México votó contra la corrupción: López Obrador presidente

México votó contra la corrupción: López Obrador presidente

El electo gobernante tiene la responsabilidad de cambiar el paradigma en el continente, de dejar claro que los extremos son peligrosos para la defensa de los derechos

Por: Álvaro de Campos
julio 03, 2018
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México votó contra la corrupción: López Obrador presidente
Foto: lopezobrador.org.mx

Es un hecho, Andrés Manuel López Obrador es el nuevo presidente de los Estados Unidos Mexicanos. El candidato progresista del Movimiento Regeneración Nacional obtuvo la presidencia de la República de México con el 51,8% de los votos del pueblo, quedando con un amplio margen respecto a sus competidores: Ricardo Anaya, candidato del PAN, quien tuvo alrededor del 24,7% de los votos; José Antonio Meade, candidato presidencial por el PRI, partido político del actual presidente Enrique Peña Nieto, quedó tercero en la contienda con el 14,8% de los votos; y por último, Jaime Rodríguez Calderón, mejor conocido como “El Bronco”, quien propuso literalmente cortarles el brazo a los corruptos durante la campaña, obtuvo el 6,1% de los votos.

México ha dado una lección de democracia a toda América Latina: el pueblo votó por el cambio. Fue una campaña rodeada por guerra sucia, chismes y noticias falsas, además la contienda electoral estuvo marcada por los constantes ataques por parte de Anaya y Meade en contra de AMLO. Al igual que en Colombia los partidos políticos tradicionales trataron de imponer el miedo, se buscó persuadir al elector de que México se convertiría en otra Cuba o en otra Venezuela si el candidato de la coalición “Juntos Haremos Historia” llegase a la presidencia de México.

Sin embargo, los mexicanos no se dejaron engañar, más en una campaña que se caracterizó por el rechazo generalizado por parte de la opinión pública al presidente Enrique Peña Nieto, quien entregará a López Obrador un país en caos, con la tasa de homicidios disparada hasta las nubes, con una descarada corrupción palpable que ha inmiscuido a las instituciones y partidos políticos que han dominado al país durante toda la vida democrática de México. Así mismo, Peña Nieto le hereda a AMLO la tensa relación entre México y los Estados Unidos, con una crisis de inmigrantes en la que Trump encierra a niños y adultos en jaulas en condiciones inhumanas, que recuerdan al mundo entero los campos de concentración de Hitler.

Los ciudadanos mexicanos están azotados por delincuentes de cuello blanco y corruptos relacionados con narcotraficantes, también por constantes violaciones de los DDHH, tales como el caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, la violencia política en contra de 120 políticos que fueron amenazados o asesinados en la disputa electoral del 1 de julio, y la persecución a los periodistas y defensores de derechos humanos, espiándolos de manera ilegal.

Lo expuesto anteriormente fue lo que causó la indignación nacional. Además, los mexicanos entendieron que el miedo de un castrochavismo en México resulta ser una acusación falsa, insulsa e indolente por parte de los políticos corruptos que se han perpetuado en el poder a lo largo de los años y que ante el temor de perder dicho poder buscan imponer el miedo por las redes sociales y los medios de comunicación para asustar al elector. No obstante, el miedo no se impuso en México, prevaleció el deseo de cambio, de que las fuerzas alternativas a la politiquería tradicional por fin tuvieran una oportunidad en el poder.

AMLO representa ese sector progresista y socialdemócrata que Latinoamérica necesita con urgencia, especialmente en medio de sectores de derecha neoliberal —como los hay en Colombia, Argentina, Chile, etc.— y con el temor de la izquierda dictatorial —representada por los gobiernos de Venezuela, Nicaragua y Cuba—.

López Obrador tiene el deber moral como próximo presidente de México de cambiar el paradigma en el continente, de dejar claro que los extremos, tanto de derechas como de izquierdas, son peligrosos para la defensa de los derechos fundamentales del pueblo. Del mismo modo, AMLO tiene como promesas acabar o reducir significativamente la corrupción, renegociar los TLC, terminar la guerra contra el narcotráfico (que día tras día mata civiles), fortalecer la educación pública gratuita y de calidad, redistribuir la riqueza de manera equitativa para reducir los índices de desigualdad y pobreza, y por último, pero no menos importante, buscar una relación de respeto mutuo con Donald Trump. Quizás no logre a cumplir con todo lo que prometió en campaña, pero esperamos que López Obrador no traicione la confianza de un pueblo que nos dio una lección de democracia a Colombia y al mundo: el político que es corrupto, delincuente y déspota no merece estar en el poder.

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