Las virtudes del musengue
Opinión

Las virtudes del musengue

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diciembre 03, 2014
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El ejercicio es simple: preguntar a varias personas ¿qué es un musengue?

Un político ha dicho que le suena al calificativo entregado a una persona que anda ofreciendo votos a cambio de un puesto. Él mismo construyó la frase “Necesitaría unos musengues ahora que comience mi campaña política el próximo año”. Hábil, pero lejano.

Un amigo defensor de los animales dijo que le evocaba a un pequeño roedor que habita en las riberas de los cuerpos de agua del Caribe, capaz de arrasar con un cultivo de yuca. Ha construido la frase “El musengue se extinguió porque era muy dañino y en más de una ocasión dejó a los campesinos sin sus cultivos de yuca y ñame”. Muy imaginativo para la letalidad.

Un taxista ha dicho que le suena a trapo viejo para limpiar el carro luego de un día de mucha actividad, como en un día sin moto en Cartagena. Un abogado de vieja data, está casi seguro que así se le decía a las dádivas que se arreglaban por debajo de la mesa para favorecer a alguna de las partes. ¿Será que pagaron musengue?, sería la pregunta evidente ante un fallo de dudosa justicia y legalidad.

Otro abogado de nueva data, lo controvierte. Afirma que a finales del siglo XIX, así les decían a los miembros del sistema judicial que no querían dejar sus puestos a pesar de sus malas actuaciones. “En la actualidad, por ejemplo, hay varios musengues pegados a las Cortes y nadie ha podido sacarlos”. Como buenos litigantes siguen averiguando. Cuando sepan la verdad, ambos perderán, pero las acciones que referencian han sobrevivido hasta nuestros días. Pregunte en qué va el caso del abogado Alberto Rojas Ríos. ¿Será caso de musengue?

Atrás los acertijos y concentrémonos.

Vendedora de musengue en Mompox

Vendedora de musengue en Mompox

El musengue parece una espiga gigante, es un escobillón único, versátil y efectivo 100 %. Es una fibra vegetal de palma de vino o corozo, cuya única intervención humana es un amarre hecho con una tira de neumático que divide la fibra en dos partes: flecos y asidero.

Los musengues son usados en Mompox, pero provienen de tierras cercanas como Talaigua, San Fernando, Guamal, Lamedero, Margarita o Botón de Leyva (importante en las gestas bolivarianas), tierras ribereñas, generosas en humedad y vegetación. Cuando son las cinco y media de la tarde, comienzan a aparecer enjambres de jejenes, kafifis, mariposillas, moscas y mosquitos. No existe repelente más efectivo que un musengue para alejar tan perturbadoras plagas.

La efectividad del musengue radica en su composición y la habilidad del sujeto que lo usa. Sus fibras, al abrirse, enredan al insecto en sus hilachas y, al cerrarse, el aerovicho pierde su vuelo y muere al instante. El musengue aventaja a productos usados para fines de exterminio como aerosoles, creolina, gas o varsol. Es más efectivo que cualquier insecticida, con cero grado de contaminación. Las raquetas chinas electrificadas son tema aparte. Cada muerte produce un ruido de achicharramiento con estelas de humo y todo. Qué crueldad.

En estos tiempos de chikunguña al musengue habría que escribirle una oda. Quizá una reflexión sobre sus virtudes y los efectos en la vida del hombre moderno. Sin embargo, pocos musengues se ven en las casas, abundan todo tipo de soluciones contaminantes pero ninguna como el musengue.

A pesar de todas las virtudes referidas, el musengue es un desconocido. Ni la edición 2014 del diccionario de la Real Academia Española ni la Enciclopedia Universal Ilustrada tienen la entrada musengue. Habitantes de Mompox aseguran que el término viene del Congo, África. Donde el apellido Musege es muy común. Otros dicen que es de origen chimilá o malibú, y que fueron ellos los que le enseñaron a los afros. Los documentos consultados dan cuenta de similares versiones. La duda sigue.

En medio de tal incertidumbre y desconocimiento, el término musengue podría cambiar de significado, con el riesgo que alguna de las acepciones inventadas por nuestros encuestados tome fuerza y sea deslegitimado en sus valores y virtudes.

El musengue no es ese ser que ofrece votos por puestos ni es una dádiva por debajo de la mesa ni un abogado cucaracha o garrapata.

Vale tres mil pesos y los más grandes pueden llegar a cuatro mil. El precio es muy cómodo en proporción a su efectividad. Ha demostrado ser útil como limpiador de telarañas en rincones difíciles, fuete inofensivo para disciplinar a perros y gatos, espigón decorativo y hasta iniciador de juegos sexuales.

Un creativo, con algunas cintas plateadas y cordones brillantes, ha hecho del musengue un raro y llamativo arreglo navideño, una alternativa propia a los copos de nieve de icopor, alces cornudos  y pinos de plástico que aplacan identidades cercanas.

Los habitantes del brazo de Mompox, y los de Loba deberían reclamar su inclusión en diccionarios, por ser un objeto esencial que ha evitado una propagación mayor de la chikunguña, ante la ausencia de exterminadores estatales (de insectos, por supuesto).

Las entidades de salud podrían armar la estrategia estatal con el lema “Un musengue en cada casa”, así reduciríamos esta epidemia de chikunguña, y ayudaríamos a que el musengue alcance un mejor estatus y confirme todos sus encantos y virtudes.

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