Los buenos suegros sí existen
Opinión

Los buenos suegros sí existen

Por:
abril 16, 2014
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No sé qué está pasando, pero últimamente mi vida se ha visto sorprendida con la muerte o la enfermedad severa de seres muy cercanos y muy queridos. Me pregunto si es que a estas alturas las cosas son así; no me he tomado el trabajo de llamar a los muchos sicólogos conocidos que tengo, porque regularmente estas reflexiones prefiero hacerlas por mí misma y luego consultarlas… Y así me lanzo hoy, sin consulta, en este espacio que cada día siento más propio.

Me he casado dos veces; sí, soy reincidente y sin arrepentimientos, ¡pero ni uno más! De mi primer matrimonio tengo dos grandes legados: mi hijo mayor y mis exsuegros, y es de ellos de quienes quiero hablar. Gladys es esa señora prudente, nada entrometida, dulce y con mucho tacto para hacer sugerencias; ella es la suegra que todas las mujeres soñamos ¡Cero conflictos! Don Hernando, motivo de inspiración de esta columna, es un ser excepcional; con defectos como todos los mortales, pero un supersuegro. Con él construimos una relación maravillosa. Siempre tuvo el sitio preciso donde conseguir repuestos para la olla a presión, o lo que se necesitara; dónde comprar las llantas del carro más baratas y era un magnífico compañero para hacer mercado; siempre sabía qué estaba en cosecha, más barato y dónde lo estaban vendiendo. ¿Pero saben qué era lo mejor de contar con él? Justamente que uno siempre contaba con él; siempre estaba ahí listo a apoyar. Siempre he sido muy inquieta con la decoración de mi casa, así que como no tenía taladro, don Hernando era el preciso. Con un sentido del humor fantástico, tal vez por eso nos entendimos tanto, me acompañaba y me ayudaba en esas labores de hogar, y cada que taladraba para meter un chazo decía en su acento caldense: “Vea María Clara, estas paredes que hacen ahora se desbaratan con nada; entró el taladro como en viuda”. Desde la primera vez me reí mucho; disfruté mucho de sus comentarios paisas.

Hoy don Hernando está muy enfermo. Los años no pasan en vano. Estuve visitándolo en la clínica y me entristeció mucho verlo enmudecido y casi sin movimientos. Ya no había chistes ni conversaciones amenas, sino mucha expectativa por su salud y muchas lágrimas de él por su imposibilidad de comunicarse. ¿Pero saben una cosa? El cariño aunque no se diga se siente y se puede interpretar. Durante la visita hubo un momento en el que le dije que él sabía que yo a él lo quiero mucho y con su mano hizo una señal desde su corazón hacia mí. Cuando me fui a despedir intentó hablar insistiendo en decir algo que nadie entendió pero yo sí: “Don Hernando, ¿usted me quiere decir que me quiere mucho? Y asintió con la cabeza y quedó tranquilo; “Usted sabe que yo también lo quiero mucho. Mejórese y lo vuelvo a visitar por estos días”, apreté sus manos y di la vuelta con un nudo en la garganta.

Excúsenme lo personal del tema, pero en esta Semana Santa los quiero invitar a expresar su pasión, su amor, su gusto, su cariño y —sobre todo— su gratitud a las personas que han alegrado sus vidas. A Gladys y a don Hernando mis agradecimientos siempre por respetar mis decisiones y acoger a mi nueva familia. Créanlo o no, los buenos suegros sí existen.

¡Feliz resto de semana!

 

 

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