La voz de Greta Thunberg ha resonado por todo el mundo y ha despertado sentimientos aletargados en una generación que presencia con dolor y tristeza cómo nuestro planeta lentamente ha ido de la mano de la tecnología, del adelanto científico y del crecimiento industrial, socavando y rompiendo el equilibrio natural de la vida en todas sus naturales y variadas expresiones.
Sin embargo, hay otras voces causantes de la hecatombe que mediante publicidad engañosa quieren lavar sus culpas con mensajes agresivos y maliciosamente dirigidos hacia los individuos que somos los menos culpables. Pretenden crearnos sentimientos de culpa y con alevosía nos agreden diciendo que debemos sembrar más árboles, que hay que reciclar más, que controlemos la calefacción en invierno, que limitemos el aire acondicionado en verano, que cambiemos todos las luces de la casa, que no usemos bolsas plásticas, ni cubiertos, ni vajillas desechables (aunque las fabriquen a millones), que compartamos el auto con los vecinos.
Y por si fuera poco nos quieren hacer creer que de esta manera vamos a recuperar los daños que han causado los verdaderos depredadores: empresas como Coca-Cola que producen doscientos mil envases plásticos por minuto, las petroleras que acaban recursos hídricos con el fracking, las compañías mineras que inundan los ríos con mercurio y cianuro, las fábricas de automóviles que generan contaminación, las empresas que talan indiscriminadamente los bosques y una larga lista más que propician el efecto invernadero que causa el recalentamiento de nuestro planeta.
Mientras existan en el mundo Trumps, Bolsonaros y Johnsons, creo que la voz de esta joven sueca no logrará su objetivo.