No dejemos de renovar el pensamiento
Opinión

No dejemos de renovar el pensamiento

No pareció buen síntoma de renovación del pensamiento en cuarentena “disfrutar” en tropel el día sin IVA. Ojalá los buenos propósitos no acaben como los de adelgazar del 31 de diciembre

Por:
junio 21, 2020
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Al tiempo que vemos cómo tiende a prolongarse la cuarentena, sin saberse bien hasta cuándo, también podemos ir cayendo en la cuenta de que las semanas y los días que ya han pasado suman un tiempo importante, bastante más allá del tiempo fugaz que imaginamos en medio del primer desconcierto. Han pasado tres meses -casi 100 días- desde que nos vimos súbitamente encerrados a propósito de una pandemia que jamás supusimos vivirla como experiencia social, familiar y, menos aún, como experiencia planetaria.

Y traigo a cuento el tiempo ya pasado en razón de que el transcurrido es un tiempo suficiente como para poder hacerle alguna evaluación personal respecto de lo vivido y, si se quiere, de lo logrado o no, hasta ahora, respecto de algunos cambios que muy posiblemente nos propusimos con la intención de sacarle el mejor partido a la crisis.

Es que llama la atención que las evaluaciones que nos hacemos suelan quedar referidas a cómo nos ha ido con nuestros trabajos y nuestros ingresos, a cómo nos ha ido con la salud de los más cercanos y a cómo hemos podido sortear las necesidades de los distintos miembros de la familia respecto de sus tiempos, sus quehaceres y sus edades. Y claro, es más que comprensible y, hay que reconocerlo, bastante pesado.

También es muy frecuente escuchar evaluaciones sobre los placeres o las “jarteras” que se han descubierto en la vida confinada. La diversidad de opiniones es tan grande que se columpia entre quienes plantean no querer volver al trajín de sus sitios de trabajo, y se justifican con que han podido hacerlo todo por internet, desde la casa y mejor, hasta quienes se desesperan porque no ven la hora de que les abran el candado para poder salir corriendo.

No obstante, es bueno recordar lo que alcanzamos a percibir como disposición del alma en los inicios de la cuarentena: hablábamos de la necesidad de rectificar conductas, de la necesidad de descifrarle a la crisis un llamado a no seguir cometiendo los mismos errores, de que debíamos aprovechar la oportunidad para cambiar muchas cosas. Y es interesante recordar cómo no solamente nos referíamos a temas de sociedad o políticos sino a temas personales y familiares.

Podría uno suponer que al principio de la cuarentena nos visitó a muchos algo parecido a lo que los abuelos daban en llamar propósitos de enmienda.

Y eso es muy interesante. Tanto más si comprendemos que los cambios comienzan por allí, por abrir el alma a nuevas posibilidades, por disponer la mente a nuevos horizontes que habíamos negado por cualquier razón o sinrazón.

En fin, parece que cada vez somos más los que entendemos que los cambios que necesitamos, los que valen la pena, pasan obligatoriamente por la renovación del pensamiento. No se equivocaban quienes vienen insistiéndonos desde hace siglos que no podremos cambiar si seguimos repitiéndonos, si no somos capaces de superar los esquemas con que nos han enseñado a pensar o, mejor, nos han acostumbrado a pensar, en tanto no estoy muy convencido de que nos hayan enseñado, verdaderamente, a pensar.

Esto lo planteo porque a veces me parece que podemos caer en el error de repetirnos en medio del confinamiento. Puede ser que creamos que no salir a la calle o no frecuentar amigos en los restaurantes o tener que convivir los días enteros con la familia constituyen, de por sí, cambios dados, cuando en el fondo es posible que sigamos haciendo lo mismo, claro está, con otro barniz.

Y estas confusiones pudieran afectarnos en distintos campos, pueden ocurrirnos como padres o como ciudadanos, como vecinos o como trabajadores.

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No importa cuán encerrados estemos y cuántos propósitos de cambio tengamos, si seguimos intoxicándonos con los mismos medios de comunicación y las mismas redes sociales

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Para ponerles un ejemplo: como ciudadanos. Estoy convencido de que no importa cuán encerrados pasemos esta larga cuarentena y cuántos propósitos de cambio tengamos, si seguimos intoxicándonos con los mismos  medios de comunicación y las mismas redes sociales que repiten las mismas histerias en que han convertido la misma política como medio para tramitar los mismos intereses y las mismas obsesiones de los mismos, tengan la seguridad de que por ese camino nos va a resultar imposible la renovación de la mente imprescindible para emprender los cambios que necesitamos.

Bueno, y por qué no plantearlo también: no pareció ser un buen síntoma de la renovación del pensamiento y de los propósitos de enmienda ese tropel con que nos dio por “disfrutar” el día sin iva, sin corazón y sin cabeza.

Ojalá que no nos pase con los propósitos de enmienda de la cuarentena lo que con los propósitos de adelgazar de los primeros de enero de todos los años.

 

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