Martha Lucía le da sopa y seco a Duque
Opinión

Martha Lucía le da sopa y seco a Duque

No solo se trata de la inexperiencia de Duque; el recorrido profesional y político de Ramírez es impresionante, ahondando el contraste

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abril 30, 2018
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Cada uno de los candidatos a la presidencia está a la altura de su respectiva fórmula vicepresidencial. Con una excepción: la hoja de vida de Marta Lucía Ramírez barre con la de Duque. Y no es un problema de juventud.

En lo personal me siento a gusto con las llaves de centro, Sergio Fajardo – Claudia López y Humberto de la Calle – Clara López, integradas por personas respetuosas, honradas, concientes de los límites fiscales al plantear sus propuestas, claros partidarios del proceso de paz. Votaré por la primera porque considero que el país necesita una opción que haga énfasis en la educación y el conocimiento como fuentes de creación de riqueza.
Quien gane será, al menos en teoría, el presidente de todos los colombianos y no de una fracción del país. Así que, independiente de ideologías, vale la pena preguntarse acerca de los equipos que podrían pilotear la nave del ejecutivo nacional a partir del 7 de agosto.

Aunque el papel de la vicepresidencia es bastante ambiguo en términos prácticos, hay que reconocer, para comenzar, que las fórmulas de los cinco punteros tienen calificaciones de alta calidad tanto para su impreciso cargo como para el de presidente en caso de faltar el titular. Martha Lucía Ramírez, Ángela María Robledo, Claudia López, Clara López y Juan Carlos Pinzón han demostrado aptitudes de liderazgo de primer nivel en diferentes ámbitos de la vida nacional.

Sea en el ejercicio del control político y la función legislativa, o la responsabilidad en la dirección de entidades públicas o privadas, no cabe duda acerca de la enorme capacidad técnica y política de los vices, aparte de los méritos académicos. Quien quiera puede discutir sobre sus posturas políticas, pero no podrá descalificarlos en sus capacidades.

Una forma de apreciar el valor de las fórmulas vicepresidenciales consiste en cotejarlas con los candidatos al primer cargo del país, sus eventuales futuros jefes.

Sin duda, con una sola excepción, las fórmulas vicepresidenciales no solo dan la talla, sino viceversa: los candidatos a presidente están a la altura de sus vices. Las hojas de vida de los candidatos a presidente y a vicepresidente en cada una de las llaves, al margen de las diferencias en sus trayectorias, son equiparables. Pinzón, Claudia, Clara, Ángela María pueden estar orgullosas de sus jefes, verdaderos pesos pesados de innegable recorrido, independiente de su alineación política. Petro, Vargas Lleras, Fajardo y De la Calle son líderes indudables.

En donde es imposible que se cumpla tal condición es en el caso de Marta Lucía Ramírez y el candidato Duque. Sin denigrar de las cualidades conocidas y potenciales de Duque, la verdad es que su recorrido, profesional y político resulta incomparable, por negación, con el de su fórmula vicepresidencial.

No es asunto de la edad. El mundo y Colombia han contado con líderes jóvenes con peso en la cola. En general, individuos jóvenes que llegan a asumir la posición de presidente o de primer ministro cuentan con un valor acumulado respetable en el manejo del estado. Solo para mencionar casos de fuera: Emmanuel Macron, presidente de Francia a los 39, ya había sido ministro de Economía, recuperación productiva y asuntos digitales, con gran éxito. Sebastian Kurz, primer ministro austríaco a los 31, ya había ocupado el cargo de ministro de Relaciones Exteriores durante cuatro años y liderado y fortalecido la derecha austríaca. Por el vecindario, Rafael Correa, triunfa en Ecuador a los 43 después de un doctorado en la U. de Illinois, numerosas publicaciones y el ejercicio del Ministerio de Economía y finanzas y, sobre todo, con una carreta propia.

En lo local, sólo para recordar a César Gaviria, hay que recordar que cuando fue elegido presidente ya había sido alcalde de Pereira, representante a la Cámara, viceministro y ministro. Pastrana, el hombre que perdió la oportunidad de contribuir al proceso de paz, también había pasado por la alcaldía de Bogotá y contado con una amplia trayectoria en el periodismo.

En el caso de Marta Lucía, en realidad no solo juega la inexperiencia de Duque; el recorrido de Ramírez es impresionante, ahondando el contraste.

 

 

Marta Lucía Ramírez es fórmula vicepresidencial por mérito propio.
No ganó la consulta por la dificultad, por todos conocida,
de competir contra lo que Él, en su sabiduría, había determinado

 

 

Comenzando por el final, Marta Lucía Ramírez es fórmula vicepresidencial por mérito propio. No ganó la consulta por la dificultad, por todos conocida, de competir contra lo que Él, en su sabiduría, había determinado. Ha peleado con audacia en las lides políticas y construyó su propio capital político. No solo son los años de viceministra, ministra de Comercio exterior y de Defensa, su paso en el Senado (fue prácticamente la única interesada en temas aburridores para la mayoría aunque cruciales para el país, como ciencia y tecnología), experiencias documentadas y conocidas.

Hay otras facetas, más silenciosas, que se suman. Por ejemplo, Ramírez creó Tejido Humano, una fundación que recogió recursos del sector privado para impulsar proyectos productivos sostenibles, en principio orientados a miembros de la Fuerza Pública heridos en combate. Tuve la oportunidad de conocer, hace diez años, en Casanare, proyectos empresariales exitosos en los que antiguos soldados compartían la gestión, en ejemplo de convivencia pacífica, con exparas y exguerrilleros, años antes de iniciarse el proceso de paz.

En el caso de triunfar la fórmula Duque – Ramírez, el país estaría en una situación peculiar. Un nuevo presidente que, en su momento, fue candidato ungido con las reglas de juego diseñadas por Él, reticente a las ideas propias, instrumento pretendido de Él; y una vicepresidente meritoria que, como diría cualquier jefe de recursos humanos, estaría ampliamente sobrecalificada para el cargo.

 

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