Los títeres de William y Carolina que le cambian la vida a los niños

Los títeres de William y Carolina que le cambian la vida a los niños

Con imaginación y juego este par de teatreros ha llevado el mensaje del respeto a los derechos humanos en medio del ruido de las balas, sin que nada los detenga

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diciembre 05, 2022
Los títeres de William y Carolina que le cambian la vida a los niños

William parece un indígena piel roja. Tiene el rostro delgado y decorado con rasgos aguileños y finos. Tiene el pelo liso casi hasta la espalda. Muy pocas hebras conservan el negro de la juventud. Por su parte Carolina no se puede quitar de encima la pinta de maestra de escuela; de aquellas maestras bonachonas, tiernas y pacientes con sus alumnos. No se han separado desde que él, un hippi artista plástico y teatrero de 22 años la enamoró y se volaron de Ocaña, Norte de Santander, hace un poco más de 40 años. Ella tenía 17 y apenas se había graduado de la Normal de señoritas del municipio.

William Ruano Sotelo y Carolina Forgioni Angarita son Grillote, un colectivo familiar que se ha dedicado a enseñar, educar y formar a niños y grandes, principalmente, a través del teatro de títeres comunitario.

William aprendió de teatro viendo por las hendijas de los salones del Instituto Popular de Cultura de Cali, donde lo que sí estudió fue Artes plásticas. Colando el ojo por las puertas y ventanas captó el cómo hacer escenas, dirigir y actuar. Se enamoró del cerrado mundo de las personificaciones, al que no pudo entrar en aquellos años porque no contaba con un cartón que le diera la seguridad necesaria para exigir el respeto que al cabo de unos años se ganó con la puesta en escena de obras que le valieron premios, reconocimiento y millones de aplausos.

Después de volarsen de Ocaña, la jovencita de 17 años y el artista fueron a parar a Cali, donde William empezó a dictar artes en la misma entidad donde las estudió, donde se encontró de frente con barreras a sus ideas de darle vuelta a los modelos, para él, arcaicos de formar estudiantes, mientras que Carolina, con su formación normalista, logró ubicarse como profesora de una escuela.

No duraron mucho tiempo en la ciudad de la salsa y un par de años después, ella ahora con la pasión del teatro y las artes metidas entre sus venas y él ahora encantado con la formación académica, regresaron a Ocaña y allí montaron un colegio preescolar privado al que llamaron El Grillote, donde educaron a los niños con su ideología en la que revolvieron el arte, la conservación ambiental y las artes con la tradicional formación académica.

El grillote hace teatro comunitario con campesinos, indígenas, y negritudes y especialmente con niños.

El preescolar fue un éxito. Se consolidó durante varios años seguidos como el mejor jardín infantil de la región. Enseñaban como lo querían ellos, más alejados de las aulas y más con la experiencia de la naturaleza.

Después de vender el colegio, para seguir el camino de buscar nuevas formas de comunicar y de enseñar el mundo, crearon el colectivo de teatro y artes Grillote, con el que han trabajado por más de 40 años y que hoy los tiene reconocidos como uno de los grupos de artes y teatro popular y comunitario del sur del país, consolidándose como de los pocos profesionales dentro del teatro de títeres.

Hoy los teatreros viven en Caloto, en el Cauca, en una casa gigante de puertas abiertas que más parece un pequeño zoológico ataviado de árboles y plantas curanderas, con las que William se trata a sí mismo y a los suyos, con la experiencia ancestral de sus abuelos que eran indigenas del mazizo colombiano entre el Cauca y Nariño. Tienen perros, patos, ganzos, peces, una cabra que daña todo lo que se encuentra a su paso, pavos reales y hasta un halcón herido que les llevaron para recuperación. Porque ellos también recuperan animales silvestres para luego soltarlos en los bosques cercanos.

La casa de William y Carolina está atravesada por la mitad por una pequeña corriente del Río grande, que cruza por el municipio. En aquella casa el paso del río se escucha todos los segundos del día. Tiene un par de malocas para sus clases de teatro o sesiones de yoga y relajación.

A lo largo de estas cuatro décadas, los esposos teatreros se han recorrido las veredas más alejadas y recónditas del país motando obras comunitarias con las cuales, principalmente, enseñan o atacan o visualizan alguna problemática social y política de las comunidades, para que sean ellas mismas, desde los talleres que lideran quienes brinden sus propias respuestas y soluciones.

Les gusta hacer talleres con niños, porque son quienes mejor entienden el arte. Han trabajado con comunidades negras, indígenas y campesinas a las cuales les ayudan a reencontrarse, revalorizarse y reentenderse a través de los títeres, las máscaras y las representaciones artísticas, culturales y sociales. Wiliam y Carolina están convencidos que el arte y la cultura y el preservación del medio ambiente es lo único que le entrega paz y armonía al cuerpo, al alma y a la mente y hace personas mucho más sensibles con la tierra y el otro y en esa tarea llevan 40 años y quieren morir entre los títeres.

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