Por supuesto todos somos conscientes que el tema de la movilidad social es al mismo tiempo el meollo de la dificultad para crear o desarrollar una sociedad si no igualitaria sí en algo equitativa y, como consecuencia, que solo a través de ella se puede alcanzar ese objetivo.
Eso porque en los países desarrollados la clase media es la inmensa mayoría siendo una minoría la clase excluida del bienestar general, mientras la característica del subdesarrollo es que la proporción entre la clase media y la clase baja o pobre o desfavorecida es bastante más numerosa que la que logra la satisfacción de las necesidades que la sociedad de consumo les requiere.
Sobre lo que también toca pensar es en otros aspectos que trae esa movilidad, sobre todo y paradójicamente, en el campo de otros temas de movilidad.
Siendo un consenso en que es la educación el camino que básicamente permite esa movilidad social para poder alcanzar los niveles a que se aspiraría como derecho fundamental de cada uno de los miembros de la comunidad, comenzamos por ver que lo que se presenta como el ‘derecho fundamental’ a la educación tiene tantos problemas o más que los que intenta resolver.
la educación es el camino que básicamente permite esa movilidad social para poder alcanzar los niveles a que se aspiraría como derecho fundamental de cada uno de los miembros de la comunidad, comenzamos por ver que lo que se presenta como el ‘derecho fundamental’ a la educación tiene tantos problemas o más que los que intenta resolver.
Lo que se presenta como el ‘derecho fundamental’ a la educación tiene tantos problemas o más que los que intenta resolver
Por ejemplo, sería necesaria una regulación para que lo que esta produce sea equivalente a lo que la sociedad requiere; es decir que la libertad de escogencia tanto del sector como del nivel que cada individuo desearía, estaría limitada por los cupos que para ello se necesitan. Como también se debería tener en cuenta la limitante de las capacidades que tiene la persona, ya que como se dice ‘lo que natura no da Salamanca no lo sustituye’ y se agolparían como oferta el ejército de desempleados que mencionaba Marx, pero con un nivel mayor de frustración y menor de opciones alternas (como ya se está viviendo en la proliferación de profesionales convertidos en taxistas). Es decir que el ‘derecho de movilidad’ lleva natural y espontáneamente a cuellos de botella y congestiones, que deberían ser entendidos e incluidos en los programas y la planeación del Estado.
No sobra como ejemplo – y tal vez como lo más ilustrativo- la movilidad del transporte. Tal como vamos las ciudades tienden a paralizarse por problemas de tráfico. Y, lejos de buscarle una solución por la vía de disminuir la cantidad de movimientos reduciéndo los desplazamientos, se intenta aumentar la capacidad de multiplicarlos; sigue siendo la venta de vehículos privados el símbolo mismo del capitalismo y de ascenso a la clase media -interesándonos solo en la polución que producen o en buscar que funcionen por sí mismos gracias a la Inteligencia Artificial- sin entender que esa expansión tiene un límite y que ya estamos cercanos a él. Es otro campo en el cual no aparece la función del Estado.
Otro problema de movilidad son las migraciones que, hoy en día son, con el cambio climático, la principal preocupación de la humanidad (obviamente porque afecta a ´Occidente´ y los países desarrollados, y no por ser la única o principal opción que queda al ser humano que acude a los riesgos que esto implica). El derecho a ese tipo de movilidades es motivo de políticas diferentes pues implica coartar un derecho humano, por lo cual es alrededor de este tema que se definen, con casos como el de Estados Unidos que busca impedirlo desconociendo el problema humanitario que representa, o las Naciones Europeas que por reconocerlo así son inundados de problemas logísticos, sociales y económicos, pero asumiéndolo como una obligación estatal y de los gobiernos.
El lento crecimiento de la clase media y de su acceso a los bienes de consumo más allá de las necesidades básicas es algo que impide progresar un país, además de en lo ético, en lo económico, en lo político y en lo social. Pero infortunadamente promover y propiciar la movilidad social a su turno implica consecuencias en otros campos. Es, como tantos otros casos, una confrontación entre derechos y prioridades, en el cual se requiere más intervención del Estado y no más ‘libertad individual’, y menos aún que sea el ‘Mercado’ quien regule ese tipo de procesos.
