Lo mismo pero distinto
Opinión

Lo mismo pero distinto

El viernes llegó un grupo de hombres quienes les dijeron a todos que subieran a la loma…. Desde ese día Candelaria no duerme. Solo llora. ¿Esto es paz con legalidad?

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agosto 03, 2022
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No es una historia. No es lo mismo ni es igual, aunque pase todos  los días.  No es dolor dormido de la vida y la patria que duelen Es el dolor real. Es una vivencia de angustia, de incertidumbre, de desarraigo, pánico y terror.

Hace 8 años llegó a la casa de Luz mi amiga, Nora. Su ayudante de todos los días, quien en ese momento tuvo que dejar a sus 2 chiquitos en su pueblo: La  Apartada, Córdoba;  allá no es que no haya cómo ganarse la vida, es que no hay cómo vivir.

El sábado estando en casa de Luz, Nora, quien es una persona tranquila y alegre, que no se queja, llegó de nuevo a su casa. Esta vez apesadumbrada y con claras señas de haber llorado la noche entera.

Sucedió lo que se repite por tantos rincones y tantas veces en este  territorio, al que ya ninguno, puede llamar nuestro. No fue lo mismo ni fue igual; sucedió en la familia de Nora y por eso me es tan  real.

Su mamá tuvo 9 hijos, allá en la Apartada. Un buen día “se  dejó” con su marido y como en el pueblo no iba a tener cómo criarlos, se fue, con los cuatro más pequeños, para El Carmen, Antioquia, un caserío  cerca de una mina de oro, donde consiguió trabajo como cocinera. De eso ya hace 18 años. Dos años después regresó a recoger a los que había dejado atrás: una de 17 y otra de 14 que ya estaba embarazada.

Si no existiera la veta, seguramente tampoco existiría El Carmen, que es habitado por unas 15 o 20 familias y por algunos transeúntes que van por unos 2 o 3 meses a conseguir alguna platica. Es decir, allí habitan entre 70 y 100 personas. De esas familias, dos son las de Candelaria, una de los  nueve, con su marido y dos 2 hijos, y también la de Lucy, su hermana menor, su hombre minero y sus hijas.

La abuela, Lucy  y Candelaria,  compran pescado y carne para revender en el caserío, bien sea como mercado o en almuerzos para los trabajadores. También llevan para vender los típicos paquetes y gaseosas. Lucy hace ventas por catálogo y por encargo, algunos bienes que le piden y que ella consigue para llevar a los vecinos como ropita, juguetes o regalos para la navidad. Los niños no estudian. Ningún profesor, por miedo, se queda en el pueblo. A los niños más grandes los mandan donde los parientes en la Apartada para que asistan a la escuela.

El pasado viernes llego un grupo de hombres quienes les dijeron a todos que subieran a la loma. No les pareció extraño pues eso sucede de tanto en tanto. Obedecieron, claro está. Una vez en la loma los hicieron desnudarse y tenderse en el piso.

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Una vez en la loma los hicieron desnudarse y tenderse en el piso. Fue entonces cuando empezó el suplicio…

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Fue entonces cuando empezó el suplicio, los insultos, las amenazas, el maltrato. Se les consideraba guerrilleros o colaboradores de la guerrilla. Un hombre mayor y un muchacho hablaron y trataron de explicar que solo eran campesinos y mineros. Los mataron en el acto frente a sus amigos, y preguntaron si alguien más quería hablar.

Pasaron unas 4 o 5 horas cuando sintieron que podían moverse. Que se habían marchado.  Salieron asustados hacia el caserío. Solo encontraron destrucción, despojo, incendios: La ruina. Entonces comenzó la huida, el desplazamiento. Con la incredulidad de seguir vivos, de tener a sus hijitos consigo, iniciaron su marcha hacia la población más cercana donde unos militares les prestaron teléfonos y los embarcaron en camión para acercarlos a sus antiguos lugares de origen.

Desde ese día Candelaria no duerme, ni habla. Solo llora. Su madre y su hermana temen por su estabilidad mental y sufren porque los pequeños tengan que ser testigos de su condición. Ni siquiera hay espacio para preguntarse qué será de sus vidas ahora y más adelante. El pánico lo ocupa todo. Nora no se queja. Pero ahora ya no hay paz en su corazón.

¿Hasta cuándo? ¿A esto es a lo que le llamamos paz con legalidad? La falta de la implementación del Acuerdo de Paz en estos cuatro años ha recrudecido la guerra y la presencia paramilitar en campos y veredas. Ya es hora de que nuestros campesinos puedan vivir tranquila y dignamente. Antes les ha pasado a muchos. Ahora fue a la familia de Nora. Es lo mismo pero distinto.

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