EL CAUCA NO CUPO
El legendario río Cauca, que con pereza y sinuosidad recorre de arriba abajo el Valle entre Santander de Quilichao y La Virginia, y después se precipita encañonado para atravesar las montañas antioqueñas, no cupo esta vez en su cauce. Desde antes de llegar a Cali, y aun retenido a medias por la presa de Salvajina, el caudaloso río no pareció ajustarse a su viejísimo cauce y sin compasión está inundando veredas ribereñas o las calles de Juanchito y La Victoria. En una medida del caudal que los jarillones feudales no pudieron calcular exactamente, el río trata de volver por los antiguos senderos que antaño impresionaron a los conquistadores Belácazar y Añasco, que lo vieron por primera vez en 1536.
LA VIRGEN DE FÁTIMA
El día que se escriba la verdadera historia de este país debería dedicársele un capítulo entero a la influencia que tuvo la Virgen de Fátima y sus tres pastorcitos portugueses en la consolidación de la violencia y la crueldad como herramientas de poder a lo largo del siglo XX. Al conmemorarse cien años de aquél episodio que aún rellena las credibilidad católica, la Virgen de Fátima, paseada encima de los fusiles que unían a los católicos contra el comunismo y el liberalismo decimonónico, es casi un fantasma en el recuerdo de un pueblo que repetía con fe patética “el 13 de mayo la Virgen María bajó de los cielos a Coba de Iría”, mientras usaba la muerte como herramienta de vida.
LA VENGANZA DEL ZORRO
Aunque las autoridades policiales colombianas, adocenadas por las estupidez gringa, siguen insistiendo en creer que llamando como “ los del golfo” a los integrantes de la bacrim de los gaitanistas, podrán minimizar este grupo violento colombiano, ellos están demostrando que deben ser tratados como uno más de los muchos que han llenado de sangre la historia de este país. El inatajable efecto de la venganza con que cobran matando policías diariamente al hecho de que hubiesen dado de baja en un operativo, en la zona de Tumaco, a su dirigente llamado El Zorro es la mejor demostración de que esta clase de manifestaciones grupales se repiten en Colombia cada tanto y que la torpeza de la dirigencia santafereña para manejarla resulta siendo igualmente despreciativa y equivocada.