Lo único que funcionó en este Gobierno fue el Twitter de Petro

Lo único que funcionó en este Gobierno fue el Twitter de Petro

A un año del fin de su mandato, Petro navega entre promesas rotas, reformas hundidas, divisiones internas y un país con guayabo institucional

Por: David Arturo Montero Forero
junio 05, 2025
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Lo único que funcionó en este Gobierno fue el Twitter de Petro

A Gustavo Petro le queda poco más de un año en la Casa de Nariño y se va como llegó: peleando en Twitter, convocando a las calles y cantando —muy desafinado— los coros del “cambio” prometido. Su Gobierno, que arrancó con expectativa, hoy navega entre reformas fallidas, tensiones institucionales, renuncias y un gabinete más disuelto que aguardiente en canelazo.

A falta de resultados, se multiplican los alfiles que callan, los que se distancian y los que se van. Y entre tanto ruido, algo se apaga. El fuego del progresismo que prendió en 2022, hoy se reduce a chispazos aislados. En este escenario de tragos amargos, arengas desafinadas y guayabo institucional, vale la pena repasar qué nos deja esta resaca de poder.

La mujer que fue símbolo del cambio hoy es la vicepresidenta invisible. Francia Márquez, quien antes levantaba la voz por los “nadies”, ahora brilla por su ausencia en las grandes decisiones. Dicen que Francia se encuentra más perdida que Petro en Paris; apenas aparece para cumplir actos protocolares mientras en Palacio deciden sin ella. No es chisme de pasillo: hasta su aliado Gustavo Bolívar confesó que “Francia está muy triste” porque la pusieron a armar el Ministerio de la Igualdad durante un año y cuando iba a mostrar resultados, la sacaron abruptamente de allí. 

Márquez pasó de ser la figura aguerrida que recorrió el país en campaña a una funcionaria decorativa, molesta porque siente que no le dan protagonismo. ¿La culpa? Algunos dirán racismo en el Gobierno, otros que Petro no soporta las voces críticas cercanas. Su bajo perfil alimenta rumores de ruptura, e incluso se habló de que renunciaría para hacerle contrapeso a Petro, pero por ahora ella sigue ahí, aguantando en silencio. Irónico: la primera Afrovicepresidenta de Colombia, luz de millones, confinada a la sombra por el mismo Gobierno que prometía inclusión.

Y si la Vicepresidenta desapareció del mapa, no corrió mejor suerte el alfil más leal del petrismo. El libretista de “Sin tetas no hay paraíso” descubrió que sin reformas tampoco lo hay. Gustavo Bolívar, exsenador y mano derecha del petrismo, terminó más ignorado que un vegetariano en un asado. Petro lo nombró director del Departamento de Prosperidad Social tras su fallida aspiración a la Alcaldía de Bogotá, quizás para mantenerlo ocupado repartiendo ayudas. Bolívar trabajó juicioso, recorrió pueblos y hasta armó su informe de gestión con souvenires de comunidades. ¿El pago? Un desplante público de su jefe: cuando Bolívar anunció su renuncia para buscar la Presidencia, Petro lo regañó en tarima y le retiró el uso de la palabra frente a todos. “Persona que renuncia no habla en estos eventos” le espetó el mandatario en Tibú, cortándolo en seco.

Esa frase, digna de patrón de hacienda, lo dejó mudo y marcó el final de la luna de miel. Horas después se filtró la carta de renuncia en la que Bolívar pedía salir del cargo el 16 de mayo, tras apenas 14 meses en funciones. Se va agradeciendo y sin “hablar mal del Presidente”, pero la herida quedó. Para colmo, Petro tampoco respaldó la nueva aventura de Bolívar: el excongresista se lanza a la presidencial de 2026 “sin el guiño de su mentor”, quien duda de su potencial más allá de la izquierda. Ahora fuera del Gobierno, Bolívar pasó de ser alfil del “cambio” a peón sacrificado. Al final empacó maletas diciendo que se va “triste, pero con deber cumplido”. Traducción: lo dejaron viendo un chispero. Otro cercano defenestrado más, suma y sigue.

Pero no solo los alfiles caen. Las piezas claves del programa de Gobierno —las reformas sociales— también terminaron por derrumbarse. La reforma a la salud está más embolatada que contrato en Foncolpuertos. Tras meses de debates y marchas de apoyo, hoy yace en coma en la Comisión Séptima del Senado. Un enredo legislativo digno de realismo mágico la tiene bloqueada: el Gobierno pidió mensaje de urgencia para otro proyecto menor y, por ley, la comisión no puede discutir nada más hasta resolverlo. Resultado: la reforma a la salud sigue en espera de un milagro, con los días contados antes de que venza el plazo legislativo del 20 de junio.

El propio Ministro de Trabajo admitió que la salud “amenaza con hundirse”, anticipando que los mismos senadores que tumbaron la laboral harán lo propio con la sanitaria. Fracaso cantado. Por su parte, la reforma pensional corre otra suerte (igual de triste): aprobada a pupitrazo limpio en 2024, hoy pende de un hilo en la Corte Constitucional. Una tutela por vicios en el trámite tiene congelada su entrada en vigor, y Petro anda en pataleta tuitera contra los magistrados. Si la Corte tumba la ley, ya tiene listo a quién culpar: el imperialismo, la derecha, la banca o el horóscopo. El hecho es que a junio de 2025 las promesas de campaña naufragan en el Congreso y los estrados. Ni el “cambio” ni el “vivir sabroso” asoman por ningún lado. Y el pueblo, usado como escudo retórico, sigue esperando soluciones que no llegan.

Pero en Macondo cualquier cosa puede pasar, incluso que un embajador caído en desgracia resurja como presidente encargado. Armando Benedetti —recordado por los audios explosivos donde amenazó con “hablar hasta que se hunda el barco”– volvió del exilio diplomático para convertirse en Ministro del Interior… y ¡sorpresa! terminó asumiendo funciones presidenciales mientras Petro viaja. Sí, leyó bien: Petro decidió que Benedetti fuera ministro delegatario con funciones presidenciales durante su ausencia en la posesión del presidente de Ecuador, del 24 al 26 de mayo. Ni Francia Márquez ni otro alto funcionario: dejó a Benedetti al mando de la tiendita. Benedetti, feliz, jugó a ser presidente por 72 horas, mandando más que portero de discoteca. ¿El zorro cuidando el gallinero? Tal cual.

Que el hombre investigado por financiación dudosa de la campaña ahora sea depositario interino del poder es, como mínimo, un mal chiste. Pero en la lógica petro-macondiana, Benedetti era el idóneo para “mantener el orden” (o los secretos) mientras el jefe no estaba. El episodio desató críticas hasta de los fans pero Petro, terco, hizo oídos sordos. Al final, Benedetti cumplió su mini-encargo sin desastres conocidos –no alcanzó ni a redecorar la oficina–, pero el precedente quedó: un Gobierno que pregona ética terminó premiando al más polémico de sus alfiles. Punto extra de discordia: ¿y la Vicepresidenta? Bien, gracias; a Francia ni la tuvieron en cuenta para encargos presidenciales. Otro ninguneo más en su contra.

Y mientras el gabinete se achica y las reformas fracasan, Petro sigue apostando a su fórmula favorita: el pueblo en la calle. Cada vez que el Congreso le frustra un capricho, recurre al megáfono y convoca movilizaciones. El 1 de mayo arengó por Twitter que “la espada de Bolívar en manos del pueblo” saldría a defender la consulta popular. Pero la realidad le aguó la fiesta: las marchas tuvieron menos fuerza que wifi de terminal de transporte. La Plaza de Bolívar ni se llenó, la asistencia fue pírrica, y el gran paro nacional proconsulta fue un fiasco. ¿Y qué hizo Petro? En lugar de admitir la derrota, salió con un tecnicismo cantinflesco: “una huelga no es una manifestación… la huelga la convocan los trabajadores, las marchas cualquiera, incluso el presidente”, explicó en Twitter.

Claro, presidente, lo suyo no fue paro, fue desfile. ¡Faltaba más! Encima, tras perder la votación en el Senado para su consulta (49 votos contra 47), decidió ignorar la separación de poderes e insistir en convocarla por decreto, alegando que “no se leyó bien la proposición” y proclamando que “el poder soberano no se puede acallar”. O sea, si el Congreso no obedece, él igual hará su voluntad a decretazos. ¿Estado de derecho? Bien, gracias. Petro gobierna con megáfono en mano, llamando a la gente a la calle un día sí y al otro también, como si el país se manejara a punta de plaza pública y tuitazos incendiarios. Cada llamado suyo a “defender el cambio” termina minando un poco más las instituciones. Esa actitud de “si no gano, pateo el tablero” nos tiene al borde de una crisis institucional. Ya tuvimos un caudillo que desde el balcón enfurecía masas. Repetir la historia, ahora con Twitter y espada en mano, es jugar con fuego.

Después de tantos desatinos y desencantos, queda un sabor amargo en el paladar nacional. Petro llegó como redentor de la izquierda y termina enredado en sus propias contradicciones; Francia Márquez pasó de esperanza de los excluidos a figura decorativa ignorada; Bolívar de ideólogo cercano a renunciado silenciado; Benedetti de apestado a presidente interino de fin de semana; y las reformas de promesa histórica a papel mojado. En este carnaval de egos y extremos, pierden la institucionalidad y perdemos todos.

A estas alturas, ya no queda mucho por romper. El gabinete está menguado, las reformas naufragan, y el presidente insiste en gobernar desde la tarima, como si la aclamación sustituyera al Estado de derecho. El país entero vive en una especie de domingo de guayabo cívico, con la sensación de haber creído en algo que no fue y el miedo de que lo que venga pueda ser aún peor. Frente a este panorama, solo queda hacer lo que haríamos tras cualquier fiesta que se salió de control: levantar los vidrios rotos, contar las sillas y buscar un antiácido efervescente.

Y mientras intentamos digerir los excesos de este Gobierno, conviene pensar en lo que sigue. Porque entre el guayabo institucional y el desencanto generalizado, todavía queda espacio para un último trago de sensatez. Un sorbo de moderación. Un brindis, por fin, por el centro.

Tal vez este caos sirva de lección para que Colombia despierte del embrujo de los mesías de izquierda y de derecha. Ni el culto ciego al “cambio” radical de Petro, ni el extremismo regresivo del otro lado, ofrecen el rumbo sensato que el país necesita. Es hora de bajarle la temperatura a la polarización y buscar ese centro donde quepamos todos los que deseamos un país gobernable, sin circo diario ni caudillos iluminados. Que surja un liderazgo de consenso que respete las instituciones y construya los cambios sin imponerlos a grito limpio.

Brindemos, pero con un tinto, para que Colombia despierte, se sacuda la resaca y se aleje de los extremos. Que encuentre equilibrio en la decencia y la cordura. Aunque el presente deje la cabeza dando vueltas como después de un mal guaro, no perdamos la fe: tras este guayabo institucional que no se cura ni con caldo de costilla ni con plaza llena, el país merece un liderazgo sobrio, sin exaltados al timón ni discursos con megáfono. Un final feliz, lejos de tanto extremo. ¡Salud!

También le puede interesar:

Sigue a Las2orillas.co en Google News
-.
0
Nota Ciudadana
¿Cuántos políticos más deben caer para que reaccionemos?

¿Cuántos políticos más deben caer para que reaccionemos?

Nota Ciudadana
¿Hasta dónde llegará Petro con su actitud narcisista compulsiva?

¿Hasta dónde llegará Petro con su actitud narcisista compulsiva?

Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus
--Publicidad--