¡Oh confusión, oh caos!
Opinión

¡Oh confusión, oh caos!

De la Congelación y, otros productos congelados

Por:
octubre 24, 2013
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No se trata de analizar el problema mundial del calentamiento global. Qué pesar, ya lo deberíamos estar haciendo, pues el bien común del ambiente, como Derecho Humano, de los llamados de la tercera generación y, que nos incumbe a todos, está por definirse en políticas y en la práctica. Ya lo haremos. Aquí se trata es de poner de presente la Congelación y, los productos congelados. Por supuesto, ya volveremos con los ajustes del denominado posconflicto porque  aún faltan varios temas por explorar: el agro, el estamento militar, el acuerdo sobre las condiciones de Estado, ahhh, el lenguaje, para concitar esos acuerdos y, de contera políticas de posconflicto que deben ir más allá de la transición, de la justicia transicional, aunque parte de ella.

La visión gubernamental de cumplimiento de políticas públicas, como se ha dicho, va por una ladera y, la realidad social por otra vereda. Ya quisiéramos que la realidad superara el aviso oficial, pero es todo lo contrario. Veamos:

Se afirma y, se desconoce el fondo de esa aspiración, que se está en punto de acordar un ‘congelamiento’ de los diálogos o conversaciones de paz que se desarrollan en La Habana, Cuba. Se argumenta que el tiempo ha pasado y que, por tal razón, al no avanzar, supuestamente no se ha avanzado como es deseable —quien sabrá lo deseable—, se debe tomar un respiro para que la agenda electoral no se vea afectada o, al contrario, que no se afecte el diálogo con el ejercicio eleccionario del año entrante  que, como es lógico, ya comenzó. Y, miren ustedes, esas no son frases de cajón pues no es lo mismo que un certamen afecte al  otro, ya que el resultado sí es diverso. Una mirada:

Que los diálogos se afecten por cuenta de las elecciones significa que todo lo que suceda en La Habana queda en estado de ‘congelación’ por cuanto las posturas de La Habana, que lejos de ser robustas en el planteamiento —así se observaría— dependen de lo que se plantee en el país político sobre el desempeño del proceso electoral; digamos: cómo trazar una línea entre lo ya supuestamente acordado sobre tierras, si son otras las posturas que proponen no solo los posibles precandidatos a la Presidencia de la República, sino algunos candidatos al Senado, por ejemplo, que prefieren hacer propuestas de candidatos presidenciales; todo un caos: se supone que la línea la marcan los partidos que, por determinadas ideas, presentan al gestor de las mismas llamado candidato presidencial y, los candidatos a las corporaciones públicas, incluidos los de Senado y Cámara de Representantes, deben seguir tales programas hipotéticos de poder. ¡No señora, no señor!, así no es; aquí es al revés, es decir, que los pre, pre, candidatos al Senado de la República, trazan la línea, sin partido, sin organización electoral formal. Qué confusión.

Y, qué decir respecto de la participación política, segundo punto de la agenda de La Habana, que se encuentra, se dice, en total reflexión y, allí, ¡el caos! El debate sería de primer orden si el Estado, no las oficinas del mismo que, por supuesto, no trazan políticas de Estado —las deberían ejecutar—, realizaran un enrutamiento común en su misión y mandato. Miren ustedes, el presidente de la República y, el equipo negociador, presentan y hacen el gran esfuerzo por presentar iniciativas que conduzcan al entronque de tan vital tema. Y los argumentos fluyen: allí, apenas es obvio que se dé un vistazo a las experiencias, ahora de vieja data, en donde un partido político, legal y actuante, como era la Unión Patriótica UP, que concitó esperanza y motivación democrática, independientemente del número de curules que hubiese obtenido o la gestión política desarrollada, fue acabada por la misma violencia que se trató de evitar con su propia creación y que se encubó en el seno de aquella negociación ¡ello, un caos! Recuerden la fuerza del Estado en aniquilamiento de una manifestación de democracia. Ahora se trata de encontrar, de visualizar, la forma y manera de garantizar la participación política, el cómo es lo importante y, los detalles la forma de supervivencia, de viabilidad del tema; pero, como del saber común surge… en los detalles está el diablo y, allí la debacle: cómo poner en la mesa de negociación la posibilidad, la aspiración —no se sabe aún el cómo— de participación política, si los opinadores, que no poseen responsabilidad sobre el bien estimable de la paz, enarbolan las banderas de la lucha contra la impunidad, se hacen dueños de las víctimas y de sus peticiones; que irónico, antes nunca se oyó de las resueltas campañas contra la impunidad y, de las víctimas; recordarán ustedes, la ninguna protección a la víctimas de los paramilitares, de los parapolíticos; por supuesto, la impunidad fue el fenómeno que se imponía: la actitud silente y, cuando no, en total beneficio de esas repudiables prácticas. Así hay que decirlo, con contundencia. Pero la Justicia salió avante. Así los operadores de control han de armonizar sus pensamientos en la protección de los derechos humanos, tanto por las vulneraciones pasadas, como en prevención de las futuras, ofreciendo ideas a la configuración de la paz que constituye un derecho y deber y que, a propósito, también los obliga; no rezos y letanías descompuestos. Se requiere es la idea creadora, no la desconceptualización a ultranza. Imaginen, allí, en tal escenario, en ese punto de puntos suspensivos, ¡¡el congelamiento!!

O, lo contrario, congelar para que el debate electoral no se impregne; situación aún más difícil, pues las elecciones no serán para establecer los programas que se han de volver políticas de gobierno y así políticas de Estado, sino un plebiscito para derrotar o sacar avante los diálogos, las conversaciones y, otra vez, una vez más, la subversión decidiendo las elecciones; se votará entonces por quien tenga más posibilidad de hacer el quehacer oficial con lo que, óigase bien, se va a dar en una mesa suspendida, perdón, congelada. ¿No será mejor aclarar que es la derrota de la política de Estado sobre la paz? O, ¿la derrota de quienes desean que el conflicto acabe? Dilema difícil y no nuevo. En suma, no se vota por ideas de gestión pública, no se vota por castigar una opción —que ya es un error y un horror— sino y, ahora más grave, se vota por quien esté en contra o a favor de una iniciativa de paz. Situación que se agrava cuando el Gobierno quiere ahora colgarle, así hay que decirlo, colgarle, un referendo, tal vez con el propósito de aplaudir o no lo hecho en La Habana. Y, ¿si sale en contra, si la sociedad, cargada como está y, por supuesto estará, vota en desacuerdo? ¿Qué se va a hacer con la subversión? Qué situación tan confusa, casi un caos institucional, por decirlo en una palabra, ¿un mecanismo de participación, un referendo, que en vez de agrupar y concitar inclusión, como es de su naturaleza, por el contrario, excluyendo y dejando de lado la posibilidad de paz? Impensable, pero suena por lo menos posible.

¿Congelamiento para qué y por qué? Es una grande dificultad; ¿puede ser para realizar acuerdos operativos o humanitarios?; está por verse; muchas posibilidades. Ojalá se permita o, se permitan permitir. Y, ¿el por qué? …… insostenible.

Pero hay otros congelamientos del todo importantes: la reforma educativa, la solución y cumplimiento a los acuerdos producto del levantamiento a los paros, en fin, una gran confusión en la que aparecen hasta propuestas de reprimir con cárcel la protesta social, idea esa sí congelable. Para no contribuir al caos, se debería pensar más bien que con las normas existentes se pueden manejar situaciones que son propias del Derecho de Policía y, no acudir a la contención normativa de ultima ratio, como es el sistema penal; una aberración, una impostura, un caos, que desde el poder se generen normas de represión a un derecho constitucional como es la protesta pacífica. Y, por supuesto, tal propuesta no estará en el congelador, es lo que más conviene al poder de definición, a algunos operadores oficiales: congelar la solución y descongelar la represión.

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