Mientras el comandante escribe metáforas, el sur se desangra. Mientras nombra mariposas, los niños se entierran. Mientras sueña con Macondo, el Cauca huele a pólvora.
No vengo a escribir desde la rabia. Escribo desde la realidad. Desde un lugar donde ya no caben las figuras literarias ni las parábolas tropicales. Usted, presidente, cita mariposas amarillas, pero aquí vuelan balas. Habla de realismo mágico, mientras en Colombia ya ni siquiera hay realismo: solo humo, plomo y cadáveres.
Escribe como si el lenguaje salvara. Como si un poema en Twitter pudiera sustituir a un helicóptero sobre una zona tomada por el ELN. Como si una metáfora con “naranjas” o “Aurelianos” bastara para explicar lo inexplicable: que el Estado ha renunciado a su deber más básico, proteger la vida.
Y no es la primera vez que ocurre. Ante asesinatos de soldados, masacres o ataques contra la fuerza pública, usted ha respondido con símbolos. Hace unos días, mientras cinco policías eran asesinados en el suroccidente del país, usted hablaba de Italia, del renacimiento, del espíritu humano. En Cauca, mientras las familias eran desplazadas por enfrentamientos armados, usted nos hablaba de guerras centenarias. Pero esta no es ficción. No es literatura. Es Colombia. Y está ardiendo.
Aquí el realismo no es mágico, es trágico. Es el de una madre que entierra a su hijo. El de un soldado que muere sin respaldo. El de un fiscal que investiga con miedo. El de un país donde la palabra “paz” se usa como coartada para la entrega silenciosa del territorio.
Y sí, las palabras importan. Porque el lenguaje de un jefe de Estado no es un ejercicio poético: es un acto de gobierno. Cada vez que se responde con una metáfora a una tragedia se evita nombrar lo que duele. Y lo que no se nombra, se oculta. Y lo que se oculta, se perpetúa.
Aquí no se necesita lirismo, se necesita autoridad, responsabilidad, claridad, acción. No se puede gobernar un país como si fuera una novela interminable. Ni se puede enfrentar el crimen con estrofas.
Porque mientras usted cita a Macondo, aquí hay muchos que ya no tienen dónde despertar.
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