Lo que realmente dejó la COP27

Lo que realmente dejó la COP27

Dentro de las decisiones que se pueden rescatar, el tesón de 78 países subdesarrollados, que llevó a los países desarrollados aceptaron cubrir las pérdidas y daños

Por: Jorge Ramírez Aljure
diciembre 02, 2022
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Lo que realmente dejó la COP27

Depositar esperanzas en las reuniones anuales de la Conferencia de las Partes (COP) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático es una apuesta obligada, así la experiencia de estas nos remitan prácticamente al origen de su constitución.

Porque cuando estas carecen de objetivos concretos en camino de resolver el problema crucial que afronta la humanidad como es su posible desaparición, las demás metas, que por su formulación parecieran importantes, finalmente terminan, por los diversos intereses en juego, siendo reconsideradas, hasta que su necesaria aplicación -que con el pasar de los días se volverá perentoria- pierde toda su importancia.

De tal manera que a estas alturas, cuando debería el mundo -con respecto a 2010- haber restringido a la mitad las emisiones al espacio de gases tipo invernadero para conservar la esperanza de no sobrepasar los 1.5° que evitarían catástrofes inimaginables, lo que ha hecho es aumentarlas colocándose prácticamente una lápida al cuello.

Y si con solo 1.1° los daños y víctimas que hemos debido afrontar los países subdesarrollados son inmensos e imposibles de sufragar, ya podríamos imaginar a qué niveles de muerte y destrucción ascenderían acercándose a 1.5°, y de ahí para adelante como lo prevén las circunstancias demenciales de progresión actual de emisiones de gases fatales a la atmósfera.

Una situación que se torna insostenible si tenemos en cuenta la decisión de los países ricos de no responder, como lo ratificaron en la COP26 de Glasgow, por las pérdidas y daños que se sucedieran como consecuencia de los eventos que produzca el cambio climático. Una negativa solo atribuible a la disparatada aceptación por parte de los países pobres en la COP21 de París, propiciada por el Grupo de Lima comandado por Colombia, de declararse, tras la promesa de unos dólares que tampoco se ha cumplido, coautores también del calentamiento.

La COP26 pasó como una de las más irrelevantes dedicada apenas a ratificar lo ya conocido como que el calentamiento se debe a la utilización del carbón, pero –peros no obstante el retraso de 3 décadas- sin que se prohibiera su uso todavía. También recomendó, en las mismas condiciones anteriores de incertidumbre plena, no subsidiar más los combustibles fósiles. Además aprobó poner en práctica -luego de 7 años de acordadas- las normas de aplicación de la COP21 o Cumbre del Clima de París. Nada distinto a lo de siempre.

A la COP27 de Egipto, dentro de las pocas decisiones rescatables que se le podrían abonar, se encuentra que -luego de una prolongación inusitada de la Cumbre, gracias al tesón de 78 países subdesarrollados, que esta vez mantuvieron su unidad- los países desarrollados aceptaron cubrir las pérdidas y daños de países que llamaron “particularmente vulnerables”.

Una designación que tiene la propiedad de dejar al arbitrio de sus benefactores su alcance real, que -por el camino de no responder, como es lo usual- será lo suficientemente restringido y arbitrario que apenas alcance para que puedan decir que, con cualquier ayuda condicionada, habrán cumplido.

Mientras como lo consigna Clara Solano, asistente a la Cumbre de Egipto, en La Silla Vacía del 28 de noviembre de 2022, es muy difícil avanzar en un lenguaje más ambicioso en transición energética por el contexto de lobbistas que se da cita en esas cumbres: “Los lobbistas son los que están trabajando en temas de carbono. Cuando uno llega a hablar de biodiversidad o de adaptación, no tienes espacio, porque te dicen que el tema es carbono”.

Ante la inutilidad de sus avances tecnológicos para frenar el calentamiento terrestre los países desarrollados han optado por favorecer el mercado del carbono a través de sus instituciones financieras, reservándose, como es apenas esperable, los réditos del mismo a su favor y el de sus empresas y en detrimento de los países pobres o subdesarrollados.

Para dedicar sus esfuerzos, según afirman, principalmente a las emisiones de carbono, que tiene todo menos de mitigación, pues está más encarrilado a obtener ganancias al servirse del potencial ecológico de los países pobres como mecanismo compensatorio para mantener crecientes niveles de emisión de gases de efecto invernadero por parte de las empresas de los países desarrollados.

De ahí la profusión de sus representantes en las COP y su rechazo a las opciones naturales incuestionables que le podrían dar ventajas o contrapartidas de por sí urgentes y justas a los países atrasados, como las ecológicas y de verdadera adaptación al planeta con eliminación del calentamiento, que deberían ser centrales en una reunión de dicha índole, para centrarse en la sonora cantaleta mercantil del carbono.

Un campo donde los expertos aseguran persisten lagunas que serían aprovechadas por las naciones desarrolladas para sacar, como conocedoras y manejadoras del sistema bursátil y corporativo, ventajas de sus complejas transacciones. Que además no excluirían el complejo manejo del sistema ni la doble contabilidad de las  partes tratantes, lo que complicaría certificar un verdadero decrecimiento de los gases tipo invernadero, que es lo que la tierra está exigiendo.

Mecanismo entonces que antes que motivar la disminución de las emisiones podría aumentarlas gracias a la tendencia capitalista de las empresas que las llevaría a gestionar para su beneficio cada vez compensaciones mayores por parte de los grandes poseedores de tierra privados. Sin que el aporte monetario derivado de aquellas represente algo progresivo para los países pobres ni que del esfuerzo ecológico prolongado en sus dominios emerja desarrollo económico adecuado a sus necesidades.

Contrario al pesimismo que pueden guardar quienes consideran que poco o nada se adelantó en esta COP27 de Egipto para salvar a la especie, los empresarios terminaron exultantes, y  bajo el lema de que “la sostenibilidad y el clima no consisten en hacer sacrificios”, que agregaríamos, no para ellos, su representante comentó para el World Economic Forum del 25 de noviembre de 2022:

Hablando en nombre de las empresas, Jesper Brodin, director general del Grupo Ingka (IKEA Retail), dijo que había salido de la COP27 lleno de optimismo para el sector comercial en particular: "Quiero destacar a las empresas que no están esperando a que se legisle o se prometa, sino que se dan cuenta, por sus propias motivaciones éticas y morales, de que la sostenibilidad y el clima no consisten en hacer sacrificios. Puede que se trate de hacer inversiones iniciales y dar algunos saltos de fe, pero en realidad se trata de ser un ganador en la economía.”

Y toda la anterior incuria cuando la ONU advierte sobre la irreversibilidad de los daños que producirá el calentamiento del planeta, y sus científicos califican la esperanza de detener el clima en 1.5°, de optimista.

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