Las diez plagas que están acabando con Cartagena de Indias

Las diez plagas que están acabando con Cartagena de Indias

Vendedores informales, precios desorbitados, restaurantes abusivos, taxistas descarados, el mugre y la miseria en el casco histórico la han vuelto imposible

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septiembre 02, 2022
Las diez plagas que están acabando con Cartagena de Indias

Dos turistas holandeses fallecidos a causa de una intoxicación o de la burundanga, ¿quién sabe? Un grupo de viajeros mexicanos estafados por un restaurante que les cobró casi 1.600 dólares por un almuerzo para cinco personas que cuando fueron a denunciarlo, cómo no, se encontraron con el CAI cerrado a cal y canto.

Numerosas denuncias de precios abusivos en varios establecimientos, restaurantes y bares. Los precios de los hoteles, muchos de ellos de dudosa calidad, por las nubes y ajenos a cualquier criterio de racionalidad.

A este estado de cosas, se le viene a unir la suciedad, la miseria y el abandono que reinan en casi toda la ciudad cuando uno abandona el pequeño centro histórico. Estas son, a mi modo de ver, las diez plagas que están acabando con Cartagena de Indias, La Heroica, y que si alguien no les pone coto acabarán arruinando definitivamente a la ciudad.

1. Los vendedores informales. No hay quien salga a la calle, y menos acercarse a una playa, sin que una manada de comerciantes informales te ofrezcan ostras, cremas, gorras, camisetas, viajes a las islas del Rosario, alojamiento y así hasta un sinfín de productos y ofertas. Algunos incluso, llevados por su afán por agradar a los turistas, te llegan a regalar una ostra para que la pruebes y luego pretenden cobrarte 20.000 pesos por la atención de las peores de las maneras. Pobre del que no abone la ostra, que Dios le coja confesado.

2. Los precios desorbitados. La última vez que fui a Cartagena me juré que no volvería y seguramente no lo volveré a hacer en toda mi vida. Todos los días y a todas horas se las pasa uno discutiendo con los meseros por las cuentas que te presentan cuando termina el servicio. Aparte de que siempre incluyen de una forma ilegal el servicio, que por lo general supera el 10% aceptado, se puede llegar a pagar hasta veinte dólares (casi 100.000 pesos) por un cuartillo de ron o de aguardiente y por una cerveza local hasta casi cuatro dólares (15.000 pesos). No hay bolsillo que pueda con estos precios, ni paciencia que aguante tanta estafa.

3. Los restaurantes prohibitivos y abusivos. Si van a Cartagena, mejor preparen unos emparedados o lleven algo para comer que intentar ir a un restaurante. Por lo general, una comida tipo medio suele costar en esta ciudad unos veinticinco dólares por persona y no es fácil, como ocurre en Bogotá, encontrar menús asequibles para todos los bolsillos. Del vino, mejor ni hablar, es imposible encontrar en uno establecimiento de comidas esta bebida por menos de 25 dólares (unos 110.000 pesos) y luego la mayoría no tienen cervezas locales y te ofrecen esas artesanales a precios desorbitados para sablearte mejor.

4. El tedio cartagenero, la falta de vida cultural. Luego, para ser una ciudad turística, Cartagena de Indias ofrece una oferta cultural paupérrima y muy poco que ver. Cuenta con pocos museos de calidad, apenas se realizan conciertos y actuaciones artísticas de calidad y muy pocas veces, por no decir nunca, se realizan exposiciones pictóricas o fotográficas. Sus instituciones, tanto a nivel local como departamental, carecen de ideas y proyectos para dinamizar su vida cultural y una vez que has visto el casco histórico, colorín colorado este cuento se ha acabado y la ciudad no da para mucho más que echar unos tragos.

5. El turismo mal entendido. El éxito de los grandes destinos turísticos, como España, Francia y Estados Unidos, es que la gente que visita tus ciudades repita y vuelva, que se haga también embajador de tu país y hablen bien del mismo cuando regresan a casa. Si tú machacas a los turistas con precios abusivos, ofreces poca o nula actividad cultural y encima el marco de seguridad pública es bajo o nulo, entonces, con toda seguridad, los turistas no volverán a visitar ese destino en su vida. El modelo turístico de Cartagena es un absoluto fracaso, faltan ideas y proyectos.

6. Los taxistas. Un amigo mío dice que los taxistas son una nacionalidad y que repiten el mismo comportamiento en todas partes del mundo. Puede que esa aseveración sea discutible, pero eso no justifica que, a un turista, por el simple hecho de serlo, se le tenga que cobrar un precio abusivo por un trayecto que a un local le podría costar la mitad de precio. Habría que impulsar, desde los poderes públicos, una nueva cultura pedagógica y cívica para que los taxistas de Cartagena consideren a los turistas como una fuente que genera riqueza y prosperidad para la ciudad y que el turismo debe ser tratado de la misma forma e incluso mejor que a los locales.

7. La falta de tranquilidad. Es imposible salir a pasear por las calles de Cartagena, por no hablar de las playas, sin que alguien no te acose, te ofrezca algo o te quiera vender algo. Ese acoso permanente al turista o al extranjero hace imposible encontrar la tranquilidad y el sosiego en esta urbe repleta de vendedores, pelmazos profesionales y ofrecedores de todo tipo de servicios inimaginables.

8. Las masajistas de las playas. Ir a la playa sin que una tropa de masajistas te ofrezca sus servicios es una tarea casi imposible. Luego, cuando ya te has deshecho de las masajistas y sus cremas y aceites, aparecen los tipos que te ofrecen las carpas, las bebidas, las cremas y las sillas, en una verdadera romería sin piedad en la que lo último que deseas es darte un baño, sino en cómo escapar de semejante acoso y ponerte lo más pronto posible a salvo de tan insoportable suplicio.

9. El ruido. Aparte de esa ausencia de tranquilidad y el acoso permanente al turista, que es el bien más preciado para esta ciudad, debería haber normativa local que regule el volumen en los locales, bares y restaurantes y el horario acerca de los mismos. A todo el mundo le gusta escuchar música, pero de ahí a tener que soportar la estridencia costeña a todas horas y sin límites ni horario, hay una gran diferencia. La banda sonora de Cartagena es una auténtica barahúnda interminable, fastidiosa y descontrolada. El ruido arrítmico y tedioso no facilita ni el descanso ni da placer a nadie. ¡Bajen el volumen, please!

10. La suciedad, las infraviviendas y la miseria fuera del casco histórico. Cartagena de Indias tiene graves y acuciantes problemas sociales que resolver, fruto de los mismos son la miseria y las infraviviendas que afloran en todas partes cuando uno abandona el casco histórico o el centro de la ciudad. Miles de niños, abandonados y sin escolarizar, deambulan por la ciudad mendigando o intentando vender sus escasas mercancías. Mientras que en unas pocas calles reina el lujo, el buen diseño y los restaurantes para el turismo de lujo que se puede permitir pagar por un plato un dineral, en las afueras de la ciudad y no muy lejos de ese decorado de cartón piedra podemos ver la pobreza en su forma más cruda y lacerante, casi insultante a los ojos de cualquier visitante con algo de sensibilidad social. Si uno se asoma desde el cerro de la Popa, uno de los principales atractivos de la ciudad, podremos observar miles de casuchas e infraviviendas construidas a base de tablas y láminas de zinc rodeando la zona noble o rica de la ciudad. Ya por el camino a la Popa, si uno observa con detenimiento, hay centenares de ese tipo de viviendas, por lo general ilegales, construidas por esa gran mayoría social excluida de esa Cartagena gomela, ajena a la realidad y supuestamente refinada.

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