Arriba las manos: ¡Deme sus datos personales!
Opinión

Arriba las manos: ¡Deme sus datos personales!

Por el poder de las tecnologías de la información, estamos más fichados y controlados que nunca, tanto por el Estado como por organizaciones privadas de varios tipos

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mayo 08, 2017
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La privacidad es carreta, pura ficción. Estado y miles de empresas privadas saben de nosotros más de lo que creemos.

La sociedad moderna, asociada a la disponibilidad de tecnologías de las comunicaciones que nadie hubiera imaginado un cuarto de siglo atrás, hace creer a los individuos que tienen poder sobre el mundo que les rodea.  Aunque en parte es cierto, también es verdad que estamos bajo más control que nunca.

La información personal está en las bases de datos no solo de  instituciones públicas como la Policía o la Registraduría sino en las de cualquier restaurante, hotel, centro médico, línea aérea, para no mencionar las de las centrales de riesgo. Basta con haber llenado la encuesta de satisfacción del cliente después de almuerzo donde, abajito, se encuentran los espacios para el correo electrónico y el celular.

Vivimos en un mundo en el que, en virtud de la revolución en las tecnologías de la información los individuos tienen, en apariencia, el poder de manifestarse a voluntad Así es. Sin embargo….

Contrario a la primera etapa de internet, por ahí como hasta el 2005 - 2007, en la que éramos sujetos relativamente pasivos con acceso a los sitios web que nos diera la gana y, claro,  con la libertad y facilidad de enviar correos electrónicos, hoy el poder del individuo se ha multiplicado a niveles insospechados.

Podemos, desde cualquier lugar y con un simple móvil, darle mala calificación al hotel en el que pasamos el fin de semana, otorgarle cinco estrellas al conductor de Uber, criticar por Twitter lo que el ministro de tal dijo,  proponer, calumniar, inscribirnos en un curso en línea, organizarnos en grupos en pro o a favor de la homofobia y el referendo sobre adopciones,  crear empresas, comprar relojes en Amazon o en Alibaba, inventarnos la ballena azul, contarnos donde cenamos anoche, por quién votaremos, construir un movimiento político, qué canción de Adele nos gusta.

Es un poder con un hilo conductor: cada vez hay menos intermediarios entre el individuo y el escenario donde este crea el contenido. Las agencias de viajes cada vez tienen menos clientes porque sus servicios son cada vez mas superfluos de cara a personas informadas que toman, por sí solas, las decisiones.

Pero, también por el poder de las tecnologías de la información, estamos más fichados y controlados que nunca, tanto por el estado como por organizaciones privadas de varios tipos. La información sobre cada uno, sumada a la de millones, se ha convertido  en un activo de muy alto valor económico para empresas e intermediarios en múltiples sectores.

Como bien lo recuerda The Economist (6.5.17) , Facebook compró en el 2014 una pequeña y joven empresa, de solo 60 empleados, por un valor que ningún método moderno de valoración hubiera atinado a calcular: USD $ 22 000 millones por WhatsApp, el aplicativo de mensajería que centenares de millones utilizamos.

 

 

Google, Apple, Microsoft, Amazon, Facebook
son las más valiosas del mundo
por la información que poseen de las personas

 Ni el petróleo o el acero, o la industria automotriz o la aeronáutica o la química o farmacéutica son los mandamases de hoy. Google, Apple, Microsoft, Amazon, Facebook son las más valiosas del mundo por la información que poseen de las personas.

El valor de los datos personales como activo poderoso vale para cualquier empresa grande o pequeña, en Bélgica o en Bogotá o Medellín. El salón de belleza o el restaurante valen más por su base de datos de los clientes y entre más detallada, mejor.

A la vez, cada día surgen más empresas que se dedican a sacarle “valor agregado” a las bases de datos de los pulpos tipo Facebook. Pueden ser las de mercadeo político, que le indican al candidato equis la tónica del próximo discurso ante un público de mujeres entre cuarenta y sesenta años en Manizales. Qué preferencias y preocupaciones tienen, son tendencias que obtendrán del “big data” disponible en algunas redes sociales. Ay, la hipocresía política, la de decirle al electorado lo que le gusta escuchar.

Normas como las de tipo Habeas data nos protegen soólo hasta cierto punto. Bases de datos obtenidas legal o ilegalmente sobre personas y empresas están disponibles, pagando, en internet. De ahí la publicidad no solicitada que inunda nuestros correos electrónicos.

Ni mencionar que cada palabra que musitemos por celular queda grabada en algún lado y que, sin que seamos conscientes, quedamos grabados en los videos de las calles que cruzamos, el ascensor que utilizamos o el centro comercial que visitamos. Con sus ventajas: Uribe Noguera no hubiera sido descubierto de no ser por las cámaras.  El pobre Flynn, el asesor de seguridad que Trump despidió a los pocos días de asumir, creyó que podía hablar confidencialmente y fueron los líos de los correos electrónicos de doña Hillary Clinton los que le dieron el puntillazo a su campaña.

Assange y Snowden ilustran las dos caras de la moneda. El primero, el del poder del individuo, en este caso, el de meterse en bases de datos públicas y divulgar información vergonzosa.  Snowden, la confesión de cómo la Agencia Nacional de Seguridad de los EE. UU.  emprende programas de vigilancia masiva.

Si fuese solo la información, vaya y venga. Al control le sigue la manipulación y la fabricación de verdades. “Hechos alternativos” como ahora se dice en la Casa Blanca.

Aunque sea un poco inútil, no hay que darle los datos de uno a todo el mundo que los pida.

 

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