Nuestro Groucho en La Habana
Opinión

Nuestro Groucho en La Habana

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febrero 15, 2014
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“El matrimonio es la principal causa de divorcio”, decía el genial Groucho Marx.

O “no piense mal de mi, señorita. Mi interés por usted es puramente sexual.”

Frases espectaculares llenas de sarcasmo y picante, tremendamente inteligentes que cuestionan quiénes somos, como aquella que afirma que nunca pertenecería a un club que admitiera como socio a alguien como él.  Contradicciones.

Y también decía con sus maravillosos bigotes pintados con carbón que inteligencia militar son dos términos contradictorios, y es precisamente de esto último de lo que trataremos esta semana, algo tan agitado como son las chuzadas y el espionaje.

Novedad que se reseña: Otra vez en Colombia se espía. (O mejor, otra vez se sabe que en Colombia se espía).

Ya se supo en su momento con la Sala Gris, el sistema Esperanza, en las épocas oscuras e inquietas de una bajita directora del DAS hoy exiliada en Panamá. Eso era un espionaje de verdad y me explico: Los buenos espían a los malos, o como se quiera decir. El gobierno espía a todo aquel que piensa o sabe o simplemente intuye que le va a hacer la zancadilla o le va a poner una bomba de tres toneladas bajo los bolsillos o lo va a juzgar por tráfico de influencias o solo anda indagando qué pasó con unas tierras. O por el simple placer o vicio de espiar. Y en el gobierno de Uribe se espiaron hasta las sombras de las bancadas opositoras. Pero, sea como sea y así sea un espionaje ilegal, digamos que obedece al ejercicio legítimo de quien se siente acosado. Así como puede resultar “legítimo” el derecho de la mujer cachoneada a espiar a su infiel marido. Y eso (el espionaje) ha ocurrido en la historia de la humanidad, por siempre y para siempre, ¿o alguien me puede afirmar que Bolívar no fue espiado por Santander? ¿O fue al revés?

Pero, ¿se puede uno espiar a sí mismo? Parece y suena estúpida la pregunta, inocente, pero se repite para quien lee rápido: ¿alguien se puede espiar a sí mismo?

Parece que sí.

La última noticia en nuestra Colombia dice que la fiscalía allanó un local o sitio de espionaje del ejército que espiaba a los delegados del mismo gobierno que negocian o dicen negociar el tratado de paz en La Habana. ¡Así como se oye y se lee! Los que algo saben de derecho constitucional conocen que el presidente es el jefe supremo de las fuerzas armadas y los que han visto u ojeado Jet Set sabrán que los delegados gubernamentales son íntimos de Juan Manuel. Y ante todos estos contrasentidos, aparece el mismo Santos a decir que todo es legal, que tranquilos compatriotas, que todo está dentro de la legalidad. ¿Eso significa que el mismo presidente está detrás del espionaje de sus amigos? Como diría el conocido Groucho Marx: a veces es mejor estar callado y parecer tonto, que hablar y despejar todas las dudas definitivamente.

¿La realidad realmente supera a la ficción?

Difícil de saber con nuestro Macondo que me hace recordar aquella novela de Graham Greene, Nuestro hombre en La Habana, donde un insignificante vendedor de aspiradores en la calle Lamparilla en la misma capital cubana, llamado Wormold, solo para obtener dinero fácil y satisfacer los costosos caprichos de su hija Milly, logra hacerle creer a la inteligencia británica que el plano de una aspiradora es realmente una bomba atómica. Y la inteligente inteligencia británica compra el plano creyendo que Wormold es el espía estrella de la guerra fría, y cuando en las últimas páginas cae en cuenta del error, lo que hacen es callar y no decir ni pio, que el mundo siga su curso, como si hubieran leído la advertencia de Marx (el humorista).

Para la próxima, recomiendo que antes de decir cosas disparatadas en las conferencias de prensa que confunden más a la masa confundida, se tome nota de esta última máxima del humorista americano que dice algo así como que todavía no sé qué me van a preguntar, pero me opongo.

¡Ah, y que espíe a los enemigos!

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