"Los libros y la investigación universitaria no son más que un pasaporte para el ego"

"Los libros y la investigación universitaria no son más que un pasaporte para el ego"

"Son autores avalados por pares iguales de cortos de imaginación e ideas, que cepillan para cuando a ellos les toque"

Por: Álvaro Muñoz
agosto 09, 2017
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Foto: Shutterstock

Los autores-investigadores de libros, artículos de revistas (en especial virtuales) y documentos de casi todos los pelambres no pasan de ser unos plagiadores, repetidores, loras de academia, no son solo anodinos, ni seres que no aportan, sino que además son soberbios, se creen poseedores de la verdad, no admiten duda a sus plagios y a sus afirmaciones plagadas de lugares comunes, por completo exentas de rigor y confrontación con la realidad.

Citan tanto un solo texto, que bien podrían, antes de siquiera tener la intención de permitir que se talaran tantos árboles para imprimirlos, recomendar el libro de base. Son demagogos que creen que hacen ciencia, cuando solo llevan a cabo pobres revisiones bibliográficas que luego dizque sustentan con una bibliografía tan nutrida, tan copiada de internet, que esta resulta más voluminosa que el mismo cuerpo del texto. Referencias trasnochadas y machacadas hasta el cansancio. Y eso que hay algunos que llegan a extremos aún más penosos, se citan a sí mismos, con la vana creencia que lo que en el pasado plagiaron, copiaron o medio desarrollaron  (si hubo suerte) es un dogma o un postulado que vale la pena recordar una y otra vez. Carreta y más carreta.

Son autores avalados por pares iguales de cortos de imaginación e ideas, que cepillan para cuando a ellos les toque. El tema, que casi siempre ocupa 300 páginas o más, bien podría evacuarse en dos, porque siempre repiten lo mismo. Se olvidan que los trabajos de Watson y Crick sobre el ADN fueron esbozados en una sola página de la revista Nature.

Siguen protocolos foráneos, algunos anticuados, sin piso real, llenos de formalidades absurdas, que los lleva a que incluso cuando hablan de Jesucristo o Mahoma tienen que citar a La Biblia o al Corán como referencia al pie de página, en aras de un falso rigor investigativo. Incluso, cuando en el desarrollo de un trabajo se supone que todo lo dicho en él corresponde a la cosecha del autor, ellos, por ejemplo, se dan créditos por una tabla, un listado o un diagramita que obviamente está dentro del desarrollo del escrito (plagio), todo, incluso a riesgo de quedar en ridículo al anunciar “autoría propia”, “traducción propia”, porque la norma de moda así lo manda.

Algunos, además de cometer mil erratas, las cuales no son susceptibles de ser corregidas por ningún experto ni advenedizo, se escudan en un lenguaje seudopoético y rebuscado, destinado a despistar, para evitar que se note la falta de novedad. Eso sí siempre exaltan el uso de la primera persona, para ellos, el impersonal, decente, adecuado y modesto, no existe.

Los libros y la investigación universitaria no son más que un pasaporte para el ego y las ganas de verse publicado, así sea en un tiraje de no más de 100 ejemplares que nadie, a no ser los estudiantes obligados a ello, va a leer.

Son pavos reales con plumas falsas, usan una vistosidad anticuada y ajena. Solo se preocupan por llenar páginas, porque en el resumen o abstract se dice lo mismo que en la introducción y por supuesto que en las conclusiones. Por su parte, la bibliografía es extensa y dudosa y se repite hasta el cansancio en las notas al pie de página. Además siempre se remiten al anterior capítulo, al último acápite, para hacer un recuento de lo ya machacado hasta el cansancio, dicen lo mismo, adornado con frases ególatras y vacuas como: “como ya habíamos anticipado, como dijimos antes, como ya tratamos en el acápite o párrafo anterior…”, todo para llenar el mayor número posible de páginas.

Si son abogados, no se cansan de usar locuciones latinas y expresiones arcaicas, en una época en que los chicos leen en el celular.

Creen que los lectores son tarados, que tienen que repetirles hasta el cansancio una misma idea, que además no es de la cosecha propia de esos supuestos escritores.

En fin, qué se puede esperar de la ciencia, la tecnología y la producción intelectual local con estos presuntos productores de libros, documentos y artículos. Por esta senda, Colombia seguirá siendo un país subdesarrollado y habrá que esperar, como lo propuso la ministra de educación en un encuentro en Barranquilla con rectores de universidades públicas y privadas, no seguir gastando recursos de manera inoficiosa, porque “recursos sí hay, pero no sabemos cómo hacer para que fluyan. Si no hay proyectos buenos, prefiero que no se muevan”.

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