Las cómicas mariposas amarillas de Gabo

Las cómicas mariposas amarillas de Gabo

En la semana que comienza, llega volando una mariposa más, al mariposario con que se engalanarán la mayoría de las librerías del mundo con las obras de "Gabo"

Por: Alfonso Acosta Caparros
mayo 02, 2017
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Las cómicas mariposas amarillas de Gabo

Es la novela gráfica y biográfica sobre Gabriel García Márquez: “Memorias de una vida mágica”. Novedosa por el formato, entretenida y deliciosa por el contenido diferente y económica por el precio. Ecuación que desde ya le garantiza alfombra roja en la Feria Internacional del Libro de Bogotá; "Filbo".

La creativa obra, ilustra en todo el sentido de la palabra, porque se apoya en ilustraciones, en dibujos, tipo "comic", como los cuentos que leíamos de El fantasma de Lee Falk, o Buck Rogers, Dick Tracy, El Llanero solitario o Batman, para acompañar las palabras que casi siempre lucían huérfanas en otras aburridas biografías sobre "Gabo"; acompañadas por también, casi siempre las mismas fotos.

El proyecto fue concebido por el editor bogotano John Naranjo, quien con su esposa Carolina Rey, convocaron en 2011 a cuatro ilustradores: Miguel Bustos, Tatiana Córdoba, Felipe Camargo y Julián Naranjo, los 4 lápices encargados de acompañar con dibujos, las palabras del escritor Oscar Pantoja, sobre quién y cómo fue Gabriel García Márquez.

Y por la forma como lo describió a toda página, en su entrevista en el Tiempo, se le augura al editor Naranjo, que su obra ,como su apellido, va a dar frutos jugosos y dulces; porque ya cuenta con agente literario en China, y será editado es España, y están por definir,- al mejor postor- las editoriales en Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, solo para empezar…

Esta "cómica " biografía, es una forma diferente y entretenida de recorrer, pasando las 186 páginas, por la niñez, la juventud difícil en varios países de García Márquez, cuando al fín empezó a cuajar como escritor, y luego el doloroso parto de "Cien años de soledad" en México, hermosa obra que una vez nacida y crecidita, fue tan solicitada por los más distinguidos pretendientes literarios, que lo obligó finalmente a vestir un blanco Liki-liki - traje de gala del caribe colombiano,- para recibir del Rey Gustavo Adolfo, vestido él, en solemne frac imperial, el premio Nobel de literatura por ella. Por su novela. Por la niña de su ojos. Por Soledad.

Y recibió la reluciente medalla redonda de oro en caja cuadrada de seda blanca, en una vaporosa ceremonia plena de gala y de invitados, tal vez con cierta resignación, tristeza y alegría al mismo tiempo. Como aquel padre que recibe el beso amoroso y agradecido de su hija en la iglesia, en el justo momento en que ya no es más solo de él, y ella pasa a pertenecer a otras personas.

Mientras tanto, no dejaba de ser cómico también escuchar en ese momento cuando sonaban simultáneamente los acordes marciales y triunfales de la sobria música imperial cuyas notas auríferas se estrellaban en el aire con las notas multicolores y desordenadas de una papayera, con bombo, platillo y a todo timbal.

Debe ser, muy cómico también, ver las mariposas amarillas revoloteando por entre las páginas de esta singular biografía, pasando sus páginas, posándose en un letra, volando de una tilde, hacia una coma, aunque la novela no trata sobre la otra novela premiada en Estocolmo, trata sobre aquel bohemio, flaco y fumador escritor, en cuya prodigiosa cabeza volaron ellas por primera vez, de una forma tan mágica, como si jamás hubiesen volado en ninguna otra parte.

Y también debe resultar muy cómico, ver el monacho de "Gabo", - apócope conque lo bautizó Eduardo Zalamea Borda, subdirector del diario El Espectador -, donde el lápiz zigzagueo varias veces su bigote, y ver a Aracataca, con 20 casitas de barro a la orilla de un cristalino río con piedras grandes y pulidas como huevos prehistóricos, iglesia y caballitos, como los dibujos hechos en una servilleta, por una persona que le da a otra que no sabe leer, en vez de una dirección, el plano de ubicación de la misma, para que la identifique y no se pierda.

Mire: aquí queda la iglesia, luego pasa, esta casa de pared azul y aquí está la que le sigue, que tiene un balconcito con matas y florecitas así, como estrellitas… ¡esa es la casa que busca!.

Porque según el mismo "Gabo", en aquel entonces, muchas cosas no tenían nombre y había que señalarlas con el dedo para definirlas.

Mi humilde reconocimiento a los autores de esta biografía realizada en forma tan elemental y original para capturar la imaginación de las nuevas generaciones, para que lean a Gabo, así sea en un e-book, porque estos nativos digitales hoy casi no pueden despegar los ojos de una pantalla.

Pero sus palabras siguen siendo las mismas. Impresas en una hoja de papiro amarillenta o flotando el la luminiscencia de una pantalla. Aquí lo importante no es el medio, lo importante es el mensaje.

Esa es la realidad. La mágica realidad.

Es el realismo mágico sobre un hombre que a veces resulta ser tan esquivo y tan buen torero con las entrevistas que le han querido hacer, evitando magistralmente con el capote de la privacidad, cualquier ejemplar de mucha casta del mundo periodístico, por robusto y bravo que sea.

Muy pocos saben de cerca su legítima biografía. Él decía que había que "Vivir para contarla". Pero vivió 87 años en casi una decena de países y hasta para su propia memoria fue difícil seguirle el paso marcado a cada día de su vida.

Se refugió en un cómodo ostracismo como una tibia cobija, con la que se cubrió cuando se supo enfermo de un cáncer que finalmente lo invitó a estar donde hoy están Melquíades o la bella Remedios. Y que acentúa el interés por conocer, desde otra perspectiva, la vida del hombre que describía metafóricamente el trueno de las tres de la tarde, como el sonido de un derrumbe de grandes piedras pesadas que de pronto caían en un largo golpe.

Es el poder que tenía "Gabo", de convertir la magia en realidad, hasta el punto que cuando usted, por más que esté acompañado de muchas personas, y mira sólo por un segundo a una simple mariposa amarilla, revoloteando en el aire, sentirá de alguna forma, Cien años de soledad.

Alfonso Acosta Caparrós

Por: Alfonso Acosta Caparros/

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