Los médicos y sus hobbies
Opinión

Los médicos y sus hobbies

Por:
marzo 28, 2014
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Cuando yo era estudiante un pedante profesor quien daba clases con fular de seda al cuello dijo algo que me irritó sobremanera: “Muchachos, para ustedes y para mí la medicina es y debe ser un hobby”. Ese profesor estaba de hecho más interesado en su membresía y posición en ciertos clubes sociales que en su oficio médico.  Creo que nunca tuve la disposición ni busqué la oportunidad  de consultarle un caso.

Años después cuando hacía estudios en un hospital norteamericano una guapa profesora de medicina interna dijo en una conferencia: “Medicine is my lover”. El comentario me molestó un poco, no sé por qué. Quizás pensaba que aquella atractiva mujer merecía un mejor amante pues había días en que yo odiaba mi trabajo de residente. O sus palabras me parecieron muy light ante mis propósitos de cambiar el mundo o algo así con la medicina como instrumento, no amante.  De todas maneras he pensado por mucho tiempo en la relación de mis compañeros médicos con su trabajo, entretenimientos y hobbies.

No me refiero a colegas cuyo verdadero trabajo es la política, la ganadería, el criar perros o el golf (me dicen que uno sufre mucho persiguiendo una pelotita por verdes prados en tardes soleadas). En esos casos la medicina es una ocupación ocasional.  Quiero pensar un poco en aquellos cuyo trabajo fundamental es o ha sido la medicina, ¿cómo se entretienen? ¿Cuáles son sus hobbies?  Y cual es la relación de estas actividades no médicas con la pasión de diagnosticar y tratar enfermedades. Dos o tres casos ilustrarán ese interesante equilibrio.

El oftalmólogo  Howard Schatz (Eye World News magazine, noviembre 2013) tuvo una brillante carrera como especialista en retina por muchos años en San Francisco, California. Un día empezó a tomar fotos en serio todos los sábados hasta convertirse en fotógrafo profesional con varios libros y exhibiciones. Su última publicación se titula Pillado en el acto. Son retratos de artistas de cine y televisión a quienes les da unas indicaciones cortas para capturar su reacción facial y corporal en ciertas situaciones. Al actor Peter Dinklage, protagonista de pequeña estatura en la conocida serie Game of Thrones, le dio estas instrucciones para tomar su retrato: “Usted es un niño con amigdalitis por estreptococo y responde con entusiasmo a la orden de su médico de sacar la lengua y decir ¡aaaaah!”:

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A otro le pidió que representara el hijo de un famoso neurocirujano quien desesperado por enorgullecer a su padre se presenta a un programa de especialización y es rechazado por décima vez:

Med2

Los retratos que consigue Schatz son fenomenales.  Imagina esas poses como médico y afirma: “Mi educación médica me ha ayudado mucho como fotógrafo, creo que pasé de la medicina a la fotografía con algunas ventajas”. El detalle importante es que Schatz usa su experiencia médica  para hacer su arte. Arte que comenzó como un hobby y va más allá de la medicina. Aunque ya no hace práctica clínica no ha abandonado su primer oficio.

Uno sigue pensando como médico cuando un hobby se convierte en algo más que un entretenimiento.  Yo quería ser escritor desde antes de los diez años.  Heme aquí escribiendo todas las semanas de medicina. Con cajones llenos de poesías como un breve poema a la placenta y entre otros uno más largo describiendo una autopsia.  Pero nunca intenté novelas o cuentos como los proverbiales poetas secretos.

El más célebre médico escritor es el genial cuentista Anton Chéjov. Su más famosa novela corta, que impresionó profundamente a Lenin, es La sala número seis.  Allí narra como un médico en un sistema injusto y primitivo de salud se interesa por los enfermos mentales y va convirtiéndose él mismo en uno de ellos. A mí me impactaron las últimas oraciones del relato que retratan de una manera poética la muerte del protagonista.

Chéjov no habría podido escribir eso sin ser médico. Empezó a publicar relatos cuando era joven para pagarse los estudios y nunca dejó de ser médico. Siempre atendía consultas de los aldeanos vecinos a su finca de verano. Jamás retiró de la puerta de su residencia la placa que anunciaba su profesión. Murió de tuberculosis (enfermedad de médicos en aquella época) a los 44 años tras ocultar su padecimiento a familiares con típica negación de médico.

El origen de la frase “medicine is my lover” de aquella guapa internista se halla en una errada cita de una carta del escritor ruso a su editor A. S. Suvorin: “La medicina es mi esposa legítima, la literatura mi amante; cuando me canso de una paso la noche en la casa de la otra”. ¿Quién es esposa, quién amante? Buena pregunta pero como Chéjov y otros médicos escritores, fotógrafos o artistas no se abandona ni una ni la otra.

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