesinos de sus parcelas en el Catatumbo, donde hay un violento enfrentamiento entre el ELN y las disidencias de las Farc, al mando de alias Calarcá.

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Pablito encarna la contradicción entre el discurso revolucionario del guerrillero y la brutalidad del conflicto. Gustavo Aníbal Giraldo Quinchía, alias Pablito, nacido entre los paisajes duros San Carlos en Antioquia, es uno de los más peligrosos guerrilleros con un inmenso poder militar y económico, que le han dejado las extorsiones y el manejo de rutas de narcotráfico en los departamentos de Arauca, Santander y Norte de Santander, principalmente.

En su juventud, Pablito no fue el campesino que miraba desde la sombra. Con apenas 20 años tomó el fusil como raso en la Compañía Simacota desde donde empezó a marcar un destino que lo llevaría a la comandancia de la estructura más radical y rica del grupo insurgente, el Frente Domingo Laín del ELN, que ha sido desde siempre el poderoso brazo armado del discurso de esta guerrilla, luego se hizo jefe del Frente de Guerra Oriental, Pablito a donde su nombre empezó a convertirse en leyenda, porque convirtió aquel frente en poderoso, temerario y millonario con las extorsiones, ataques al oleoducto Caño Limón-Coveñas, y asesinatos emblemáticos como el de monseñor Jesús Emilio Jaramillo, cuya voz contra el ELN fue silenciada en una carretera en Fortul, Arauca. Los crímenes, narrados con detalles escalofriantes, pintan un cuadro de un hombre que mezcla la estrategia militar con una violenta crueldad.

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Cuando el Ejército colombiano lo capturó en 2008 en Bogotá, su caída fue anunciada como un golpe más grande dado al ELN. En ese momento el entonces general Mario Montoya, comandante del Ejército, aseguró que habían quebrado la columna vertebral del Frente Oriental del ELN. Pero alias Pablito era hueso duro. Lo enviaron a la cárcel de máxima seguridad de Cómbita, Boyacá, pero en octubre de 2009, en un operativo cinematográfico escapó de una cárcel en Arauca a donde fue sospechosamente trasladado para una diligencia judicial. Desde entonces Pablito desapareció del mapa de las autoridades. Su huida alimentó el mito y solidificó su control.

Su brutal actuar ha dejado esquirlas que le duelen al país. El atentado con carro bomba en la Escuela de Cadetes General Santander, en 2019, que dejó 21 muertos, tiene su firma. Fue atentando con una mezcla de cálculo militar y desprecio absoluto por la vida que rompió el intento de paz con el ELN estaba adelantando el gobierno de Iván Duque.

De Arauca al Catatumbo: la expansión del terror

Hoy, el rastro de Pablito cruza fronteras y regiones. Vive, dicen las fuentes de inteligencia, en el estado Apure, Venezuela, un refugio estratégico desde donde comanda la ofensiva del Frente de Guerra Oriental. Pero su influencia no se limita a Arauca: el Catatumbo, una región donde confluyen coca, armas y sangre, es el nuevo escenario de su guerra.

En esa zona, su estructura desplazó guerrilleros para reforzar al Frente de Guerra Nororiental, dirigido por alias Alfredo. Allí han ejecutado y desplazado a civiles, dejando al menos 80 muertos en una ola de terror que se expande en Norte de Santander como mancha de aceite sin control.

Alias Pablito: un liderazgo incómodo y poderoso

Aunque oficialmente ocupa el tercer lugar en el Comando Central del ELN, muchos lo ven como el verdadero líder. Para el Ejército colombiano, Pablito es el equivalente del Mono Jojoy en las FARC: el estratega militar, el hombre del fusil, el líder de la facción más rica y poderosa de la guerrilla. Su poder y radicalidad dentro del ELN, ha distanciado de los intentos de negociación de esta guerrilla con el Estado. Pablito representa el ala del ELN que no ve en las mesas de diálogo una solución, sino una estrategia para ganar tiempo y mayor control territorial. Su inclusión en el COCE fue un movimiento táctico para mantener la cohesión del grupo, pero detrás de las apariencias, el Frente de Guerra Oriental sigue su propia agenda.

Mientras el gobierno de Gustavo Petro ha buscado un diálogo dentro de su proyecto de Paz Total, que ha sido esquiva, figuras como Pablito se convierten en la insignia de que la guerra que no tiene fin.

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