Mompox: elogio a una tradición que agoniza

Mompox: elogio a una tradición que agoniza

El concurso de alfombras, tradicional de esta tierra, perdió el respaldo político y gubernamental con el que contaba, razón por la cual su última versión fue cancelada

Por: Aleyda Gómez
abril 16, 2018
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Mompox: elogio a una tradición que agoniza

Que bailen los que están de fiesta es un libro de Leonardo Gómez, investigador y amante de la música y la cultura de nuestro país. En sus páginas describe fiestas y ferias profanas y religiosas, como la Semana Santa de Mompox, conocida por un concurso de alfombras momposinas, elaboradas con flores, aserrín de madera y anilina, que en palabras del autor duran “lo que dura una flor”.

Pues bien, me propuse conocer ese arte para mí desconocido y único. Preparé maletas, viajé vía aérea Pereira-Cartagena una hora, y los trescientos y pico de kilómetros restantes los recorrí por carretera, hasta llegar, después de 6 horas de camino, a Santa Cruz de Mompox.

En el hotel Casa Mebi, ubicado en la esquina de la calle Jaén, Dimas, el dueño y administrador, me proporcionó un programa de Semana Santa en donde al hojearlo inmediatamente encontré lo que era el principal objeto de mi viaje: “Miércoles Santo 28 de marzo, 7:00 p.m., Calle de Atrás, entre el templo de Santo Domingo y el Callejón del Matadero, concurso de alfombras momposinas, la fantasía del arte en el suelo de Mompox” y reiteraba la invitación para el “Viernes Santo a las 7:00 p.m., entre el templo de Santo Domingo y el Callejón del Matadero, continúa el XIV concurso de alfombras momposinas, la fantasía del arte en el suelo de Mompox”.

El Miércoles Santo a las 3:00 de la tarde, ya estaba preguntando dónde quedaba la Calle de Atrás y a qué horas empezaban a realizar las Alfombras. Javier, el primo de Dimas, me instruyó sobre la llegada y cómo con bocetos en papel iban pasando los diseños al piso, primero trazándolos con tiza y posteriormente rellenándolos con aserrín de madera y flores, labor que iniciaban a las 5:00 p.m., para que estuvieran listas a la hora de pasar la procesión por el lugar. Me dirigí apresuradamente y preguntando a transeúntes unos tras otro, porque “preguntando se llega a Roma”, llegamos a la Calle de Atrás, en la que no vimos ningún movimiento. Averiguamos en la policía que queda en esta calle y respondieron no tener idea de tal acontecimiento.

Nos devolvimos por la calle, dando tiempo al inicio de la elaboración de alfombras, pero nada. Preguntamos a los lugareños, nadie nos dio información, hasta cuando una señora nos dijo: “pues vayan donde la Seño que es la directora del concurso, la casa queda allá a media cuadra, enseguida del parasol naranja”. Con timidez nos dirigimos allá, tocamos la puerta, nos abrió la mamá de la Seño y nos invitó a seguir muy amablemente. Ya en la sala de la casa nos contó que el concurso había terminado, que la versión XIV no se había realizado porque a la Seño, que también es profe, le habían quitado el presupuesto. Al rato llegó Gladis Martínez, la profe y con la misma amabilidad de la mamá nos explicó que en las trece versiones del concurso que aquí moría, realizaban cursos de capacitación en dibujo y técnicas artísticas a niños, obreros, carretilleros, quienes eran los artistas de las alfombras, descubriendo grandes talentos entre la gente del pueblo pueblo, pero que lastimosamente por cuestiones políticas se le había retirado el respaldo económico y gubernamental sin el cual no se podía realizar. El presupuesto se necesitaba más para promover el festival del jazz en el mes de octubre.

Gladis lo comenta con tristeza, para ella el concurso de alfombras momposinas era su gran proyecto, ama su ciudad, ama su arte, ama su cultura. En los trece años del concurso se descubrieron grandes artistas y dibujantes salidos todos del pueblo.

Gladis es una apasionada por la cultura, el arte y su amor por Mompox y sus alfombras. Nos regaló los dos últimos afiches del concurso XII y XIII en los que como norma aparecen los ganadores del concurso anterior, en las diferentes categorías: figuras de la Madre Dolorosa, del papa Francisco, los distintos momentos de la pasión de Jesús, entre otras.

Las alfombras siempre fueron construidas por el pueblo para engalanar las calles al paso de las procesiones, pasando de la construcción de antaño con hojas, flores de trinitarias, coral y con la macolla, que es la flor de palma de vino. El olor de la macolla es para los momposinos, el olor a Semana Santa. La técnica y elementos para la construcción de la alfombra cambiaron, se sustituyeron las flores por el aserrín pintado, el carbón, la cal y las anilinas de diferentes colores: la alfombra se transformó artísticamente, pero no cambió la esencia, el lienzo siguió siendo la calle, los artistas la clase más humilde, las flores se cambiaron por el aserrín, restos de la madera con la que construyen las hermosas mecedoras, ya sea la reina, la quinceañera o la momposina, ese, su aserrín que en cualquier ebanistería del resto del país se bota, aquí es el material de las alfombras junto con el carbón y la cal.

Murió el concurso de alfombras momposinas y su presupuesto posiblemente pase a engrosar las arcas del festival del Jazz de octubre. Los que no tuvimos la oportunidad de apreciar las trece versiones del concurso, nos quedamos “con los crespos hechos”, “vestidos y alborotados”, pero no es eso raro, estamos en el país del Sagrado Corazón que ya no es del Sagrado Corazón, pero así son las cosas: “el que manda manda, aunque mande mal”.

No se trata de satanizar el Jazz, pues su riqueza cultural es innegable, pero este género se puede oír en cualquier parte del mundo, ya que cuenta con festivales en varias capitales colombianas y la difusión de esta música tiene todo un movimiento mundial apoyado por las redes sociales y el internet en general. Las alfombras momposinas, en cambio, solo se ven en Mompox y pocos colombianos han podido conocer esta bella y sencilla tradición.

Este año, no asistimos al XIV Concurso de Alfombras como invitaba el programa, sino a su funeral en su versión más pobre. Se sustituirá posiblemente por el festival del Jazz o cualquier otra forma extranjera de cultura. Este año, asistimos a la elegía a una tradición que agoniza.

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