Mi “ofusque” personal por la burocracia tecnológica en Colombia

Mi “ofusque” personal por la burocracia tecnológica en Colombia

"Hace unos días perdí un vuelo porque no había descargado una app, que me preguntaba, a mis 73 años, el nombre de mis padres"

Por: Diana van Gompel de Romero
mayo 09, 2022
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Mi “ofusque” personal por la burocracia tecnológica en Colombia
Foto: Shutterstock.com

Negar el impacto positivo de la tecnología en nuestras vidas sería un absurdo, sin embargo….

A diferencia de tiempos pretéritos, hoy nos enteramos casi al instante de lo que sucede en todo el planeta.

Cada día nos vemos bombardeados por noticias que comentamos, que nos generan miedo o estrés y que, a menudo, reenviamos sin saber si son falsas o verdaderas generando reacciones similares en otros. Hasta dormidos “soñamos con tecnología MinTic”.

En épocas electorales observamos cómo toda esa tecnología es utilizada para crear falsas expectativas, calumniar candidatos y ofrecer resultados dudosos de encuestas supuestamente serias.

La parafernalia tecnológica que en nuestro país brilla por su ausencia en escuelas de poblaciones olvidadas gracias a “pequeños lapsus” de la ministra de turno, se magnifica en la manipulación de la información de los medios aliados del  gobierno de turno.

Hace pocos días, al ingresar a un centro comercial en Cali, noté que estaban instalando los módulos que entregan y reciben las tarjetas de parqueo sin necesidad de que un empleado entregue o reciba la tarjeta o recibo.

Le pregunté al empleado, quien me advirtió que la máquina aún no se encontraba en funcionamiento, si iba a perder su trabajo, y me contestó “pues no sabemos aún, estamos muy nerviosos esperando que nos notifiquen”. 

¡En Colombia el nivel de desempleo alcanza cifras históricas pero la tecnología sustituye empleados por máquinas! Conveniente el ahorro de prestaciones y, además, las máquinas ni se embarazan ni abortan. ¡Justicia social a plena vista!

Llego con mi esposo al aeropuerto con tres horas de anticipación para tomar un vuelo a Nueva York. En evidente pos de “gente de bien”, a pesar de haber una fila kilométrica de viajeros, quedamos parados de primeros, con maleta y “carry on” cada uno, en la fila de prioridad para viajeros en primera clase (cortesía del hijo porque, de lo contrario, muy probablemente  estaríamos viajando en chiva).

Una media hora después, una de las empleadas de la aerolínea nos hace señas para seguir al “counter”, donde luego de saludar entregamos todos los documentos, carnets de vacunación, pruebas de antígeno obviamente negativas, pasaportes, cédulas y sonreímos. La señorita no sonríe, revisa los documentos, nos entrega una hoja para jurar y firmar, llama a otra compañera y susurra. Yo sigo sonriendo hasta que me dice,

“Señora, con su pasaporte de la Unión Europea usted no requiere visa, pero tiene la aplicación ESTA? ¿La qué?, pregunto. No sé de qué me está hablando, nunca me la han pedido. La señorita continúa sin sonreír y me dice: “Tiene que solicitarla online y se pueden demorar 72 horas en contestar”, pero luego agrega: “A veces la dan rápido, ensaye a ver si alcanza…

Me deletrea la palabra “esta” de la app unas tres veces y reculo de la cola lentamente, con la cola entre las piernas, la mirada al suelo, y casi me oigo diciendo “pero usted no sabe quién soy yo!”  Mi esposo ha enmudecido y me sigue con maletas al mismo lugar de partida, donde los de privilegio no hacíamos cola kilométrica.

Sin tener dónde sentarnos, comienzo a buscar en Google, mi mejor amigo, cómo aplicar a esta y, tan adorado, me contesta de inmediato y abro un cuestionario interminable que lleno durante 35 minutos, y que me pregunta, a mis 73 años, el nombre de mi mamá y mi papá y también inquiere si soy o he sido terrorista. 

Al final, sale un letrero que dice “el número del pasaporte no coincide”, pero no me permite corregir. ¡Llamo a mi hijo que nos espera en Nueva York, le cuento, le envío fotos de los pasaportes y él, desde allá, procede a intentar entablar amistad con ESTA, la app!

Otros 40 minutos, el hijo llama y nos dice que no se logró autorización inmediata y que demora. Otra cola, sin mayor prioridad porque se ha perdido el estatus, para cancelar el vuelo. Abordamos taxi de regreso a casa y ya faltando dos cuadras nos llega la autorización. Hoy viajamos de nuevo, de pronto, quizás, quizás, quizás.

A bordo ya, ¡ojalá al celular le funcione el “roaming” y la cuenta de Movistar no cause infarto al regreso!

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