Opinión

Niños, pantallas e inteligencia artificial: ¿qué es lo importante?

La IA puede y debe ser integrada en la educación, como apoyo. Así prepararemos a los jóvenes para el nuevo mundo laboral donde “sin IA no compites” no es exageración

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diciembre 08, 2025
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La inteligencia artificial (IA) avanza a una velocidad que cuesta asimilar. En tres años pasamos de la sorpresa inicial con los modelos generativos a convivir con aplicaciones que escriben, analizan, enseñan, recomiendan, corrigen y hasta pretenden acompañar emocionalmente a los interlocutores humanos.  Si para adultos representa un cambio sin precedentes, para niños y jóvenes, aún más.

Mientras las empresas se reorganizan alrededor de agentes inteligentes y las universidades reformulan currículos enteros, millones de jóvenes —en Colombia y en el mundo— aprenden por su cuenta en Coursera, Udemy o YouTube. No quieren quedarse atrás. Saben que, en el mercado laboral que viene, la frase “sin IA no compites” no es exageración.

Pero además de oportunidades, los jóvenes también reciben mensajes equívocos: youtubers que ofrecen riqueza fácil con “estrategias de IA”, atajos para no estudiar o para reemplazar el esfuerzo con un par de clics. La narrativa del atajo es tentadora, aunque profundamente engañosa.

La IA en la educación: del temor inicial al uso responsable

La reacción inicial de muchas instituciones educativas en 2022, cuando se lanzó al público Caht GPT, fue prohibir el uso de IA. Lo hicieron colegios y universidades en Estados Unidos, Europa y América Latina. El miedo era entendible: ¿cómo evaluar tareas en un mundo  en el que los estudiantes pueden producir textos en apariencia impecables con una instrucción? ¿Qué ocurre con la autoría, el plagio, el esfuerzo?

La conversación ha cambiado. La IA no va a desaparecer de la educación —por el contrario, será una aliada poderosa utilizada con criterio—. Los tutores basados en IA pueden adaptarse a la velocidad y estilo de aprendizaje de cada niño. Diseñados de forma adecuada, pueden nivelar brechas enormes y apoyar a docentes que no siempre cuentan con los recursos deseables.

Las oportunidades son extraordinarias, pero los riesgos también.

El verdadero riesgo: no son las pantallas, es la pérdida del “otro”

¿Debe ser la preocupación principal  la pantalla en sí? Los riesgos evidentes —bullying digital, contenidos inapropiados, contactos peligrosos— son serios y deben ser atendidos. Sin embargo, existe un peligro silencioso: la erosión de las habilidades humanas fundamentales que solo se desarrollan con otros seres humanos.

En una sociedad que atraviesa un cambio demográfico profundo —menos nacimientos, familias más pequeñas, más personas mayores— los niños de hoy tienen menos hermanos, primos, vecinos con quienes crecer. La oportunidad para la convivencia real, con sus tensiones, frustraciones y aprendizajes, se está reduciendo.

La IA, incluso en su versión más simple, es un interlocutor complaciente que nunca contradice, nunca se aburre, nunca exige. Todo lo celebra. Cualquier respuesta “vale”. Resulta cómodo, pero no forma carácter ni fortalece la capacidad de debatir, negociar, esperar, ceder o tolerar diferencias: habilidades vitales para una sociedad como la colombiana, en la que nos cuesta enorme trabajo la convivencia.

Un tutor de IA puede explicar matemáticas y lenguaje con enorme eficacia, pero no puede enseñar a un niño a vivir con otros niños.

Padres, no se trata de prohibir ni de permitir sin límites

La prohibición total fracasa. La permisividad absoluta, también.

El desafío está en un punto medio: supervisar, orientar y acompañar.

Algunas preguntas que padres y cuidadores pueden hacerse:

  • ¿Qué tipo de contenidos consume mi hijo y cómo los interpreta?
  • ¿La IA está complementando su aprendizaje o reemplazándolo?
  • ¿La pantalla está desplazando la interacción con otros niños?
  • ¿Hay tiempo suficiente para juego físico, lectura, aburrimiento creativo y conversaciones reales?

La clave es sencilla de formular, aunque difícil de aplicar: la IA puede ser una herramienta maravillosa, siempre y cuando no sustituya lo que solo los seres humanos podemos ofrecer.

Colombia enfrenta uno de los retos de convivencia más grandes de su historia. Nos cuesta discutir sin agredir, aceptar diferencias, trabajar en equipo. En ese contexto, las escuelas y colegios son espacios insustituibles. Es el lugar en el que los niños enfrentan la vida real: desacuerdos, diversidad, conflictos, solidaridad, empatía.

La IA puede —y debe— ser integrada en la educación. Pero nunca como reemplazo de la experiencia humana, sino como apoyo. Si logramos este equilibrio, no solo prepararemos mejor a nuestros jóvenes para el mundo laboral que ya está encima, sino que fortaleceremos las bases de una sociedad más respetuosa, más crítica y más humana.

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