Nuestra vida desde que llegó el primer computador a Colombia: el IBM 650

Nuestra vida desde que llegó el primer computador a Colombia: el IBM 650

En 1957 llegaba a Colombia el primer PC, el IBM 650 para Bavaria que lo trajo para poder procesar el gran flujo de información que deparaba la compañía

Por: Harvey Horacio Castillo
mayo 04, 2022
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Nuestra vida desde que llegó el primer computador a Colombia: el IBM 650
Foto: Pixabay

El 3 de marzo de 1957 llegaba a Colombia el primer PC, el IBM 650.  La empresa Bavaria lo trajo para poder procesar el gran flujo de información que depara la compañía cervecera más grande del país de entonces.

Este mismo año se firmó el plebiscito para consolidar el Frente Nacional, un pacto de élites y su refrendación popular, con la excusa de sacar del camino al dictador Rojas Pinilla lo crearon, lo vendieron al pueblo como pan con mantequilla, un pacto para acabar con la violencia que azotaba los rincones de Colombia y que montaba al poder los dos partidos Liberal y Conservador, primero gobierna usted y luego yo.

El pobre colombiano de a pie, no pudo ver el elefante entrar por la puerta de su casa, estos dos partidos embusteros se repartieron el poder y el destino de Colombia este mismo año.

Yo nací 23 años después y conocí un computador probablemente en 1998, siendo uno de los jóvenes afortunados que pudo radicarse en la ciudad. Lo vi de lejos, una pantalla negra recubierta por una pasta blanca inservible, no llamó mi atención, pasó ante mi desapercibido como el gobierno de Samper.

Había llegado del departamento del Guaviare, San José su capital, una ciudad de un departamento, de un país olvidado por el norte y su tecnología. Si, de tecnología es que estamos   hablando en una ciudad donde un niño de 16 años no había visto un computador.

Yo vivía en Bogotá, en un barrio de Ciudad Bolívar, delicioso para un niño inocente criado en el campo rodeado por un universo de selva y de sabana, allí nos llevó mamá, a la misma selva, pero ahora de cemento; una encrucijada quimérica de terror infalible, las calles llenas de locura derramaban sentimientos por sus corredores impregnados de alegría y sufrimiento.

Era el año de 1996, un año en el que los Estados Unidos rebosaban de tecnología, en Silicon valley los jóvenes continuaban soñando con crear compañías gigantes de la nada, con estructuras totalmente novedosas para el mundo entero, pero no para un joven que no tenia televisor en su casa.

Éramos cavernícolas incontrolables recorriendo los callejones enterrados en suburbios desbordantes de lujuria y desenfreno; los videojuegos ya existían, pero nuestro pasatiempo era votarnos por una carretera inclinada unos 30 grados sobre un madero con ruedas, una montaña rusa sin riel y con destino incierto.

Tenía un amigo llamado Alan, el mismo nombre de quien acuñó un término muy conocido hoy por los tecnólogos de nuestra época. AI “artificial intelligence” termino mencionado por primera vez en un artículo llamado “computing machinery and intelligence”, pero lo increíble es que esto sucedió en 1950.

Mi amigo Alan a decir verdad era muy inteligente, pero la tecnología que podía ver era la encontrada en los dibujos animados y en una resortera que usábamos para intentar darle a los pájaros, pero lo que terminaba en el piso eran los vidrios, destruíamos todo a nuestro paso, paredes rayadas, vidrios rotos, saltábamos pantanos, jugábamos con una pelota y con todo lo que encontrásemos, que tiempos tan inolvidables aquellos.

En 1998 un profesor de matemáticas me mostró por primera vez que el mundo era más grande que las 4 paredes donde intentábamos aprender algo, el salón de clases era nuestro mayor centro de recreación y entretenimiento.

Aquel día el profesor, en una tarde sombría, llegó con un aparato y un televisor intentando variar la estrategia y poder captar la atención de este grupo de alocados niños. Lo que vi en este televisor aquella tarde cambio mi vida para siempre, la imagen proyectada desde un betamax a un tv, mostraba la imagen de un señor adulto que empezó a hablar y mi mente a soñar y pasaba el tiempo y mi imaginación volaba era Carl Sagan, en su serie Cosmos.

Jamás a mis 17 años había visto algo parecido, nunca nadie había respondido las preguntas que mi mente hacía en silencio, lo vi sin parpadear los 90 minutos que duró la clase y desde entonces, mis días serían diferentes, vi con claridad que este mundo es más inmenso de lo que imaginaba, nunca había oído hablar de Alejandría ni de Aristarco, y la manera como Eratóstenes midió la circunferencia de la tierra me fascinó.

Este mismo año emprendí un recorrido por las matemáticas, por el arte, por la filosofía, por la historia, por la astronomía; algo que me impactó fue el preguntarme cómo llegó el apolo 11 a la luna. Una aventura fascinante por el conocimiento, a lo largo de mis 3 últimos años del bachillerato me llevaron a ser el mejor alumno del colegio.

En 1999 se acabó la alegría del colegio, y con entusiasmo de novato salí disparado a buscar donde podría continuar los estudios superiores, encontrándome con un obstáculo sin precedentes en mi vida.

En estos últimos 3 años de adelanto académico que tuve por mi propia cuenta, estuve revisando donde habían estudiado los grandes genios de la modernidad: Instituto de Tecnología de Massachusetts, EE.UU, Universidad de Stanford, EE.UU, Universidad de Harvard, EE.UU, Instituto de Tecnología de California, EE.UU, Universidad de Oxford, Reino Unido, Escuela Politécnica Federal de Zúrich Suiza, Universidad de Cambridge, Reino Unido, Imperial College London, Reino Unido, Universidad de Chicago, EE.UU, University College de Londres, Reino Unido; y soñaba irónicamente con estar alguna vez sentado en sus aulas.

Empezó el año 2000, 3 meses después de haber terminado el bachillerato. Salí a la realidad, a la realidad de Colombia. Sali afanoso esa mañana para visitar un amigo y empezar a buscar donde podíamos empezar nuestra carrera, para entonces tener 5.000 pesos en el bolsillo era una fortuna para nosotros.

Después de hacer 20 llamadas a todas las universidades que encontramos en el directorio, sentamos los pies en la tierra, no existía ni la más remota posibilidad de entrar a ninguna, las cifras que costaba un semestre probablemente nunca las había concebido, ni yo, ni mi entorno, ni mi familia.

Mi madre, por entonces trabajaba por días y era indispensable que yo iniciara a trabajar para pode ayudar en las necesidades de la casa. Por la brillantez de mis últimos 3 años en el colegio se me otorgó una beca para estudiar informática en la universidad Distrital, en su facultad Tecnológica, así que comencé con esta aventura en los ordenadores.

A mis 19 años estaba trabajando como maestro en dos colegios, en dos jornadas diferentes, recorría la ciudad de extremo a extremo, en la mañana en un colegio al norte de la ciudad y en la tarde en un colegio al sur, enseñaba de todo, filosofía, matemáticas, etc. El único problema era que lo que me pagaban no alcanzaba para los transportes y la alimentación; pronto tuve que dejarlo.

En 2002 mi maestro de informática, me ofreció un puesto en una oficina de diseño gráfico con lo que ganaba allí pude ingresar a una universidad, la más barata de todas.

Para entonces ya estaba convencido de que el mundo de la tecnología era lo mío; pero en 2003 cursando tercer semestre de ing. De sistemas, el trabajo se acabó y tuve que dejar eso.

Durante estos últimos 3 años había tratado de vivir en una burbuja irracional, en una quimera polarizada por los libros y la cultura occidental, pronto me vi en la realidad nuevamente, sin empleo y sin poder estudiar, terminé en el centro de la ciudad como ayudante en una fábrica de exhibidores; con los sueños rotos y el tiempo cercenado, estuve allí 2 años aprendiendo el negocio y en 2005 retomé la ingeniería, volví con mi sueño de terminar mi carrera y empezar mi negocio de tecnología y así, trabajaba en la fábrica de día y estudiaba de noche.

Todos los días llegaba tarde a las clases, el trabajo no me permitía salir a tiempo para poder cumplir con las obligaciones de la universidad, termine sexto semestre y lo deje nuevamente.

Había pasado mis años de juventud intentando armar en mi cabeza la idea de ser alguien útil en este país lleno de inútiles, intente de todas las formas tratar de mejorar mi formación académica, cosa bastante difícil cuando se nace en un estrato donde las oportunidades son casi nulas; en el año 2002 aún no tenía acceso a internet frecuentemente, en la casa no había computador, y el tiempo era más escaso cada día.

Para 2006 emprendí un negocio, una fábrica de ventanas y exhibidores. Ahora, alejado totalmente de la tecnología, observaba en alguna noticia que a finales de ese año Apple integró por primera vez el procesador Intel en el iMac, escuchaba en algún lugar el impacto de Google Earth, que fotografió el helicóptero en el que se estrelló Mariano Rajoy e inmortalizó la imagen, y así mi mente dando vueltas a diario tratando de entender por qué es tan difícil emprender una Startup en Colombia, empecé a estudiar los grandes empresarios dado el impacto de sus productos.

Recuerdo claramente aquella época, había leído la biografía de todos los grandes inventores de Estados Unidos y Europa, los grandes empresarios de finales del siglo 20, y entonces lleno de estupor por sus hazañas quería compartir estas historias con mis amigos y allegados, pero sorprendido me encuentro con la terrible realidad, nadie había oído de tal o cual persona, ni remotamente, y los más increíble de todo es que hoy, el 95% de la gente con la que hablo no conocen a Larry page y no han oído hablar de Steve Jobs.

Hoy, miro atrás a lo largo de mis años, de gobierno en gobierno, de década en década, y reflexiono sobre el obstáculo del emprendimiento tecnológico en Colombia.

Todos los discursos de los candidatos presidenciales se enaltecen al mencionar a los jóvenes como el futuro de este país, como la piedra angular de la transformación económica y el desarrollo investigativo y tecnológico, y para ello hacen propuestas trascendentales, evocando el espíritu de la igualdad y la equidad, de las oportunidades y de la inclusión social, como aliados fundamentales en el enfoque del emprendimiento y, lo son en verdad, solo que en estos países este espíritu es movido por las influencias políticas sociales y económicas, que dependen en gran medida en el estrato donde hayamos nacido.

Hoy en Colombia vemos grandes empresas transformando la economía, las llaman startups o empresas pivotantes de alto impacto, que por su naturaleza tecnológica impactan masivamente, aparentemente creadas de la nada por emprendedores sin recursos y de familias humildes, según cuentan sus historias los medios de comunicación; ¿pero de qué tipo de humildad hablaran? La humildad según su definición es una virtud humana, que subyace de su origen socio económico.

¿Se refiere al lugar donde nacimos? ¿Habrá alguno de los lugares olvidados por el mundo al sur de una ciudad como Bogotá donde un joven de 25 años, quien gasta su tiempo entre el desgaste del trabajo y el cuidado de sus 2 o 3 hijos, trata de encontrar algún tipo de diversión y refugio en una red social como Facebook, no sabe quién es Mark Zuckerberg?, ¿habrá alguno de los amigos con los que estudié en uno de estos colegios de ciudad Bolívar adoctrinados por la violencia, la delincuencia social y la drogadicción?

No, estos emprendedores humildes son egresados de las mejores universidades del país y complementaron sus estudios en USA o en Europa, jóvenes que en su infancia no lucharon para sobrevivir el maltrato de este país inerte y sin memoria, un país que obliga a sus niños a salir a la calle a buscar el alimento para su familia dejando de lado lo único que podría llevar la humanidad a ser diferente.

La educación en Colombia es y será siempre la rémora para la inclusión social y el acceso de las oportunidades a todos nuestros jóvenes al sueño del emprendimiento; cambiar el chip de una sociedad adoctrinada por la cultura de cientos de años es cada vez más difícil cuando el deseo de algunos conlleva consigo el desafuero de otros.

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