Las grandes mentiras de la paz
Opinión

Las grandes mentiras de la paz

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diciembre 22, 2014
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Aprovecho la hospitalidad de Las2Orillas para decir lo que en El Tiempo impidieron. No pido cuartel, porque no lo ofrezco. Solo quiero que no haya censura, porque jamás la aceptaré.

Como supongo que mis lectores no sean los mismos que ya me leyeron y escucharon a propósito de mis alegatos contra la paz de Santos, saldré a exponer, otra vez, las irreparables mentiras que minan el arduo campo de este engendro. Vamos con los enunciados o apotegmas más falaces que usan Juanpa y sus acólitos.

La paz es el supremo bien de una sociedad. Falso. Quienes dicen esta tontería no han abierto ni leído por el forro un tratado de Filosofía del Derecho. Porque la paz, hermana de la seguridad, es un valor necesario para edificar otros de más alto nivel. Sin paz no puede haber justicia, ni desarrollo económico, ni equilibrio social. Pero con paz plena se pude vivir en un infierno.

No hubo sitios más pacíficos en el Siglo XX que los campos de concentración de Auschwitz o Buchenwald, o los gulags de Stalin. Ni hoy se encuentran naciones más pacificadas que Cuba y Corea del Norte. Estar en paz no significa ser feliz o pleno. En paz se puede ser un miserable esclavo.

La paz es el triunfo del soldado. Falso. La historia demuestra que la paz es la gloria del soldado que triunfa y el deshonor y la ruina del soldado vencido. Podríamos repasar los Tratados de Paz humillantes para los que se someten al poder del vencedor. En Versalles no ganó Prusia, ni en el Missouri fue el turno de gloria para la armada japonesa. La grandeza del soldado la mide la victoria. No la paz.

La paz trae todas las bendiciones. Mentira. Una paz mal hecha puede ser una catástrofe. El Salvador y Guatemala hicieron tratados de paz. Es imposible que les vaya peor. Hoy son naciones inviables y más violentas que cuando estuvieron en guerra.

En la paz no se negocia el futuro de los ejércitos. Mentira. El tema de los ejércitos es el primero y fundamental de los acuerdos. El vencedor no permitirá que el vencido se rearme. Y lo primero que buscan los negociadores es debilitar el ejército del enemigo. Eso es, precisamente, lo que pasa en La Habana. Las Farc están pidiendo la reducción del Ejército. Su salida de puntos neurálgicos. El encarcelamiento de sus hombres. Los de nuestra cúpula militar no lo han entendido porque, dicho con todo respeto, no saben dónde están parados.

Hay que permitirles a las Farc que durante las conversaciones sigan la guerra. Mentira. Esa ha sido la peor claudicación de Santos: negociar en medio del terror. Reclutar niños, y sembrar minas, y atacar civiles y volar oleoductos, no son hechos de guerra. Son hechos atroces que nunca se debieron permitir.

Desmovilizadas, las Farc harán política en paz. Falso. Las Farc hacen política poniendo sus fusiles en el cuello de nuestros campesinos. No saben hacer otra cosa. No tienen ideología, ni mensaje, ni pretenden ganar espacios de opinión. Solo les interesan sus fabulosos negocios de droga, explotación de oro y contrabando de combustible. Nadie renunciará a ingresos que valen más de diez mil millones de dólares al año.

Las Farc entregarán las armas. Falso. Nunca lo han dicho. Al contrario, repiten mil veces que esa sería una humillación insoportable. Timochenko dijo que entregarán las armas cuando les entreguen el poder. ¿Cuándo ha rectificado?

En La Habana no se negocia la propiedad privada. Falso. Es la primera obsesión de las Farc, que Juanpa ya empezó a ejecutar. Nunca han dicho las Farc que renuncian a su credo socialista. Y este punto, que en materia agrícola llaman la destrucción del latifundio, no es negociable para ellas.

Nunca se llegó tan lejos en un proceso de paz. Falso. En La Habana no se ha discutido nada serio. Ni se aprobó nada significativo. Lo que se ha escrito son párrafos de lugares comunes y tonterías sin contenido. Las negociaciones no han empezado. Ni siquiera saben lo que van a discutir.

Las Farc indemnizarán a sus víctimas. Mentiras. No han reconocido un solo delito específico. Y mucho menos se han mostrado abiertas a reconocer víctimas y a indemnizarlas. Ese es un cuento del Gobierno, repetidamente desvirtuado por su contraparte.

En estas negociaciones se alcanzará la reconciliación de los colombianos. Falso. El país no puede dividirse por mitades entre las Farc y el resto. Las Farc no representan a nadie, ni son queridas, ni seguidas por nadie. Los colombianos estamos reconciliados hace tiempo. Tenemos diferencias serias en materia política y social. Pero aceptamos un Estado de Derecho que con mil defectos funciona. Los actos terroristas de las Farc nos causan repugnancia a todos los colombianos, sin excepción.

¿Hasta cuándo tendremos este circo?

Fecha de publicación original: 30 de junio 2014

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