Lo que sigue en Venezuela y en la región
Opinión

Lo que sigue en Venezuela y en la región

Al amparo de la desinformación completarán la macabra obra de darle visos de institucionalidad a un gobierno por capricho. ¿Cometió la oposición un error garrafal al abstenerse del proceso?

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agosto 01, 2017
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Se había anticipado que las elecciones para la Asamblea Constituyente de Venezuela no iban a ser ni legales, ni claras.

En efecto, cuando solo un partido, el de gobierno, participa en una decisión tan importante para un país, pero además maneja a su amaño a los otros poderes públicos, incluido el electoral y el judicial; lo lógico es que no se pueda tener certeza de la veracidad de los resultados que se publiquen.

Ahora asistiremos a una serie de demostraciones de fuerza, más o menos importantes, a cargo de todos los actores interesados en hacerse notar en el concierto internacional. Unos pocos tratarán de proponer salidas verdaderamente realistas, para un país en el cual los ciudadanos se odian los unos a los otros por el simple hecho de ser o no chavistas.

Una constituyente nacida en medio del caos no puede tener buen pronóstico. Si ya la Constitución Bolivariana se tachaba de ilegal, por haber sido acomodada a la fuerza; ahora va a resultar un documento defendible, al lado de lo que se vislumbra va a ser la nueva constitución de los vecinos. Elevar la felicidad y el amor a rango constitucional, como proponen algunos de los iluminados “constituyentistas”, no puede ser tomado como una simple señal de tropicalismo o de ignorancia. Durante la campaña previa a la elección de los 538 miembros de este cuerpo, personas consideradas como inteligentes y más o menos cultas, como la excanciller de Venezuela, acusaban a las fuerzas oscuras del imperio de haber rebajado los precios del petróleo con el único propósito de perjudicar a su país. Que la fuerza te acompañe, Delcy.

Los ejemplos de este corte abundan.

Al amparo de la desinformación y de haberle cercenado las esperanzas a su pueblo, lograrán completar la macabra obra de darle visos de institucionalidad a lo que no es más que el gobierno por capricho. El tiempo dirá si los movimientos de oposición no cometieron otro error garrafal al abstenerse de participar en este proceso, como ocurrió hace algunos años con la elección de diputados a la asamblea, lo que permitió que se desbalanceara el poder de las tres ramas en el país vecino. Esa abstención como forma de protesta solo servirá a su propósito si los países que han anunciado su desconocimiento de los resultados de la elección se sostienen en su palabra; y endurecen su posición frente al gobierno de Venezuela, aun a costa de incurrir en pérdidas económicas por la suspensión de negocios con el vecino país. De nada vale mostrar los dientes si no se está dispuesto a morder.

Los colombianos debemos aprender la amarga lección que se nos está enseñando. Permitimos, no solamente una sino dos veces, que un gobierno alucinado y arrogante definiera por sí solo los estándares permitidos para negociar con la delincuencia; y lo que tenemos ahora es un acuerdo inaceptable, no solo desde lo filosófico o de la concepción del Estado –que es mucho-, sino desde la imposibilidad de pagar su costo financiero. Fue precisamente la falta de contundencia en el rechazo a estas maniobras disfrazadas de negociaciones lo que le permitió a nuestro flamante premio Nobel salirse con la suya.

 

Debemos aprender de sus errores y corregir los nuestros para la contienda electoral.
Ya vimos lo que pasa cuando se desdibujan las fronteras entre los poderes del Estado:
el Ejecutivo sobornando al Legislativo para que apruebe las leyes de su proyecto de paz

 

 

No estoy seguro si en Venezuela las cosas se podrán arreglar en el corto plazo. Nadie está muy optimista al respecto. Lo que sí debemos es aprender de sus errores y corregir los nuestros en la contienda electoral que se avecina. Ya vimos lo que pasa cuando se desdibujan las fronteras entre los poderes del Estado: el Ejecutivo sobornando al Legislativo para que apruebe todas las leyes que necesita para su proyecto de paz con minúscula (no las que tienden a honrar sus promesas de campaña, como el alivio de la carga prestacional para mujeres y pensionados. A la final, un presidente cínico no cumple lo que promete sino lo que le da la gana cumplir); mientras usa al poder Judicial como papel higiénico para que le limpie todas sus embarradas. ¿De qué otra manera puede sostenerse un presidente, cuando sus principales electores, sus barones de la costa, su gerente de campaña, su jefe de finanzas y otras ilustres figuras violan sin pudor no solo los mínimos éticos que se espera de ellos, sino también el Código Penal?

La mejor solución es el voto, siempre y cuando se saquen a la Registraduría y al Consejo Electoral de la órbita de control del Congreso. No caigamos en el mismo error de siempre. Alentemos a los jóvenes y a los que no se venden por una teja o un saco de cemento a darles una gran lección a los corruptos que nos gobiernan. Saquemos del Congreso a los que solo se sirven a sí mismos.

Todo esto hay que hacerlo antes que aparezca por estas tierras un caudillo que hable con los pajaritos.

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