Los dos gestores culturales de Buenaventura que con marimbas y tambores hacen paz

Los dos gestores culturales de Buenaventura que con marimbas y tambores hacen paz

Alba y Baudilio han sufrido en carne propia la violencia diaria del puerto más importante de Colombia. Sin embargo, todos los días trabajan con niños para convertirlos en artistas de exportación

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octubre 02, 2014
Los dos gestores culturales de Buenaventura que con marimbas y tambores hacen paz

Alba Aramburo, cantaora de Buaneventura dice que la paz tiene melodía. A veces suena a currualo y otras veces a arrullo: “Es música, porque la música lo arregla todo, y es aquel pilar dónde sostenerse, para resistir. Yo lo tengo comprobado” dice Alba. Para Baudilio Cuama, otro gestor cultural del puerto, la paz suena a Marimba, el piano de la selva, que surgió de los esclavos negros, de su espíritu alegre, luchador, rebelde y solidario.

Ambos siguen viviendo en Buenaventura, el puerto principal de Colombia a orillas del mar Pacífico, donde los edificios se pintan de moho y se vende por igual en las aceras pescado fresco o gigantescos televisores y equipos de sonido de última generación. Puerto donde relucen en las calles las camisetas marcadas en el dorsal con el 10 de James, pero donde la paz se quedó en medio del camino, en una ciudad denominada  ‘La capital del horror’, debido a la creciente expansión de viejos problemas que afectan a Colombia.

Ambos también son cultores, como dice Baudilio, y se encargan de mostrar, enseñar y llevar por el mundo las músicas tradicionales del pacífico sur. Ambos son víctimas de la guerra. Alba perdió a su esposo, después un hijo y por último una hija. Baudilio vive hace 40 años en uno de los barrios más peligrosos de Buenaventura, donde los soldados parecen de adorno y las calles aunque vacías, emanan una presencia que vigila, que lo sabe todo aunque nadie diga nada. Los separa el legendario puente El Piñal -Baudilio vive en la isla y Alba en la Buenaventura continental-. Por su trayectoria musical se conocen, pero es su experiencia de vida lo que los hace luchar. La música para Alba y Baudillo es su riqueza y su salvavidas.

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“Aquí todavía hay gente que me necesita, aquí se necesita el sonar de la marimba, ese piano de la selva puede cambiar muchas cosas” dice Baudillo. La música les da a los niños la capacidad de soñar.

Una riqueza que se ha visto amenazada por el desplazamiento forzado y el terror que se infunde para abrir paso al cemento que tanto se confunde con progreso, además del  mono cultivo en los campos que dejan sin recursos a los habitantes de la región. Precisamente en las zonas donde hay más terror y existen las famosas casas de pique, es donde se planea el proyecto de ampliación portuaria.

Entonces aparece lo que llaman empobrecimiento ilícito; paradójicamente en las regiones más ricas como el pacífico, se encuentran las comunidades más pobres. Los nativos quedan marginados y sobreviven de su cultura, mientras hacen esfuerzos para que esta resista. Baudilio aprendió a tocar la marimba a los 6 años viendo tocar a su padre. Ahora se la pasa en su taller haciendo bombos, cununos, y marimbas para vivir y exporta. Quiere expandir su riqueza cultura, para que ella crezca y además la enseña, para que se mantenga vigente. Alba canta desde que tiene 5 años, es la herencia genética de su padre, canta la realidad, para que perdure y se reconozca, para recordar la vida en el campo, las faenas de pesca y de cultivo, le canta al amor y a la paz. Y canta para resistir, porque además de ser maestra y ser la voz líder del grupo Buscajá, desempeña la que define como la labor más triste del mundo: “Criar a los hijos sin padre”. Cantar es lo único que la mantiene en pie, es aquello que le devuelve la sonrisa que la violencia tanto le ha intentado robar.

Sentada en la terraza de su casa, divisando Buenaventura sugiere: “Aquí a veces se dice que el problema es por falta de oportunidades, que no hay empleo, a veces uno cree que ya va calmando, pero siempre andan por ahí los malandros, nunca faltan -y propone- hay que mantener los muchachos ocupados. Que tengan algo que hacer en su tiempo libre”. Ahora está empeñada en inmortalizar la canción que le escribió a la paz y que Colombia la cante tanto como el himno nacional. Pero sobre todo sueña con: “Poder decirle al mundo cómo es el pacífico y que se puedan hacer festivales en todas las comunidades. Que la música crezca más. Que vamos a  otros lugares. A mí me gusta estar donde está el que lo necesita, allá quiero que estén la música y las escuelas. Lo que otros no hacen yo lo hago, como pueda. Quiero ver la gente contenta, alegre. Quiero que se pueda vivir de  esta riqueza”.

Calle Piedra Canta

Por su parte, Baudilio que habla orgulloso de la música del pacífico y de su marimba, baja la vos para hablar de la situación del puerto. Casi susurrando se encoge como guardándose dentro de su cuerpo.  La situación no es alentadora pero él quiere cambiarla con ayuda del  piano de la selva. Por eso saca su marimba a la calle y les presta instrumentos a los niños vecinos y se ponen a tocar, a cantar, a bailar, a intentar olvidar por un momento que Buenaventura es el territorio más custodiado del país y donde más se comenten homicidios por número de habitantes (121 asesinatos, 23 de ellos mujeres y 8 menores desaparecidos, denunció a principios de septiembre el senador Alexander Lopez).

Decía el médico, antropólogo, folclorista y escritor Manuel Zapata Olivella, en el documental La otra cara de Colombia, realizado por la Fundación Colombiana de Investigaciones Folcloricas en 1975 que: “La más rica de las tradiciones aprendidas de nuestros mayores es el conocimiento y comprensión de nosotros mismos, de la tierra donde nacimos y donde sembramos nuestros hijos. Entonces, el país deja de ser una gran colcha de retazos, simples comarcas aisladas para convertirse en un ideal de 25 millones de colombianos”.

Las músicas tradicionales enorgullecen mucho pero se valoran poco, han sido un símbolo de resistencia para los que un día fueron esclavos y hoy son víctimas. Esa música expresa el sentir de un pueblo que pide paz  y además construye la identidad que se necesita para reconocerse, para poder perdonarse. Baudilio y Alba son gente de paz, pues a pesar de ser el blanco de una guerra ajena, han dedicado su vida y su arte a la construcción de la reconciliación y el perdón para ir consolidando un buen camino.

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