Opinión

María Jimena Duzán no es la única que piensa así

Esperamos que un nuevo gobierno progresista y democrático avance un trecho realmente considerable en esta y otras materias urgentes

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diciembre 10, 2025
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Rodrigo Londoño Echeverri, presidente de Comunes, el partido nacido de los Acuerdos de Paz de La Habana, conocido en sus tiempos de militancia en las FARC como Timoleón Jiménez o Timo, y a quien el Ejército acomodó el malintencionado sobrenombre de Timochenko, publicó recientemente un post en X, en el que recomienda leer la columna de María Jimena Duzán en El País, de España, referida al Acuerdo de Paz y Gustavo Petro.

Al referenciar la columna, que lleva el título de “Gustavo Petro, el presidente que dio la espalda al Acuerdo de Paz”, Rodrigo se dirige específicamente al gobierno, comentándole acerca del valor que tiene la crítica honesta y respetuosa, a la vez que invitándolo a leerla con tranquilidad y sentido autocrítico. Todo bajo una premisa, lo imperativa que resulta la paz. No cabe duda de su identificación con el escrito de la periodista.

Desde la presidencia de Comunes se examina esa columna con simpatía, cuyo tema, por pura lealtad con Petro y su gobierno, ese partido político ha tratado siempre con enorme prudencia, pese a ser uno de los principales damnificados. La verdad, si alguna fuerza política ha apoyado cerradamente al gobierno actual ha sido Comunes, con su decena de congresistas, sin haber recibido nunca el menor guiño de agradecimiento por parte del presidente.

Por el contrario, más bien recibiendo afrentas. Como esa del afán por producir un decreto que declarara extinguidas las diez curules parlamentarias asignadas a Comunes en el Acuerdo de Paz. Este Acuerdo estableció que existirían por dos legislaturas continuas, así que estaba perfectamente claro que se acabarían en 2026. No existía la menor necesidad de expedir tal decreto, norma inútil que solo ponía de presente el desprecio por esos aliados incómodos.

Petro redujo el Acuerdo de Paz a tres puntos, tierras, desarrollo rural y verdad, cosa que volvió a repetir en la conmemoración de los nueve años de la firma durante el acto que se celebró en el Museo Nacional, el pasado 26 de noviembre. Para Gustavo Petro no han existido nunca los puntos 2, sobre participación política, 3, sobre la Reincorporación de los firmantes, ni el 6, sobre los mecanismos para la Implementación cabal de lo pactado.

Las reformas políticas previstas para avanzar hacia una democratización plena del país, así como el tema de las garantías para el ejercicio político de los que dejaron las armas y las demás fuerzas políticas y sociales antes perseguidas, no le merecen a Petro una mención. La posibilidad de que el Acuerdo sirviera como plataforma para la firma de la paz con otras organizaciones en armas, fue remplazada de entrada por la llamada Paz Total.

Que el Acuerdo sirviera como plataforma para la firma de la paz con otras organizaciones en armas, fue remplazado por la llamada Paz Total

Cuantas veces hubo que tragarse la definición del Acuerdo de Paz de 2016 como una paz chiquita, un acuerdo en las alturas entre Santos y Timochenko, que en cambio este gobierno iba a arrollar con el gran Acuerdo Nacional, que nacería de su política verdadera de paz. Su desdén por la reincorporación plena en materias económica, política, social y cultural de los firmantes quedó planteado desde el comienzo de su gobierno cuando acabó con la Alta Consejería de Paz.

En el Acuerdo Final de Paz quedó establecido que en el Plan Nacional de Desarrollo que cada nuevo gobierno debe presentar al Congreso como hoja de ruta para su administración, debe haber un capítulo específico para la Implementación del Acuerdo. Como era apenas de esperarse, Duque no cumplió con esto, limitándose a afirmar que la implementación estaba repartida en todo el Plan de Desarrollo, con el efecto real de que el cumplimiento quedara diluido y sin recursos.

Se pensó que semejante aberración terminaría una vez llegara Petro a la presidencia, pero la verdad fue que su gobierno volvió a repetir el tratamiento del anterior, tampoco hubo un capítulo específico para la implementación. Los planes normales de cualquier entidad oficial podían seguir haciéndose pasar como si fueran el cumplimiento del Acuerdo, aunque en la realidad nada se viera en la práctica de ello.

Entendemos que ninguna trasformación es completa en breve plazo, y que, además, nada se cumple de manera exacta como se pensó. Es una constante social con la que se debe aprender a convivir. Otra cosa distinta es que no exista voluntad política para avanzar con una dirección concreta, que los propósitos se queden en discursos sin hechos, que se pretenda que lo poco que se hace es suficiente para que todo el conjunto aplauda.

Seguramente habría sido peor con Rodolfo Hernández, sin que ese consuelo sea el remedio. Esperamos que un nuevo gobierno progresista y democrático avance un trecho realmente considerable en esta y otras materias urgentes. Sin petulancias, sin victimizarse todo el tiempo, sin otra defensa que culpar de todo a la oposición. Como gran parte de Colombia, optamos por mirar hacia adelante, sabemos que no sirve llorar sobre la leche derramada.

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