No es Piketty, es Marx
Opinión

No es Piketty, es Marx

En el quinto como en el primer mundo, académicos y hasta diletantes más allá de Piketty, que le metan cacumen a la teoría económica marxista

Por:
marzo 24, 2016
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El marxismo nunca se ha ido. Ni Marx ha estado en retirada desde cuando irrumpió con sus postulados en los terrenos del pensamiento económico del siglo XIX.

Lo han espantado a palos, pero sigue vigente como en los albores del Manifiesto y El capital, solo que otro es el estadio de la sociedad, la Modernidad, en el cual hay que asumirlo.

Y bajo nuevas circunstancias, condiciones y dinámicas económicas, sociales, geopolíticas, científicas, tecnológicas y, si fueren de atender, las jurídicas y demográficas prevalecientes.

Si se nos diese por desempolvar aquellos textos de Carlos Marx, el economista, que alguna vez las circunstancias históricas volvieron esotéricos, es de suyo dable que pudiésemos encontrar potentes señales y luces para deletrear las crisis económicas que recurrentemente agobian al capitalismo en su fase superior, el mercado.

Cuanto está ocurriendo en las economías capitalistas
de Europa, Norteamérica y Asia,
lo había pronosticado y simulado el economista y filósofo alemán

Porque todo cuanto está ocurriendo en las economías capitalistas de Europa, Norteamérica y Asia, lo había pronosticado y simulado el economista y filósofo alemán, cuyo legado teórico se mantiene vigente y contradice en tal circunstancia los prejuicios intelectuales, ideológicos y conceptuales, que aún pretenden pasar por alto sus diagnósticos y remedios.

Es verdad que algunas de sus proposiciones, por obvias razones históricas admiten revisión o revaluación, especialmente las relacionadas con el desarrollo de nociones como fuerzas productivas, modo de producción, plusvalía, lucha de clases, pero de ahí a ignorar ese imponderable teórico construido por Marx en función del desarrollo y progreso de la sociedad, casi que resulta absurdo en un modelo que preconiza el concepto económico como su ara y credo.

Desde luego, nadie distinto de marxistas revisionistas está obligado a volver por los incunables tomos de El capital, desempolvar sus páginas amarillentas salpicadas de historia y buscar en ellas luces que alumbren propuestas a la crisis por la que atraviesa el capitalismo del siglo XXI.

El de Piketty.

Y no precisamente para derrumbarlo e instaurar en su reemplazo la dictadura del proletariado, otro concepto históricamente revaluable, sino para simular escenarios que puedan dar con una variable, dentro del modelo, que logre sortear las cada vez más repetidas convulsiones y ataques que presenta el sistema en sus diferentes estadios y escenarios.

Y que, por una de sus leyes inherentes, irradia y contagia todo ese organismo, unidad económica, lo llamaba Lenin, que hoy se conoce como mercado y antes como nación.

Nadie, digo, está obligado a recurrir a Marx para echar de ver soluciones a la crisis que recorre el mundo capitalista, que es todo el conocido, pero sí resultaría saludable el ejercicio por parte de economistas, presidentes de bancos centrales y privados, capitalistas de alta estirpe y académicos.

Aquí en el quinto como en el primer mundo, académicos y hasta diletantes más allá de Piketty, que le metan cacumen a la teoría económica marxista para que exploren cuanto en ella pueda resultarles de y en provecho de.

Es probable que descubran aproximaciones y panorámicas muy parecidas a las que hoy se observan: la recurrencia de las crisis desde los albores mismos del modelo, la demanda contraída frente a la oferta expandida, las limitaciones del consumo frente a la tendencia ilimitada de la producción, los tratados comerciales hoy mas vigentes que nunca y materializados en los TLC.

En fin, hay tanta tela de donde cortar para remendar los rotos cada vez más grandes del modelo, en los gruesos tomos de El capital, que bien merecen sendas ojeada y hojeada.

Y hasta una risa sardónica porque hayan sobrevivido, sin fosilizarse, como proclamara con el deseo el “canalla” Wolfe, a la interminable cacería de brujas, maldiciones y excomuniones que caían como rayos sobre quien osara decir, comentar, escribir y pregonar acerca de ellos y sus bondades.

En tanto, y mientras hojean a Marx y se distraen del arrobado encantamiento con Piketty, al que no acabo de leer, o del recomendado Deaton, abreven breves en las lecciones del maestro Eduardo Sarmiento Palacio.

¡Oh tiempos! ¡Oh Marx!

Poeta

@CristoGarciaTap

[email protected]

Publicada originalmente el 25 de febrero de 2016

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