Las trampas que han mantenido al Chocó en la pobreza

Las trampas que han mantenido al Chocó en la pobreza

La violencia, los bajos niveles de educación, la explotación irresponsable de los cada vez más escasos recursos y el aislamiento han llevado al departamento a su situación actual

Por: REYNALDO MORENO MAZUERA
agosto 22, 2019
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Las trampas que han mantenido al Chocó en la pobreza
Foto: Flickr Ocha Colombia - CC BY-SA 2.0

Desde la década del treinta, Chocó enarbola el estandarte de ser uno de los departamento más pobres de Colombia. Y aunque la Colombia andina en la misma época estaba en condiciones relativamente parecidas, casi cien años después el panorama es totalmente diferente. Mientras la región andina colombiana generó una incipiente industria y un fuerte desarrollo comercial y agrícola, el departamento del Chocó se quedó con las estadísticas de principios del siglo veinte y todavía continúa relegado a los últimos lugares en pleno siglo XXI.

¿Cuáles son las razones para que no salgamos de la pobreza? ¿Cuáles son las trampas que han regenerado la pobreza de manera sistemática durante estos años y que no han permitido que este departamento tenga un futuro diferente igual o mejor que los otros?

En los albores del siglo XX con la explotación de oro y platino a manos de la Chocó Pacífico, de la región salió tanto metal que en un dos por tres tuvimos centrales hidroeléctricas, un amplio comercio fluvial con Cartagena y la inmigración de sirios libaneses atraídos por esas tierras donde el metal se daba como maleza. Eran las épocas de las fábricas de telas, velas y gaseosas que permitían que el departamento del Chocó fueras atractivo para que Scadta, la naciente empresa que sería la semilla de Avianca, tuviera ruta aérea de manera frecuente. Eran los tiempos de riqueza sin fin, donde el Chocó marcaba el 5% del total del PIB del país y se especulaba que el departamento iba a generar gran desarrollo para el país. Eran las épocas de explotación minera donde todo se permitía porque había oro y platino para pagarlo. Eran épocas de gloria.

Con la disminución de la producción minera, y el cierre de las minas operadas por extranjeros, al Chocó llegó el fin de la bonanza y el principio del estancamiento social y económico que hoy vive. Allí se reprodujo con lujo de detalles y al pie de la letra la maldición que tiene toda tierra donde hay una fuerte explotación minera. Si las utilidades o las regalías no se reinvierten en industrias diferentes a la minería y simplemente se gastan por doquier, cuando se saque el último metal no quedará nada para reinvertir y entraremos en la pobreza más absoluta, generando y reproduciendo estancamiento, atraso y condiciones mínimas de vida. Al nulo reconocimiento en regalías para el departamento y el robo sistemático de las multinacionales al reconocimiento de la explotación minera, el poco dinero que quedó simplemente se gastó en compras domésticas y no se dieron las condiciones para cambiar de actividad económica que jalonara el desarrollo de la región. Parodiando a los abuelos: donde se sacó y no se echó, se acabó.

Además, a la nula capacidad de ahorro e inversión del departamento, le llegó otra maldición: la violencia. Esta le pasó factura al Chocó y desde finales de la década del novena, por la guerra desatada entre los grupos paramilitares y la guerrilla, obligó a un masivo desplazamiento de campesinos hacia la capital. Eran las épocas aciagas que produjeron masacres como la de Bojayá, en las cuales se generó tanto desplazamiento que la zona norte de Quibdó fue el epicentro y el lugar donde a partir de esa fecha hasta ahora se asentarían la gran mayoría de campesinos desarraigados sin techo y sin empleo. Ante ese masivo desplazamiento no ha habido hasta la fecha manera alguna de bajar los índices de desempleo porque la relación de desplazados con respecto al total poblacional es de las más altas del país. La violencia ha desalojado a los campesinos, los cuales se han visto obligados a desplazarse hacia la capital, generando más desempleo, informalidad y las condiciones de la violencia nueva en la cual los actores principales son jóvenes instigados y patrocinados por agentes externos que los utilizan para toda clase de fines ilícitos, debido a sus malas condiciones de vida. La teoría de que la pobreza ha generado más violencia y esta a su vez mas pobreza está plenamente comprobada. Quibdó es una prueba palpable de ello.

Pero eso no es todo, a la baja o nula capacidad de ahorro y al desplazamiento masivo tenemos que agregarle otra variable: el bajo nivel de escolaridad de la gran mayoría de sus habitantes y el bajo nivel educativo de escuelas, colegios y universidades, donde lanzan al mercado estudiantes y profesionales no muy competitivos, los cuales en muchos casos terminan desempeñando labores diferentes a las que estudiaron. Algunos emigran, aquellos que se sienten capaces de codearse con los profesionales graduados de otras partes del país, pero muchos, la gran mayoría, terminan desempeñando oficios con bajo nivel tecnológico y que no permiten mantener una productividad alta en el departamento. Son notorios los casos de ingenieros, administradores o abogados que se desempeñan como taxistas, celadores, etc. Así mismo, la baja exigencia en los colegios y universidades le ha negado el derecho a muchos chocoanos de mostrar un mejor desempeño en las áreas que han estudiado.

La dependencia económica de los recursos naturales con su explotación sin medida y control, unida con el desplazamiento por violencia y los bajos conocimientos tecnológicos, así como la ausencia de acueducto y alcantarillado que no permiten cerrar la brecha con el resto del país en el índice de necesidades básicas insatisfechas, constituyen un universo que no permite que el departamento, especialmente su capital, salga de la pobreza y mejore las condiciones de sus habitantes. A lo anterior debemos agregar el aislamiento que ha tenido el departamento durante décadas por el Estado de las vías ha cerrando su mercado interno, el cual quedaba en manos de comerciantes foráneos que han hecho lo mismo que hizo la Chocó Pacífico: sacar los excedentes de capital y reinvertirlos fuera del departamento debido a que el mercado chocoano tiene un tope y un tamaño que no admite un cambio y reinversión. El modelo de explotación de recursos mineros que no se recuperan y el comercio asociado a esta explotación ha mantenido un mercado aislado que no prospera y no se dinamiza debido a que no hay nuevas industrias que inyecten recursos al departamento. El comercio no genera prosperidad alguna, lo único que la genera es la creación de empleo y el nacimiento de nuevas fuentes industriales. A la fecha en el departamento del Chocó no se ha establecido una nueva fuente de ingresos diferente a la asociada a los recursos mineros y de explotación de madera.

Las actividades ilegales que se han establecido en el departamento, como la siembra de coca y la minería —considerada ilegal paradójicamente—, han dinamizado un poco la economía, pero no lo han logrado a niveles que permitan generar un cambio amplio en la estructura económica por su baja intensidad de mano de obra. Estas han sido un paño de agua tibia ante el estancamiento producido por la insistencia en la explotación de recursos naturales, la dependencia de la economía local de los aportes del gobierno a través del Sistema General de Participaciones, los cuales muchas veces representan más del 80% del ingreso.

A todo lo anterior debemos agregar la variable más importante que ha mantenido el departamento en el ostracismo y el atraso absoluto, más poderosa que la violencia, los bajos niveles de educación, la explotación irresponsable de los cada vez más escasos recursos y el aislamiento por tener una infraestructura inadecuada: la falta de empoderamiento, de liderazgo, de lucha de sus habitantes por salir del atraso y su absurda conformidad, sostenida por una clase política indolente sin sentido de pertenencia por su región. El desarraigo absoluto nace de la falta de compromiso y amor de los chocoanos que no han creído en ellos, en su región y en su fuerza, los cuales han permitido el saqueo, la explotación y el reparto de sus tierras durante más de un siglo, sin reparos, sin luchas, sin buscar soluciones que los saquen de los últimos lugares en la estadísticas. Al Chocó no lo salvarán sino los mismos chocoanos. Ya van para la tercera generación que será testigo mudo de su crisis y de su indiferencia ante ella.

Para cerrar, la mezcla de todas estas variables ha mantenido al Chocó en los últimos lugares en Colombia durante un siglo. Solo con un liderazgo y un empoderamiento fuerte internamente se podrá romper este círculo que los mantiene en los últimos lugares en Colombia.

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