Macron: un presidente débil

Macron: un presidente débil

"Escogido por muchos como un mal menor, Macron no podrá mantener sus ambigüedades al ejercer el poder"

Por: Aymeric Durez
mayo 08, 2017
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Macron: un presidente débil

Desconocido por los franceses hace tres años, Emmanuel Macron ha ganado su apuesta al ser elegido presidente de la República francesa el 7 de mayo de 2017 con el 65 % de los votos. Si su elección recompensa su audacia y ambición, esto fue posible debido a una concurrencia de circunstancias favorables. Además, su éxito por defecto, ligado al rechazo de la candidata de ultraderecha Marine le Pen, augura una presidencia débil.

Secretario General adjunto del Eliseo y asesor económico del presidente François Hollande en 2012, Emmanuel Macron salió a la luz pública tras su nominación como Ministro de Finanzas en 2014. Fue el Ministro más joven de este cartera en la quinta República, tan solo a los 36 años. Sin embargo, decidió renunciar el 30 de agosto de 2016 con el fin de lanzarse a la carrera presidencial.

Jamás elegido y con poca experiencia, E. Macron se postuló tras haber fundado un nuevo movimiento político denominado ¡En Marcha! En aquel momento pocos observadores apostaban por una calificación a la segunda vuelta de las presidenciales. Antes de la renuncia de su ministro, Hollande había confesado a los periodistas de diario le Monde que “una aventura personal por parte de Macron no tendría futuro” (Gérard Davet, Fabrice Lhomme, Un président ne devrait pas dire ça…, Stock, 2016). Sin embargo, la renuncia inédita del mismo François Hollande a presentarse a sucederse a sí mismo, el primero de diciembre de 2016 en razón de su impopularidad, abrió el camino para Emmanuel Macron.

Mientras que los socialistas se dividían durante las primarias, E. Macron logró reunir 10.000 personas en su primer gran mitín el 10 de diciembre. Tanto la victoria del candidato más izquierdista durante las primarias del partido socialista, como el fracaso anterior del moderado Alain Juppé frente a François Fillon en las primarias de la derecha, beneficiaron a Emmanuel Macron quien se presentó como un candidato “ni de derecha ni de izquierda”.

A pesar de una carencia de claridad y de un estilo de teleevangelista, Macron se impuso poco a poco como un recurso tanto en contra del poder de los partidos tradicionales como en contra de la ultra derecha. No obstante, el evento decisivo que permitió a E. Macron entrever la victoria surgió el 25 de enero de 2017 cuando el semanal satírico "Le Canard enchainé" reveló que François Fillon había empleado a su esposa como asistente parlamentaria. Mientras que parecía como el favorito de la elección tras su larga victoria en las primarias de la derecha, Fillon padeció una fuerte caída en los sondeos.

A principios de febrero de 2017, Macron apareció por primera vez a la cabeza en los sondeos. Imputado por malversación de fondos públicos el 15 de marzo y poco apoyado por los líderes de su campo político, Fillon se quedó con el 19% de los votos y falló para clasificarse por 500.000 votos en la primera vuelta de la elección presidencial el 23 de abril.

Por su parte, Macron no sufrió por el hecho de que 50 % de sus electores declaraban no saber lo que haría si ganaba, tal como publicó una encuesta en abril de 2017. (Le Figaro, 14 de abril de 2017). La imprecisión de su programa simbolizado por su fórmula repetitiva de "y al mismo tiempo" que le permitió suavizar cada una de sus propuestas, se reveló como una fuerza. Con el 24% de los votos Macron logró no solamente calificarse para la segunda vuelta, sino también quedar de primero, aprovechándose de la transferencia de una parte significativa del voto popular de le Pen, al candidato de la izquierda radical Jean-Luc Mélenchon.

En razón de esa división política en cuatro partes con casi la misma fuerza, el resultado generó grandes frustraciones por parte de los partidarios de François Fillon y de Jean-Luc Mélenchon. Negándose a pronunciarse explícitamente a favor de Macron, este último fue blanco de ataques por parte de los cercanos de Macron y de los medios. Criticado por sus celebraciones durante la noche de la primera vuelta, Macron empezó mal su campaña para la segunda vuelta. Con el fin de federar un "frente republicano" a su favor, no dudo en usar las analogías con la segunda guerra mundial, refiriéndose al papel de ciertos colaboracionistas en la fundación del Frente Nacional.

Sin embargo, es Marine le Pen misma quien arruinó sus últimas posibilidades de victoria, por una actuación catastrófica durante el debate con E. Macron el 3 de mayo. Si bien Marine le Pen fue entonces considerada unánimemente como la gran perdedora de este debate, Macron tampoco salió bien librado. Se presentó poco convincente sobre temas importantes como la política exterior o el terrorismo, a propósito del cual no encontró nada mejor que insistir sobre los problemas psicológicos de ciertos yihadistas.

Mientras que Macron se encuentra ahora frente al desafío de obtener una mayoría en las elecciones legislativas del 10 y 17 de junio, su margen de maniobra a mediano plazo parece débil. Las encuestas la semana antes de la segunda vuelta mostraban que una mayoría de los que querían votar por el, declaraban hacerlo por defecto. Además, solamente un 24  % de los franceses juzgaban que tenía la estatura de un Jefe de Estado.

El nivel histórico de la abstención para la segunda vuelta y de los votos en blanco (4 millones) confirmaron la desconfianza hacia el nuevo elegido. Escogido por muchos como un mal menor, Macron no podrá mantener sus ambigüedades al ejercer el poder. Su proyecto de modificar el código del trabajo por ordenanzas augura un primer enfrentamiento social. Debido a su programa y su personalidad, Macron tendrá dificultades para responder a las fracturas sociales y territoriales reveladas por el voto de la elección presidencial.

Como sus predecesores, Macron podrá aprovecharse del alto margen de maniobra del Presidente en materia de política exterior. En el seno de este "sector reservado" que ocupará la mitad de su tiempo, Macron dará prioridad a la reactivación del proyecto europeo a partir de la cooperación franco-alemana. Sin embargo, sus proyectos para la zona euro: realización de un presupuesto de la zona euro con un ministro de finanzas y la puesta en marcha de una armonización fiscal, parecen poco realistas a corto plazo y van en sentido contrario a las aspiraciones de la mayoría de los franceses que apoyan una Europa intergubernamental más que federal. De la misma manera, su ambición de crear un Consejo de Seguridad Europeo corre el riesgo de enfrentarse a las tradiciones diplomáticas divergentes de los Estados Europeos.

En cuanto a la política de Francia en África y en el Medio Oriente, Macron tomó posiciones parecidas a las de François Hollande y la presencia del actual ministro de Defensa a su lado, Jean Yves le Drian, asegura una gran continuidad. Así, tras criticar la política del "ni Bachar el Assad, ni el Estado islámico" de François Hollande y pronunciarse a favor de un dialogo mayor con Rusia, Macron volvió a las posturas actuales de la diplomacia francesa, buscando encauzar la política occidental más que de definir una política independiente respondiendo a los intereses nacionales y europeos.

Apoyado por los diplomáticos atlantistas del Ministerio de los Asuntos Exteriores, Macron que se mostró embarazoso y poco claro sobre los temas internacionales durante sus intervenciones televisadas, corre el riesgo de perseguir una política que frente a la multipolarización del mundo y la necesidad de diversificar las alianzas, ya ha demostrado su estancamiento. Desde este punto de vista, mientras que Fillon, Mélenchon y Le Pen tomaron posiciones semejantes a favor de un cambio de política exterior, en particular a través un dialogo constructivo con Moscú, la diplomacia de Macron podría también presentarse como un paréntesis. Finalmente a pesar de la juventud de E. Macron, y del símbolo de renovación defendido por sus seguidores, su elección plantea de aquí en adelante el desafío de su sucesión.

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