Nuestro país sintió en lo más hondo el enorme manotazo que dio Trump sobre la mesa, cuando respondió la declaración del presidente Petro sobre la forma como deberían ser deportados los nacionales colombianos. Que nuestro primer mandatario haya utilizado medios discutibles para dar a conocer la opinión del gobierno colombiano, en nada justifica la desproporcionada y brutal respuesta de su homólogo estadounidense.
Sea como sea, y pese a que se pretenda convencernos de que fuimos los ganadores, pues no hubo alza de aranceles y se descontinuaron las otras graves medidas, la lección fue clara. Más allá de que la derecha colombiana celebre la aplanchada a Petro, algo debe quedarle claro a ella y a todos, nuestro país es un cero a la izquierda para los Estados Unidos. U obedecemos ciegamente su voluntad, o pagamos el precio.
Y eso no tiene por qué enorgullecer a nadie. Si ningún gobierno anterior recibió tal trato, fue porque inclinó siempre la cerviz y aceptó sin chistar la voluntad del gringo. Quizás antes de Petro, pudiéramos hallar algún antecedente en Samper y su resistencia a dejar el gobierno cuando el escándalo por el 8.000. Para conseguir sostenerse, finalmente tuvo que ceder en todo cuanto le exigieron desde la embajada.
Nuestro país es un cero a la izquierda para los Estados Unidos. U obedecemos ciegamente su voluntad, o pagamos el precio
Y mucho más atrás, en una lección que las clases dominantes han buscado borrar, tenemos el episodio del canal y la pérdida de Panamá. En uno de esos raros arranques del bipartidismo tradicional, el Congreso colombiano de la época rechazó por considerarlo indignante, el tratado que los Estados Unidos proponían sobre el tema. La respuesta fue el robo del canal y con él de la provincia de Panamá entera. Con barcos de guerra en la costa.
Del ahogado el sombrero. Años después nos compensaron con 25 millones de dólares, que fueron recibidos con alborozo. Con independencia de cualquier criterio ideológico, lo que salta a la vista de todos es la enorme valentía y la heroica resistencia de países como Cuba, Venezuela o Nicaragua, que decidieron un día negarse a seguir obedeciendo mansamente. Para no hablar de Vietnam, que incluso supo derrotarlos.
Claro, los tiempos y las situaciones son distintas. La perorata de Petro sobre Aureliano Buendía, los planes de golpe contra él o incluso de asesinato, no pasa de ser la manifestación individual de un ego elevadísimo, que por hacerse repetitivo pierde fuerza y adquiere carácter patético. El problema no es él, es el imperialismo, al que no se puede pretender vencer con posts o cartas. La libertad cuesta, algo que Petro que debió aprender de los cimarrones negros.
No creo que esté bien vivir sometidos de este modo. La independencia y la soberanía se ganan, como lo enseñó Bolívar, al que cita tanto Petro. Venezuela es el más vivo ejemplo de cuánto le cuesta a un pueblo asumir su propio destino. Pero Petro no ha sido capaz de reconocer la legitimidad de Maduro. Y guarda silencio sobre la expansión de la OTAN que originó la guerra en Europa oriental. Demasiado cauto con el tío Sam.
En el mundo de hoy, porque las realidades se imponen sobre los delirios, la alternativa que tiene cualquier país son los BRICS, que por eso reciben en cada cumbre mayores solicitudes de inclusión. Petro, que pretende ser líder bolivariano continental, no ha hecho absolutamente nada importante para acercarse a esa alianza comercial, la única que a futuro podría garantizarnos que las sanciones y aranceles de los Estados Unidos no puedan hacernos mella.
Es demasiado ostentosa la arrogancia de Trump como para no despertar rechazo. Pero vean, envió un delegado especial para dialogar con Maduro, acerca del regreso de los migrantes venezolanos a su país, y, probablemente, sobre el tema del petróleo. Y es público que sostiene conversaciones de alto nivel con Rusia, con el propósito de poner fin al conflicto en Ucrania. Igual, los aranceles a China fueron muy calculados. Literalmente, el mono sabe en qué palo trepa.
No siempre sucede lo que la fuerza bruta y la arbitrariedad desean. Basta con ver los intercambios que se están produciendo en Gaza al amparo del cese al fuego. En medio de ciudades en ruinas por obra del genocidio impetrado por Israel, centenares de milicianos de Hamas, impecablemente uniformados y armados, envían algunos de sus rehenes a Israel, a cambio de decenas o centenas de prisioneros palestinos que el soberbio Netanyahu libera.
Desde luego que no estamos con la guerra o la violencia, que tanto sufrimiento y muerte generan. Para rechazarlas basta con ver la insensatez rayana en criminalidad del ELN, acusando además a Petro de ser el único responsable por lo que sucede. Lo que Trump pone de presente es que cuando se avizora la derrota en el horizonte, el desespero puede conducir a los peores crímenes. Hace falta talento para sortear la mala hora, y el teatro está de más.
Del mismo autor: El proyecto de gobierno de Donald Trump