¿Orientación sexual un prerrequisito laboral?
Opinión

¿Orientación sexual un prerrequisito laboral?

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septiembre 02, 2014
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Lo que le faltaba a la sociedad colombiana; ahora resulta que la competencia profesional está concentrada en la población heterosexual y por esa razón, la población LGBTI no debe asumir posiciones de liderazgo. ¿Qué tal? Solo esa mirada retrograda explica la pregunta que se le hizo a Cecilia Álvarez Correa, toda una ministra de Estado, que ha demostrado con creces su gran capacidad, y sin duda, una de las mujeres más valiosas del país. Al escuchar la entrevista deseé de corazón que Cecilia insistiera en lo inusual de la pregunta sobre su relación de pareja con Gina Parody, hoy ministra de Educación, y se negara a contestar un cuestionamiento tan personal y fuera de tono. Su respuesta fue acorde con lo que ella es: frentera, clara sobre su vida, y sin nada que esconder o negar. Para los que vivimos en el siglo XXI, Cecilia y Gina son ante todo, dos mujeres que brillan por sus calidades humanas y por su excelencia profesional. Los que las conocemos, sabemos no solo de su talante sino de su compromiso con el país.

Como era de esperarse, las reacciones a esa entrevista no se demoraron en llegar, pero desafortunadamente, no fueron precisamente las de una sociedad moderna sino las de una que aún vive en el siglo pasado, pacata a morir, y en donde inclusive una gran cantidad de gente joven es más misógina y homofóbica que las viejas generaciones. Sorprende por ejemplo, que David Barguil, muy joven y nuevo jefe del Conservatismo saliera a decir que su tarea es defender a la familia, entendida como el papá que trabaja, la mamá que cocina y unos hijos bajo la tutela casi exclusiva de la madre. Claro que es del Partido Conservador, pero por Dios, de él se esperan posturas más adecuadas para la realidad de la familia actual, para la mujer de este mundo y para esa pluralidad y tolerancia fundamentales en el mundo de hoy. Y este no es el único caso donde juzgan las vidas privadas de dos mujeres inteligentes y capaces para tratar de descalificarlas y desacreditarlas profesionalmente. ¡No hay derecho! ¿Hasta cuándo tendremos que seguir viviendo en una sociedad que se siente con el derecho de juzgar a todos aquellos que no entran en un molde que alguien se inventó?

Recuerden la respuesta de Cecilia cuando le preguntaron su orientación sexual: ¿por qué esa pregunta se la hacen solamente a las mujeres y nunca a los hombres? Hombres homosexuales en el poder ha habido y habrá muchos más, y sin embargo, a ninguno, óigase bien, a ninguno, nadie se ha atrevido a preguntarle algo sobre su vida personal, y mucho menos sobre su pareja sentimental. Ni siquiera a aquellos hombres que abiertamente reconocen no ser heterosexuales.

Cecilia y Gina deben recibir todo el respaldo y soporte de los colombianos del siglo XXI porque la orientación sexual no es una razón válida para cuestionar su profesionalismo, su preparación o su dedicación a servir al país. Y aunque para algunos, sus designaciones son prueba del liberalismo del presidente Santos —háganme el favor—, la verdad es que sus nombramientos solo obedecen al convencimiento que el presidente tiene sobre sus grandes y demostradas capacidades para estar al frente de dos carteras difíciles, que necesitan innovación.

Aunque muchos avizoran una situación más difícil para Gina por estar al frente de la educación, esa cartera necesita de una mujer que tenga la visión, la capacidad de moverse y de entender todas las realidades existentes en el país, incluyendo esas que muchos quieren desconocer, para darle a ese sistema educativo colombiano, tan retardatario y sobre todo tan excluyente, los nuevos aires de apertura y de pluralismo que desesperadamente necesita. Y por favor, que no sea el alto número de mujeres colombianas que se mantienen en los esquemas patriarcales, las primeras que salgan, sin razón, a medirle el aceite a estas dos ministras en cada una de sus acciones. Si algo necesitaColombia, especialmente nuestra juventud y nuestra niñez, es aprender a tener una mirada más generosa de la diversidad, en todos sus aspectos.

Adelante amigas, Cecilia y Gina. Sigan no solo con su trabajo profesional que tanto bien le hace a Colombia, sino pisando duro y con la cabeza en alto porque su vida personal se merece el respeto de todo el mundo. Sus vidas privadas no le pertenecen a la opinión pública sino solo a ustedes dos. No solo las consideramos inteligentes y valiosas, sino una luz al final del túnel. Sus vidas y sus realizaciones pueden ser el primer destello que logre que esta sociedad insoportablemente retardataria empiece a cambiar y a modernizarse.

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