Manuel Zapata Olivella, el duro de la literatura afroamericana

Manuel Zapata Olivella, el duro de la literatura afroamericana

"Su obra literaria versa sobre la historia y la cultura, es decir, sobre la opresión y la violencia a la que sometieron a los más humildes de la región Caribe"

Por: Pedro Luis Barco Díaz. (Caronte)
febrero 07, 2020
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Manuel Zapata Olivella, el duro de la literatura afroamericana
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La ministra porteña de Cultura, Carmen Inés Vásquez, decidió -en buena hora- hacerle un homenaje a Manuel Zapata Olivella, ya que en este 2020 se conmemora el centenario del nacimiento de este ser humano. Es que a Zapata Olivella nada le fue lejano: vagabundo, quijote, tamborero, etnógrafo, gestor cultural, bailarín, antropólogo, educador, investigador, folclorista, médico y deslumbrante escritor de primera línea en las letras del continente.

Su obra literaria versa esencialmente sobre la historia y la cultura, es decir, sobre la opresión y la violencia a la que fueron y están sometidos los seres más humildes de la región Caribe. Escribió más de 50 libros, centenares de ensayos y artículos de prensa en los que visibilizó la tradición oral afroamericana.

Como dato anecdótico que revela su poder literario, baste con decir que en 1962 fue finalista con su obra “En Chimá Nace un Santo” en el premio de Novela Breve Seix Barral, cuyo primer puesto fue para “La Ciudad y los Perros”, de Mario Vargas Llosa. En 1963 y con la misma obra, también fue finalista del legendario concurso ESSO, que ganó Gabriel García Márquez, con “La Mala Hora”.  Lo que equivale a decir, que fue derrotado por dos “Premios Nobel” de literatura.

En 1983 publicó “Changó, el gran putas” la gran epopeya de los afroamericanos desde el África, pasando por la épica de Domingo “Benkos” Biojó, hasta la lucha del “Black Power” en Norteamérica, con su ídolo Malcon X. Es indudablemente su obra principal y una de las más importantes en su género en América. “Changó, el Gran Putas”, “es una manera de entender la historia de la humanidad en clave negra, en clave de la religiosidad yoruba”. Como lo señalo el historiador cartagenero Javier Ortiz Cassiani.

En agosto de 2004 me encontraba preparando, junto a los escritores caicedonitas Miguel Antonio Gualteros Forero y Manuel Tiberio Bermúdez, con la colaboración de la Universidad del Valle (Darío Henao Restrepo y el poeta Julián Malatesta), el “IV Encuentro de Escritores por los Derechos Humanos en Colombia.”  Gustavo Álvarez Gardeazábal nos sugirió que le hiciéramos un homenaje a un escritor que había sido uno de los defensores más vigorosos de los derechos de las negritudes o de los afrodescendientes, como ahora se dice. “Vale la pena que lo busquen y lo traigan”, -nos dijo, - “porque Cali es la capital negra de Colombia y ojalá no lleguen tarde.” Por eso Manuel Tiberio y yo fuimos hasta la capital, a invitarlo personalmente.

En realidad, de pura chiripa, Manuel Tiberio y yo, habíamos conocido a don Manuel Zapata Olivella dos años y medio antes, en un hotelito de tonos grises, de esos del barrio la Candelaria y por espacio de ocho días almorzamos y cenamos con él, sacándole sin mayor dificultad recuerdos a su vida andariega o vagabunda.  Nos impresionó su voz de adolescente caribeño, su perfecta dicción y su narrativa mágica y enfática.

Lo volvimos a encontrar, en ese agosto de 2004, en el mismo hotel, en el mismo cuarto, en la misma cama, en su misma soledad auto infringida, mucho más frágil y canoso que antes, pero igual de patillón.

Nos reconoció de inmediato. Nos recibió acostado y en la penumbra. Cuando le explicamos el motivo de nuestra visita, sus ojos chispearon de contento y con su voz de adolescente caribeño nos dijo: “Claro que voy. Tengo muchas ganas de volver a Cali.” “¿cuándo es el encuentro?”, le respondimos que en los primeros días de diciembre. “Ah, siquiera, porque no se me cruza con otras invitaciones. Antes tengo que ir a París y a Suráfrica a visitar a Mandela.” Yo pensé que estaba haciendo uso de su buen humor, porque era evidente que estaba muy enfermo y hacía mucho tiempo que no se paraba de la cama. Seguramente advirtió nuestra incredulidad porque nos aseguró, como disculpándose: “es que soy más conocido en el África que aquí en Colombia. Allá tengo varias estatuas y acá ninguna.” Nos confesó, además, que era muy amigo de Mandela y que tenía una buena relación con el presidente Mitterrand.

Pues bien, Manuel Zapata Olivella fue el único escritor invitado que no alcanzó a llegar a Cali. Murió el 19 de noviembre de 2004, a escasos 12 días del encuentro de escritores. Por eso, en su honor, colocamos su retrato en la silla de la mitad de la primera fila del escenario de la Secretaría de Cultura, donde se le dio apertura al evento. Los asistentes se pusieron de pie y le dedicaron un minuto de silencio, mientras rasgaba la noche caleña el sonido estremecedor de una trompeta.

Emociona que se le dedique este año a Manuel Zapata Olivella, “el gran putas”, como lo definió el escritor chocoano Oscar Collazos, de quien también dijo: “se paseó por las más crudas realidades hasta la alta dimensión del mito.”

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