Ojo con un banderazo populista
Opinión

Ojo con un banderazo populista

Nos acecha una encrucijada que labró el dramático descenso del nivel de nuestros líderes y el desinfle de sus liderazgos

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marzo 24, 2017
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La aprobación de la segunda vuelta electoral en las elecciones presidenciales pudo estar animada por la mejor de las intenciones, pero en su propio estreno se comprobó que el constituyente del 91 la aprobó en el momento más inoportuno: cuando el dinero del narcotráfico y el de los contratistas profesionales contaba, y mucho, en la financiación de las campañas. Había que tanquear dos veces y era inevitable pagar el combustible al costo que fuera. El proceso Ocho Mil primero y Odebrecht ahora son las dos troneras más significativas de ese amanecer entre caimanes.

El afán de copiar modelos externos contribuyó a potenciar la política como negocio y a desprestigiar a los partidos. Por eso, la única elección que parecía flotar por encima de la cooptación de los elegidos, la presidencial, cayó en poder de los banqueros electorales y pasó de unos carteles de droga a otros de licitaciones con el mismo modus operandi.

¿Qué viene?

Los árboles no dejan ver el bosque, sobre todo porque el objetivo, la Casa de Nariño, es una pieza de cacería con cuarenta fusileros en pos de un solio. Pero la dimensión de la crisis desatada por la mano larga de Odebrecht podría ser, si las leyes sociológicas no han variado, la oportunidad  para sustituir los cultivos de maleza electoral por reformas útiles en las instituciones. Eso sí, la confusión es tanta que lo que se acometa no puede ser producto de impaciencias que maten las rectificaciones antes de nacer. La historia –sépalo bien el ministro Cristo– no suele gratificar a nadie a la vuelta de la esquina.

 

Un obstáculo casi insalvable para cualquier intento de cambio
es la revoltura de los rencores y los fundamentalismos
que alimentan la polarización política

 

Un obstáculo casi insalvable para cualquier intento de cambio es la revoltura de los rencores y los fundamentalismos que alimentan la polarización política. Mientras nuestros dirigentes no los depongan con una pizca siquiera de grandeza, no habrá reflexión que permita concebir, con más patriotismo que apetitos proditorios, novedades normativas funcionales, y escoger para aplicarlas servidores idóneos que las respeten y las hagan respetar. No pinta como probable un acuerdo nacional que suministre los antídotos para la pandemia que nos carcome. Tampoco aflora la voluntad de combatirla con el mismo ardor con que se ultrajan unos a otros.

Nos acecha una encrucijada que labró el descenso dramático del nivel  de nuestros líderes y, por contera, el desinfle de sus liderazgos, pues sus caprichos y sus furias son primero que la Nación en esta zafra de “canallocracia” que priva sobre los fines del Estado y las urgencias de la sociedad. En treinta años no ha habido un testimonio que prefiera una doctrina, unos principios y unas ideas, a las justificaciones sumarias de perniciosas tácticas circunstanciales. Nuestros líderes han erigido a los sectores sociales en instrumentos de opresión. ¡Qué concepción tan absurda de las libertades y los derechos! Así no hay hombres ni pueblos que alcancen la plenitud de su ser.

Entre la superestructura que representa el patrimonio jurídico implícito en nuestras instituciones y la práctica que lo viola sin arrepentimientos, brillan por su ausencia los imperativos democráticos con los cuales las élites amansan o extirpan los dolorosos coletazos de la historia. Recobrarán valor tales imperativos cuando la razón se interponga entre los fulanismos que borran la frontera entre civilización y barbarie. ¿Será que no hay argamasa que una a los díscolos púgiles de nuestra política nacional?

Vargas Llosa dijo en su último artículo para El País de Madrid que, en un libro muy curioso, el primero que escribió, Adam Smith explicó cómo se forjan las relaciones que permiten a una comunidad sostenerse sin disgregarse ni estallar. Buena señal para que los doctores Santos y Uribe lean La teoría de los sentimientos morales en la próxima Semana Santa, y, si les aprovecha la lectura, se sienten a pensar en Colombia taponando la hipertrofia de sus egos y las secreciones de sus hígados, so pena de que nos sorprenda un banderazo populista.

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