Luis Fernando Peláez: la errancia como camino
Opinión

Luis Fernando Peláez: la errancia como camino

Por:
febrero 14, 2015
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En Cartagena, como telón de fondo entre el Festival de Música y el Hay Festival estuvo presente la exposición de  Luis Fernando Peláez con una bella muestra en el mejorado Museo de Arte Moderno. Dentro de todos los rumbos de la vida, fue una sorpresa grata que el museo tenga mejores condiciones. No las óptimas,  pero concentrar un cúmulo de expresiones humanas al borde de las murallas requiere de su peligrosa salinidad. Se necesita mucho más interés sí alguien quiere aportar al arte colombiano otra proyección de las humanidades. Más de lo que significa identidad  de las tradiciones del mejor de los  mundos. Que,es también proponer a lo propio y a la dimensión de la mirada de la ajena. Se trata de dejar el rastro impune de buscar un mundo intimo. La proyección de otro ser que dignifica el alma sin tener que  confundir la vida interior propia (perdón la redundancia) con las propiedades de los mandatos genéricos de las ansiedades de la sociedad de consumo.

Luis Fernando Peláez es un artista antioqueño que le suma a su arte una poesía especial. Su mundo artístico es eterno porque propone un viaje sin destino. Primero, vinieron los horizontes marinos desde donde algún ser humano imaginaba las rutas de la nostalgia. Después sus obras continuaron con el mismo tema de la errancia. Son crónicas del ser humano que se queda anclado mientras los otros toman rumbos propios. La vida queda encapsulada en el enjambre de la espera imposible. Y, es  verdad; el ser que se queda viviendo lo  cotidiano  observa cómo ve la vida diferente; la historia de siempre, la vida de los que queremos irnos y dejar atrás  el pasado para descubrir el presente.

La vida postergada, la vida que sigue su rumbo mientras Luis Fernando Peláez insiste en ese recurso nostálgico del recuerdo. De un viaje imposible  donde queda  la cotidianidad del presente continuo. Mientras tanto, la vida sigue con los cambios y los asombros del viajero, que se queda atrapado, la vida no es diferente. Las horas se confunden con el paso de los días y la memoria comienza  presentir un rumbo sin destino.

Luis Fernando Peláez presentó  sus viejas maletas trabajadas como lienzos  que llevan impresos los recuerdos imaginarios de su melancolía. Maletas que son el símbolo de una condición errante. Imágenes conceptuales que manejan las condiciones humanas.

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Como anota Willam Ospina sobre el trabajo de Luis Fernando Peláez: “Dimensiona su capacidad poética de lo que había sido agredido, convertido en deshecho”. O, como lo confirma, desde otro lado de la moneda, Manuel Mejía Vallejo: “Siempre la poesía emerge en estas crónicas de la errancia , donde deja su huella para el ardor de los ojos, para el descanso del color en todos los caminos, y en ellos el dominio de los materiales, su juego certero en el espacio, con el sueño, la soledad y el tiempo, que han logrado un mundo de misterio sobrecogedor”.

 

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