Mujer cómoda
Opinión

Mujer cómoda

La evidencia demuestra cómo a mayor conciencia de su cuerpo las mujeres tienen menor desempeño cognitivo, emocional, afectivo, visoespacial, motor y social

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septiembre 20, 2022
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Hace unos cuantos años oía a una amiga contar que alguna de su grupo sostenía que lo mejor de los paseos era llegar a la casa y poder soltar la barriga. Eso se conoce como conciencia del propio cuerpo, es decir el foco puesto en cómo está el cuerpo, cómo se ve, cómo es visto y obviamente cuál es la evaluación obtenida. La evidencia es abrumadora cuando se compara el nivel de conciencia del propio cuerpo entre hombres y mujeres, mucho mayor en ellas, con un alto impacto psicológico, convertido en carga mental. La buena noticia es que, si bien en el desempeño diario esa variable juega un papel primordial en la vida de muchas todavía, un sector cada vez más grande de mujeres cultivan nuevos intereses, áreas de realización personal más allá de la maternidad, una pareja y la belleza. Se abren paso así la comodidad, el gusto por otras competencias, habilidades y dones, y la gratificación, en muchas de ellas por encima de la necesidad de aprobación social.

La evidencia demuestra cómo a mayor conciencia de su cuerpo las mujeres tienen menor desempeño cognitivo, emocional, afectivo, visoespacial, motor y social. En otras palabras, desafortunadamente todo indica que, si ella se pone en posición de objeto, y este objeto (el cuerpo) es más cuidado, valorado y vendido como marcador de poder, se reducen sus capacidades, se empequeñece como sujeto. Ahora, mientras menor es la autoestima y más estrecho su proyecto de vida, más probabilidades tienen las mujeres de poner el cuerpo en una vitrina. Lo grave es que también, en un círculo vicioso, la corporeidad-objeto baja el amor propio y estrecha el horizonte vital.

Hace poco visité una notaría y me llamó la atención, primero, que todas las empleadas eran mujeres, segundo, todas igualmente presentadas y que el único hombre era, por supuesto, el notario. Pregunté si debían seguir un código de vestuario. Sí: vestido, tacones delgados y de más de 8 cm, medias veladas, pelo recogido, uñas cortas, arregladas y con esmalte de color claro, accesorios y maquillaje discreto. Lo que más me impactó fue verlas caminado, cómo manejaban precariamente el equilibrio en las alturas, e imaginaba el dolor, la incomodidad y el daño producido en su sistema musculoesquelético inferior.

Pensaba de paso en ese otro código, más íntimo que cumplen desde la pubertad: delgadas, sexis y atléticas- yo la llamo la tríada infame-; sin pelos, corte a la moda, sin canas, los senos sostenidos, adelantados y parados en posición de firmes (ajúa! ¡Bellezas! Faltaba más), sin arrugas, sin celulitis, estrías, flacidez, o curvas en demasía.

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El código que cumplen desde la pubertad: delgadas, sexis y atléticas- yo la llamo la tríada infame-; sin pelos, corte a la moda, sin canas, senos sostenidos, sin arrugas, sin celulitis, estrías, flacidez, o curvas en demasía

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La tendencia indica que en los últimos diez años esos códigos se están rompiendo y aparecen nuevas opciones, todas maravillosas: los zapatos cómodos y los tenis incluso en la ropa formal y de fiesta (ellas quieren caminar, correr y bailar sin dolor), el sostén ya no tiene varillas y push up que aprieten y encaramen lo que los ligamentos no logran, los cortes se hacen para que el pelo se pueda dejar al natural sin regímenes unívocos que las perfilaba a todas rubiecitas, de pelito largo y liso; pelos por doquier para la que quiera dejar de gritar en las salas de depilación; el “grey blending” o la mezcla de tonalidades grises que liberó a las mujeres de la obligación de tapar las canas dizque para no avejentarse y la reivindicación del peso, las curvas, celulitis y estrías, flacidez y cicatrices como portadoras de una historia plena de vida.

Esta ruptura es activismo, es feminismo. Hermoso. Sutil e insidioso, poco a poco a través de múltiples reivindicaciones se ha ido posicionando. Para muchas aún sin nombrarlo, porque claro, las entiendo, es costoso y da pena todavía: es obvio, las excluyen, pierden espacio social en el mundo tradicional que las quiere muñequitas serviles, tontas y miopes ávidas de la mirada elogiosa que las reafirme; pero ganan libertad, centradas en su propia vida, per-formando-se en el plano individual, huidas del corsé impuesto en la esfera social. Han descubierto muchas mujeres que pueden sacar la barriga en este paseo que es la vida y no va a pasar nada grave, por el contrario, se van a poder encontrar a sí mismas, que es lo mejor que le puede pasar a un ser humano: ser.

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