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noviembre 25, 2017
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Lo primero que percibimos al enfrentarnos a la experiencia de la lectura de este libro de Antonio Quintero Palmera es su indudable pericia literaria. La práctica de un oficio que se nota en el manejo de la urdimbre del texto, en la complicada cestería de los detalles, que es donde precisamente se pone a prueba la capacidad de la escritura. De nada valen las grandes ideas si no están expresadas en una manera particular de diseñar el texto palabra por palabra. Al contrario, aunque no necesariamente, en muchas ocasiones un tema sin aparente o real trascendencia puede elevarse a la categoría de un gran texto si por virtud de los misteriosos prodigios de un estilo encuentra un tono y una dinámica textual que allí lo lleve.

No he tenido la oportunidad de leer los textos anteriores de este mismo autor, varios de poesía y uno de ensayos; como tampoco conozco las distintas composiciones musicales de las que ha sido autor para muy distinguidos intérpretes de la música del Caribe; pero es claro que en este libro de cuentos que me ha sido dado presentar, titulado De monjas, clarinetes y gatos, es el depositario, y directo beneficiario de toda esa experiencia: la poesía y la canción le dan a este texto su clara musicalidad y el control de la síntesis, aunque en ella se note una escritura desatada en el anecdotario de toda la peripecia argumental que arquitectura esta propuesta narrativa que yo entiendo como una falsa novela, como un proyecto hecho de una suma de relatos que intercambian más de un factor estructurador en una atmósfera unitaria llena de humor Caribe y de un apretado repertorio de ocurrencias que hacen pensar a veces en cierta manera de poblar los textos con personajes, música, detalles insólitos y circunstancias y situaciones humorosas que tiene otra pluma del Caribe y que este libro me hizo recordar en más de un pasaje, como es el caso de un narrador como Ramón Bacca.

 

Este libro de cuentos se mueve en un bosque de ecos y rosonancias,
nombres, ademanes de estilo, atmósferas, pequeñas anécdotas, sintonías,
en donde es posible hallar referentes puestos en diferentes claves
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No es mi deseo establecer aquí comparaciones, pero como sucede en casi todos los textos narrativos, así como también en tantos otros hechos creativos de cualquier índole, pero especialmente en los textos narrativos, este se mueve en un bosque de ecos y rosonancias, nombres, ademanes de estilo, atmósferas, pequeñas anécdotas, sintonías, en donde es posible hallar referentes puestos en diferentes claves. Esta es, a mi juicio, una obra construida a la manera de una novela carnavalesca, en el sentido Bajtiniano del término, como quizá lo es nuestra propia realidad Caribe, y no necesariamente porque aparece allí mencionado y aludido en diferentes momentos el Carnaval como fiesta, y haya un relato  precisamente titulado Cipote disfraz, sino por el tenor de su imaginería y de sus acciones, por la clara tendencia de deformar desde cierto ademán caricaturesco.

En esta falsa novela entonces, está hecha de cuentos interpolados en la que desde luego hay marcados intereses religiosos: un cura boxeador y mariquita, otro cura y un abispo (De monjas), una banda sonora en la que se distinguen algunas presencias ligeramente disfrazadas (Lupe Bermúdez es Lucho Bermúdez; Natalia Díez es Matilde Díaz); pero también están Junior Córdoba y Tito Rodríguez, Daniel Santos, Ismael Rivera y Tite Curet, Ralph Cien y su 100, Edwin Madera y La Troja, Jairo Paba, … (clarinetes)…; y claro, la suave presencia de un felino discreto que pasea sus páginas casi sin sentirse (Gatos).

Hay en ella también una niña ciega, Catalina, que fabrica muñecas espléndidas y puede sentir de diferentes formas los colores; una niña loca que no podemos no asociar con el personaje aquel de Cepeda Samudio, Juana, que hacía muñecas que no tenían ojos, en lo que podríamos llamar sin aspavientos un diálogo intertextual disimulado.

Podríamos decir que todo en este libro de cuentos o novela, ya qué importa, de Antonio Quintero Palmera, autor desdoblado en el narrador Tony Palmera, intenta reproducir desde la subversión e irreverencia literaria un ethos Caribe; una forma de ser en la que las cosas, la vida, tienen una manera de suceder y comportarse y que esta novela alude, celebra y proyecta.

 

 

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