Las noticias y sus ecos
Opinión

Las noticias y sus ecos

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septiembre 26, 2013
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Al lomo de las noticias y, de lo que ellas cuentan sobre lo que está sucediendo, los espectadores no alcanzan a digerir una de ellas, por horripilante que sea, cuando se ofrece la siguiente que, puede tener un tono más grave o, si se quiere, de mayor envergadura. La capacidad humana de asimilación así, es dificultosa, nos quedamos con la información, casi que con el titular, pues sólo de cuando en cuando se hace seguimiento y se logra saber el desarrollo completo de lo que sucedió o va a ocurrir. Pero además, tristemente nos hemos acostumbrado a la hora de almuerzo o en  reunión familiar, a observar una, otra masacre, uno que otro hecho de especial conturbación y, así continuamos casi que sin sobresalto.

El seguimiento de la información es importante, no solo para estar al tanto de los ‘ecos’ del acontecer sino para que el espectador se haga idea de lo que ocurre en la realidad, saber en qué país vivimos y, cuáles son los planteamientos que, recibidos, se puedan reflexionar, aceptar o apartarse de ellos. Un estudioso de la vida social colombiana queda en el marco del acontecer, a su entrada y, sin alcanzar total idea del fenómeno, con todas sus aristas; una dificultad: sino se tiene o se fija el estudio social con la puntualidad de las reglas de la ciencia, si no es posible lograr resultados apreciables, observables y, contenidos que pueda aprehender, es decir, asir y enrutar el quehacer científico, fallaría el análisis y, por supuesto, la conclusión; agregamos: ¿qué pasaría en el conocimiento común? Pero así va la historia: atropellada. Sentarse en la historia es pues problema de tiempo posterior. Analizar el presente, es arte de nunca acabar. Los acontecimientos no dan espera.

Desde luego que, como forma de comunicar el pensamiento, desde la imprenta de Gutenberg hasta nuestros días, mucha agua ha pasado debajo del puente; la litografía se fortaleció y, gracias a ella y a la divulgación de su producto se encontraron en América los planteamientos de la revolución; y, luego, la prensa y el libro; los hechos conformaron por lo menos dos puntos de desarrollo, de una parte la empresa editorial y, de otra la divulgación del pensamiento. Bellas son las bibliotecas y hemerotecas que en desarrollo  de ideas surgieron; el avance continúa, hoy tenemos a disposición los denominados audiolibros; por las empresas de información y divulgación se crearon otras como las dedicadas al cine, la radio y la televisión; los medios de comunicación incursionan y de qué manera, se les llama el ‘cuarto poder’: empaquetan la información y, hacen de ella una audaz postura de constatación, de  manejo de los contenidos de lo que se denomina noticia. Los hechos no tardan en llegar a la mesa y entran incluso a las alcobas de los escuchas.Todos los días tenemos en casa invitados que nadie ha convidado: la aceptación del invitado por el derecho a la información.

La contraportada: poco a poco y, muy rezagados surgen los derechos y su protección, no solo al buen nombre y reputación, que es lo más clásico y antiguo, sino  que frente a la comunidad se fija la visión del derecho a informar y el derecho a ser informado. A la sazón, un arsenal de posturas y de interesantes relaciones e interrelaciones se cuantifica y califica. El Estado se torna, no solo en el gran ‘gendarme’ que trata de observar y, de alguna manera intervenir, sino en el gran árbitro de las actividades: los conflictos de intereses, el ningún monopolio, la depuración de la igualdad en la información, el derecho a la réplica y, a contar con la otra versión de los hechos y, por supuesto, la actividad en derredor de la noticia. En pocas palabras: independencia, imparcialidad, autonomía, autorregulación y, por supuesto, la réplica.

¿Quién escribe la historia? Si se tratase de la época antigua, se diría rápidamente que el vencedor, como lamentablemente ocurrió por mucho tiempo; pero la historia detrás de la historia y, los movimientos alternativos, la antihistoriografía hicieron eclosión en un momento dado y precipitaron el punto de encuentro para los avances: la libertad de exposición libre y, en últimas, de expresión, de opinión, eso sí, ello maximizado pero, con responsabilidad.

Hasta aquí la historia, en algunos casos, tenía creadores o contadores que no se podían alejar de sus propias circunstancias, algunas afectivas o de apego y, por supuesto, del objeto u objetivo del mensaje; se llegó a pensar, en que no solo se repetía el esquema: la historia era la del vencedor, como cuando el agente ponía los recursos para la hazaña informativa, dando lugar de alguna manera, a una contaminación en la información.

Las redes sociales han roto el dicho ‘principio’ o forma; así exista algún disgusto o no se las acepte, la circulación por las autopistas de información es libre y se puede, incluso con anónimos, volver a trasgredir el núcleo duro de la dignidad y del buen nombre, pero lo cierto es que la historia la está contando la gente; de esa manera se ha presentado la posibilidad formal de acceder o llamar a los puertos de investigación de los periódicos, de los noticieros, en suma, de los periodistas. Estos sí, con el rigor que les corresponde, lo han de administrar, llevar a cabo y, así, ofrecer el derecho a la información, a informar y a ser informado con imparcialidad y veracidad. Allí un delicado equilibrio que abrirá las puertas a una regulación y, por supuesto, a una protección nueva o reforzada: en la hora actual del mundo, así se produce la cadena que va a llegar a ser información.

Con defectos y virtudes, se advierte que hoy no existe nada oculto y, por supuesto, es impensable, así visto el fenómeno, desconocer lo que está pasando: un torrente de información. Se tiene ella a disposición y se crea permanentemente.

Una construcción múltiple. El delicado equilibrio que se ha de encontrar en los derechos inmersos, que se precisa en el paso, en la migración de la mera insinuación a la información, en el juego de poderes y derechos y, en acción, en la información, rubricando, plasmando el derrotero de la historia, historia de construcción múltiple. O suceso que se convierte en historia, para que el devenir lo encuentre, lo analice y lo evoque. Miren ustedes, un llamado coloquialmente trancón en la circulación de una autopista, un atentado, un accidente, un hallazgo de ribetes hasta penales, se trasmite en punto de suceso, de manera inmediata. No hay campo para inhalar-exhalar o, para pensar: el suceso está en el menú.

Recordarán ustedes, que en el instante en que se producían los hechos, un denominado tuitero al parecerle extraño sentir unos sobrevuelos puso la información en la red y, al momento, al segundo, el mundo supo que el ataque era dirigido a la captura del hombre más poderoso, que tenía en jaque a las autoridades mundiales, Osama Bin Laden, suceso que terminó con su aprehensión y deceso. Un hecho registrado en la red que, sin saberlo el generante, fue noticia mundial. Esa es la historia captada  que, después de contada por mecanismos informales, lo reproducen los medios formales o medios de comunicación.

Una realidad en donde el ingenio humano logró o, está logrando cambiar, reforzar o avanzar en muchos conceptos, entre otros, los legales. ¿Y, la noticia? ¿Los ‘ecos’ de la noticia? ¿Cuáles ‘ecos’? ¿Dónde quedaron? Se preguntarán ustedes. Pues, la noticia saltó, la conocimos, pero, ¿qué paso con sus consecuencias, con sus desarrollos? Un ejemplo es demostrativo: atracaron el banco y, ¿los atracadores, las víctimas? ¿El banco? Otro: se discute la rebaja de interés por el Banco de la República; ¡qué bueno! ¿Y, la orden se acató? ¿Los bancos lo concretaron? ¿Los efectos en la canasta familiar fueron productivos, adversos, reales? O, nos quedamos con el titular. Grave sería que la realidad social y sus consecuencias se perdieran en el mundo de los titulares que forman el fenómeno de selva intrincada: ni un solo árbol se ve, mucho menos la manada que sedienta o hambrienta puede estar.

Eso mismo se preguntarán los beneficiarios de la ley de tierra y de víctimas, los campesinos de la protesta, los estudiantes preocupados por la ley de la educación, los camioneros en sus reclamos, en fin, la sociedad entera. ¿Vendrá otro capítulo como en las novelas de la televisión? ¿Qué paso con los ‘ecos’ de la noticia? A los anuncios les faltan ‘ecos’, les falta el desarrollo de la noticia, les hace falta el poder saber de los derechos enredados en los titulares.

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