¡Maldita tentación...!
Opinión

¡Maldita tentación...!

En regiones donde se palpa la extrema pobreza y profundos desequilibrios, sus gentes son atraídas por el agujero negro que conduce a la nefasta ilegalidad

Por:
junio 29, 2017
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 Cuando escuchamos las cifras optimistas del Dane, que nos refiere a menudo la vigorosa salud de la economía nacional, el crecimiento del producto interno bruto, el dinamismo de la construcción, el aumento del empleo y el descenso de la informalidad, a causa de los 5,13 millones de colombianos que ya no son pobres, porque existen robustas políticas de salud, mayor inversión en infraestructura, aumento en la construcción de viviendas, mayor acceso a los servicios..., hacemos la pregunta:

¿Es cierto eso?

Por supuesto que NO.  Para contagiarnos de ese irreal optimismo, es preciso vivir en una burbuja; no salir de Bogotá, ni de las áreas residenciales de nuestra capitales; permanecer sobre las zonas rosas, cenar en sus restaurantes, caminar dentro de los supermercados llenos de frutas, granos, quesos, cereales, conservas y carnes importadas, leche de almendras y productos sin gluten; sin duda necesarios y de mejor calidad que las toneladas de alimentos que producen los campesinos que habitan donde se implementará la reforma rural integral.

Si permanecemos en esa burbuja, el Dane tiene razón; pero si salimos de los relucientes centros comerciales de Colombia hacia la periferia de las ciudades, o tan solo una hora de las capitales, nos estrellamos con otra realidad y nos olvidamos del optimismo del Dane.

El Pacífico colombiano, el Catatumbo, la Guajira, los pueblos del Cauca y del sur de Bolívar, las regiones donde hay indígenas, consejos comunitarios, colonos dispersos, campesinos que habitan aldeas perdidas, sobre ese país rural donde están latentes profundos conflictos sociales, donde se palpa la extrema pobreza..., hay profundos desequilibrios; allí sus gentes son atraídas por el agujero negro que conduce a la maldita tentación de la ilegalidad.

 

En Tumaco el  84 % de la población vive en la pobreza

 

Como en tantos municipios del Pacífico colombiano, en Tumaco, mucha gente vive en la miseria. En medio de grandes anuncios, este gobierno ha empeñado hasta lo que no tiene y el ministro Cárdenas, ya raspó el fondo de la olla.

Tumaco es el ejemplo de una fallida articulación institucional: su presupuesto cercano a los $221 000 millones, deja la impresión de una mala ejecución. Informes públicos indican que el 84 % de la población vive en la pobreza y el 16,4 % en la miseria; si llueve como es natural, se va la energía eléctrica; solo el 5,7 % de la población tiene alcantarillado y el 29 % acueducto; el desempleo llega al 72 %. No hay vías decentes que conecten a sus corregimientos y veredas; no hay planificación urbana y los sistemas de salud son precarios.

A pesar que Tumaco es el segundo puerto del Pacífico; solo el 26 % de los jóvenes termina la secundaria; de ellos, el 8 % llega a la universidad, tiene un vergonzoso 18 % de analfabetismo; allí conviven con criminales que se disputan sus 17 000 hectáreas de coca.

Los jóvenes entre los 15 y los 30 años, viven en medio de inmensa vulnerabilidad que llena de tentación les grita: pasa, sigue..., ¡no hay como lo ilegal...!

Tumaco y su periferia, no pueden seguir condenados a ser un poderoso enclave del crimen organizado; el narcotráfico ha marcado su sociedad; las estaciones de combustible, graneros, ferreterías, almacenes de insumos y fertilizantes, son usados como cadena logística para los laboratorios y cocinas donde se procesa la pasta base y el clorhidrato de cocaína. Mientras los pescadores madrugan a tomar su sustento de las aguas del mar, hay quienes le hacen ojitos a la tentación del dinero fácil.

El posconflicto desafía a las instituciones del Estado y al sector privado; invita a romper la trampa de la miseria en la que se encuentra sumido este puerto y otras regiones donde se desarrollan con entusiasmo los acuerdos con las Farc. Es evidente que sobre esas regiones, el Dane acusa visión doble monocular.

El general Óscar Naranjo, vicepresidente de Colombia, y Guillermo Rivera, ministro del Interior, han comenzado a usar su buen liderazgo para animar al establecimiento a corregir el rumbo, a disciplinarse, para que se muevan con mayor velocidad; recientemente instalaron el centro integrado para la inclusión social y la convivencia en Tumaco, con el único propósito de que la gente viva mejor y que no repita su historia.

La tarea no es fácil; el poco tiempo que le queda a este gobierno y los gobiernos del futuro, deberán empeñarse hasta los tuétanos en brindar mejores condiciones de bienestar a los ciudadanos. Si la región de Tumaco y aquellas donde ha existido conflicto armado, no transforman sus territorios con economías legales fuertes, la miseria seguirá dominada por la maldita tentación de las economías ilícitas.

Sobre el país rural hay que reinventar todo: generar confianza, lograr fortaleza institucional, promover más ciudadanía y conseguir dinero para invertirlo bien.

 

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