Otra visión de Antonio Caballero
Opinión

Otra visión de Antonio Caballero

Más que de izquierda ea un conservador anarquista: detestaba la autoridad, los chafarotes, los mercachifles de la política, a Petro y la farsa del Pacto Histórico

Por:
octubre 03, 2021
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Son varios los formadores de opinión que han escrito sobre el periodista recién fallecido, Antonio Caballero. Muy buena parte de estos apologetas son voceros de la izquierda (en muchos casos de la extrema izquierda) que consideraban a Caballero un camarada, un mamerto, uno de los suyos. ¡No comparto esa opinión! Más que de izquierda Caballero era un conservador anarquista: detestaba la autoridad, a los chafarotes, a los déspotas y a los mercachifles de la política, indistintamente de su ideología.

Culturalmente poca atención le prestaba a la literatura contemporánea colombiana: le apasionaba era la literatura europea de la preguerra. En política enfocaba su interés más en la Revolución Francesa y en Bizancio que en los avatares del Tercer Mundo. Caballero, al contrario de lo que afirman ciertos propagandistas ignorantes, nunca fue un exiliado. Su estadía en Europa, principalmente en España, fue voluntaria. Adoraba los toros y la tauromaquia. En la revista Cambio 16 su íntimo amigo Juan Tomás de Salas, que lo admiraba y conocía la prosa ácida y en ocasiones viperina de Antonio, le prohibió escribir en su revista sobre política española. El Antonio Caballero que yo conocí coincide mucho más con las respuestas que él mismo dio en una excelente entrevista de Felipe Restrepo Pombo publicada en El Tiempo hace unas semanas. Cuando el entrevistador le pregunta al periodista ¿si conoce qué ha pasado con la literatura colombiana desde la década de los setenta?, Caballero contesta: “Después de la publicación de la novela (Sin remedio) sí he leído algunas obras contemporáneas, pero muy pocas. He leído algunas de Moreno Durán, de Óscar Collazos, y tal vez la primera novela de Tomás González, Primero estaba el mar. Pero en la época en que escribí la novela, no leía literatura colombiana para nada.” Muchos escritores contemporáneos colombianos, algunos que sinceramente se sienten al borde de recibir el Nobel, son tan mediocres que no se dan cuenta que a Caballero sus libros le importaban “muy poco”, por no decir nada.

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“El ´Pacto Histórico´de Petro, que suena tan estruendosamente revolucionario, es simplemente un revoltijo politiquero y electorero"

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Caballero tambien detestaba a Petro y a la farsa del “Pacto Histórico.” En una de sus reciente columnas en “Los Danieles”, Caballero afirmaba: “El "Pacto Histórico" de Petro, que suena tan estruendosamente revolucionario, es simplemente un revoltijo politiquero y electorero: una mezcolanza de lo que queda del Polo Democrático, el Mais indígena, los restos de la Unión Patriótica, y la Colombia Humana de Petro. Más un par de saltimbanquis oportunistas, Roy Barreras y Armando Benedetti, tránsfugas de cuatro o cinco partidos distintos, tanto de derecha como de izquierda. Y qué hábil titulador, eso sí. "Colombia Humana" es el nombre de su grupo, o de su coalición del impresionantemente llamado "Pacto Histórico", con mayúsculas. ¿Y quién se va a atrever a estar públicamente en desacuerdo con la Humanidad? ¿O con la Historia? Y la suya no es política de izquierda ni de derecha, que según él ya no existen, sino "de la vida contra la muerte". ¿Y quién va a estar en favor de la muerte? Ni siquiera lo han estado abiertamente, públicamente, los dos más desvergonzados utilizadores de la muerte para la política del siglo veinte, Adolf Hitler desde la derecha y José Stalin desde la izquierda. Yo mismo estoy de acuerdo con los abrumadores y solemnes títulos que les pone Gustavo Petro a sus propuestas políticas: Humanidad, Historia, Vida contra la Muerte. Pero no se los creo. Creo que son solamente el disfraz de sus ambiciones personales. Ya lo he escrito varias veces: Petro es un mentiroso.”

De los “elenos’ tenía un pésimo concepto: “¿Cree de veras el ELN que sus cinco décadas de andar echando tiritos (Gabino tiene hoy 65 años) han servido para promover en algo, no digamos ya la Revolución, palabra mayor, sino el avance de la justicia en esta sociedad en cuyo nombre dice actuar? Los muertos podían tener algún sentido, podían ser entendidos como un medio para un fin, cuando el ELN creía posible la toma del poder por las armas y la revolución consiguiente. Pero si ya no cree en ellas –pues si creyera no estaría diciendo que quiere negociar la paz– ¿a qué vienen más muertos y más muertos? Creo que el ELN no quiere negociar la paz. Pero creo que tampoco sabe lo que quiere.”

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