Maduro, Cristina y Dilma: tres angelitos
Opinión

Maduro, Cristina y Dilma: tres angelitos

Si la izquierda quiere seguir contando con nuestros votos, debe ser la primera en hablar claro de nuestros países vecinos, de sus dirigentes de izquierda sucios y corruptos

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abril 29, 2016
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Ante el semanario Voz, supuesto órgano oficial del Partido Comunista Colombiano, el jurista Carlos Gaviria respondió en 2010 lo siguiente a la pregunta sobre si es una contradicción ser de izquierdas y ser corrupto:Claro, porque lo que pretende la izquierda es que los bienes públicos se distribuyan de manera equitativa y eso no se puede hacer si soy el primero que me los apropio. Es decir, para mí, que haya un funcionario de izquierda corrupto, no tiene una ética de militante de izquierda que obra siempre en función del interés público, del bien común”.

Y hoy, pasados los años de aquella respuesta, resulta inquietante que suelan responderla en términos semejantes aquellos que se dicen de izquierda y verán siempre que el corrupto es el imperialismo o el nuevo liberalismo.

Parece que la izquierda no quiere ver sus propios pecados y, si hacemos un rápido examen del manejo por parte de la izquierda de los gobiernos o ciudades dentro del mundo hispánico, la regla común es que se comportan exactamente igual a la conocida derecha.

En la Andalucía española son innumerables los escándalos de Izquierda Unida ligados con un solo asunto: corrupción, comportándose con igual soltura que sus amigos del Partido Popular o el PSOE, mientras el partido de moda, Podemos, en pecaminosos acuerdos que nunca aclaran con los gobiernos de Irán y la triste República Bolivariana de Venezuela por cifras inimaginables.

Y el mundo se sacude hoy con los casos de Brasil (tanto Dilma como Lula metidos en vergonzosos negociados), Argentina y la riqueza incuantificable de sus recientes líderes, la dictadura sin comillas de Ortega en Nicaragua y su maravillosa familia, y ni qué decir del saco de estiércol que saldrá cuando se sepa todo lo que ocurre de verdad en Venezuela.

¿Y hablamos de Bogotá en manos de la izquierda? Mejor dejemos así.

Si volvemos los ojos hacia atrás y recordamos frases tan mágicas y bellas estampadas en París en 1968, copiadas muchas de ellas de grandes filósofos y leemos "La barricada cierra la calle pero abre el camino", "La acción no debe ser una reacción sino una creación",  "Somos todos judíos alemanes", "Camaradas: proscribamos los aplausos, el espectáculo está en todas partes", "El que habla del amor destruye el amor", "Es necesario llevar en sí mismo un caos para poner en el mundo una estrella danzante", "Tomemos en serio la revolución, pero no nos tomemos en serio a nosotros mismos", "Cuando la asamblea nacional se convierte en un teatro burgués, todos los teatros burgueses deben convertirse en asambleas nacionales", "No es el hombre, es el mundo el que se ha vuelto anormal", "Todo el poder a los consejos obreros (un rabioso);  Todo el poder a los consejos rabiosos (un obrero)", “No es una revolución, majestad, es una mutación", "El patriotismo es un egoísmo en masa", "La burguesía no tiene más placer que el de degradarlos todos", "La imaginación no es un don, sino el objeto de conquista por excelencia",  "Nuestra esperanza sólo puede venir de los sin esperanza.", o tal vez la más bella de todas que dice “Decreto el estado de felicidad permanente”,  no podemos sino aplaudir aquellos sueños libertarios.

Pero no, parece que la cosa no consiste
en ser de izquierdas o de derechas,
sino en ser decente o no

 

Pero no, parece que la cosa no consiste en ser de izquierdas o de derechas, sino en ser decente o no.

¿Y el uruguayo Mojica?, me preguntarán como si su ejemplo de vida yo lo estuviera borrando de un soplo y la respuesta es que sí, un tipo decente e íntegro, como contados casos existentes también de dirigentes de la derecha o izquierda.

Todo lo anterior me lleva a concluir que aquella máxima dictada por el buen jurista Gaviria se equivoca de lado a lado.

La corrupción que nos carcome no está ligada a ser de un lado o del otro, sino en rechazar y denunciar en voz alta la vagabundería de aquel contrato de ocho mil millones del cual te damos un tres por ciento y al renovarlo lo incrementamos con creces.

Y la izquierda, si quiere seguir contando con nuestros votos, debe ser la primera en hablar claro de nuestros países vecinos, de los dirigentes locales de izquierda sucios y corruptos, tomando un partido claro y tajante y dejar de lado ese inquieto silencio.

 

Y hablando de…

Y hablando de partidos, qué bonito se ve esa final europea entre dos equipos madrileños. Y aupa el Aleti.

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