Los esfuerzos del Gobierno Petro para terminar con el largo y angustioso conflicto armado en Colombia, que mediante su política de paz total, solo ha logrado la intensificación de la violencia, ya que las diferentes estructuras del crimen organizado, han sabido capitalizar los diferentes ceses al fuego, para incrementar su presencia y accionar violento en diferentes regiones del país. Esto nos permite concluir que las intenciones de la paz total, política bandera del presidente, ha sido un completo fracaso.
El pasado 15 de abril de 2025, venció el cese bilateral al fuego, firmado entre el gobierno nacional, y una facción de las disidencias de las Farc, al mando de alias Calarcá, que se denominan Estado Mayor de Bloques y Frente, (EMBF), que no es ni lo uno, ni lo otro, ya que no son un Estado, ni mucho menos mayor debido a las divisiones al interior de la estructura criminal, por sus disputas económicas lo que ha permitido el surgimiento de grupos de hombres y mujeres armados dispersos por varios territorios, que hablan en nombre de un cadáver llamado Farc, que Colombia y el mundo vio sepultar en el 2016.
Sorpresivamente, el presidente de Colombia, Gustavo Petro Urrego, pese a su negativa de no extender el cese bilateral al fuego con una parte de las disidencias de las Farc, emitió un nuevo decreto, en el que suspenden las acciones operativas que adelantarían los miembros de la fuerza pública, en contra de la estructura denominada, Estado Mayor de bloques y frente, que dirige alias Calarcá.
El gran interrogante es ¿A qué juega el presidente con las disidencias de las Farc? ¿Está la paz de Colombia supeditada a decisiones emocionales del señor presidente?
Mientras Gustavo Petro juega al papel de pacificador, los diferentes grupos armados avanzan de manera acelerada, por controlar gran parte del territorio nacional, mientras las fuerzas legítimas del orden, enfrentan toda clase de ataduras, lo que no les permite mediante la acción constitucional, el restablecimiento del orden público. Por su parte, las estructuras del crimen organizado, continúan con sus acciones violentas en contra de la población civil, y miembros de la fuerza pública, en una demostración de poderío criminal que envuelve a Colombia en la desesperanza.
La reconsideración del presidente de no adelantar acciones ofensivas en contra de las disidencias de las Farc, al mando de alias Calarcá, es una oxigenación que recibe este grupo armado organizado en regiones como el Catatumbo, donde vienen librando una guerra a muerte con el Eln, por la disputa territorial que les permita el manejo de las economías ilícitas, fuente de financiación del crimen organizado en el Nororiente colombiano.
Los más recientes operativos que adelanta la fuerza pública en el municipio de Tibú – Norte de Santander, puso en evidencia el rearme de los disidentes de las Farc, tras el decomiso de un vehículo blindado de manera artesanal, con similitudes, al que usan los carteles mexicanos de la droga, a los que les llaman “Monstruos”.
Estamos frente a un nuevo método de guerra, con la utilización y adecuación de medios no convencionales como Drones, y ahora vehículos blindados artesanalmente, lo que nos lleva al imaginario, que son muchos los sueños del presidente Petro por alcanzar la paz de Colombia, pero la respuesta por parte de las estructuras del crimen organizado, son contraria a la utopía presidencial, lo que se traduce en pesadilla para los colombianos, los juegos del presidente con las disidencias de las Farc.
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