Las claves del presente de Colombia

Las claves del presente de Colombia

El más reciente libro de Gustavo Duncan '¿Para dónde va Colombia?' es una oportunidad para ponderar el rumbo del Gobierno de Petro, luego de poco más de un semestre

Por: DAVID NAVARRO MEJIA/ NEVIS BALANTA CASTILLA
marzo 28, 2023
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Las claves del presente de Colombia

El más reciente libro de Gustavo Duncan, ¿Para dónde va Colombia?, es una feliz oportunidad para ponderar el rumbo que está tomando el Gobierno de Petro, luego de poco más de un semestre en el que, en líneas generales, el Gobierno mostró notas buenas.

Si bien uno de los temas de que se ocupa el texto de Duncan es el de la campaña electoral del pasado año y valora que una de las llaves para que Petro llegara a la presidencia estaba en “expandir su liderazgo hacia sectores menos radicales, de modo que le quitara audiencia a potenciales candidatos del centro político” (2022, p.77), lo cierto es que en la actual coyuntura cobran más relevancia los otros asuntos que aborda el libro: la tensión entre democracia y populismo que el autor advierte en Petro; el saldo que deja para el país la visión de las élites que hasta fecha reciente gobernaron y de cuyas realizaciones se pone de presente la tensión por disminuir la pobreza sin atacar o subestimando los problemas de desigualdad social que se expandían por doquier. Pero también, la tensión entre una sociedad preñada a causa del conflicto armado que cerró parcialmente, sin que a la vista la agenda del posconflicto desde 2016 resulte despejada.

Es en este marco que el autor aventura el análisis de la coyuntura del país para comprender las tendencias y rutas posibles que se pueden esperar respecto al Gobierno de Petro. Un asunto que, a fecha de hoy, ha tomado una gran trascendencia, dado que el gobierno actual comenzó a mostrar en su segundo semestre de gestión una agenda de reformas con más alcance que el de la agenda agraria, tributaria y de igualdad que ocupara su atención durante su primer semestre de administración.

El texto que comentamos resulta relevante en la medida que muestra un perfil de lo que puede comprenderse sobre los caminos a tomar por el actual presidente de Colombia. De su introducción destacamos dos observaciones claves: una, que “Petro surgió como un líder con una agenda propia marcada por un discurso populista, más allá de la oposición a Uribe” y dos, que “Petro ha propuesto un modelo de gobierno en que el papel del Estado en la economía y la sociedad va a incrementarse” (p.20). Es decir, que su gobierno tiene o puede tener dos premisas con las cuales la sociedad y la clase política y económica deberá plantear su juego político.

Llama la atención que Duncan, un estudioso y analista consumado de la política y el conflicto armado que la ha acompañado durante varias décadas, advierta de las bondades de la institucionalidad y los logros de la clase política colombiana en varias décadas, pese a la evidente evolución que en los lustros recientes la pusieron en un maridaje con los grupos paramilitares, el crimen organizado y la consiguiente corrupción que generaron como correlato de la derrota parcial de la insurgencia para mejorar la gobernabilidad y estabilidad del país.

Y en verdad esa afirmación tiene sustento: “De alguna manera, -dice Duncan- la visión ortodoxa de los tecnócratas ha funcionado en las últimas décadas; Colombia ha gozado de un crecimiento que, sin ser sobresaliente, ha sido sostenido. Este crecimiento ha aliviado la pobreza, aunque no ha tenido mayores efectos en la reducción de la desigualdad. Colombia continúa siendo un país muy desigual comparado con el resto del mundo” (p. 164). Vale decir, entonces, que no habríamos tenido, (se escucha en sordina aun por estos días) tan mala clase dirigente como piensa y percibe una buena parte de la sociedad.

El problema de esta visión de Duncan, como la de muchos de los integrantes de la élite comprometida con esa visión, es que siempre minimizan u ocultan los costos en vidas humanas que traduce esta democracia reticente que ha tenido el país, una democracia que viene supurando sangre por décadas, sin que a esa tragedia, la élite dirigente le haya puesto el carácter y el coraje suficiente para decir ¡basta ya! Desde luego, hoy se sabe también que una parte de ella, derivó de allí su relato de permanencia en el gobierno y el poder del Estado. De hecho, el autor fija el nacimiento de lo que llama el capitalismo político que impera en Colombia, en esa simbiosis trágica entre violentos, políticos profesionales y corrupción, una tesis que resulta interesante para el escenario político electoral de los próximos años.

Duncan valora también que, si bien los Acuerdos con las Farc se firmaron, siempre hubo reservas por el uso político de ellos, o por la falta de consenso sobre las concesiones que se le hicieran. En su opinión, la violencia ha seguido también porque dos factores se mantienen en pie: “El primer factor es la oportunidad de acceso al poder a través de la criminalidad de la que disponen los jóvenes en sociedades periféricas y marginales” (…) El segundo factor está dado por el papel que cumple el narcotráfico en el proceso de inclusión en los mercados de sociedades periféricas” (pp. 221-23). Dos factores que cobran relevancia en la agenda actual del gobierno, cuando se plantea una regulación de sometimiento para las estructuras criminales que cubren la geografía nacional, las cuales  han configurado un orden social y político en muchos territorios a punta de fuego, narcotráfico, extorsión y minería ilegal, entre otras actividades ilícitas.

Un elemento del que se hace eco el ensayo de Duncan es la descalificación que frecuentemente buena parte de la dirigencia del establecimiento político le arroja a Petro: su supuesto carácter de político populista y la deriva que esta condición podría representar como amenaza para la democracia colombiana. La verdad es que sorprende un tanto esa acusación y la credibilidad que muchos le otorgan, porque ignora incluso el origen de la insurgencia en donde militara el hoy presidente: una de sus vertientes fue populista, pero muchas de sus acciones también lo eran (secuestrar camiones con carga de leche y repartirla a la gente). Pero también porque subestima el populismo como estrategia que logra respaldos electorales y formas de gobernar (Casullo, 2019). ¿Le genera eso alergias a muchos de la élite? Parece que sí, y es comprensible dado su clasismo exacerbado de los últimos años. Lo curioso es que a esa misma élite no le disgustó el populismo de Uribe por dos décadas. Es decir, lo que le da urticaria es el populismo de izquierda, porque el de derechas le parece estupendo. Petro además ha dado muestras de jugar con las reglas de la democracia, lo cual califica las críticas a sus probables ímpetus autoritarios, más como una estrategia para minar su gobernabilidad, que como un rasgo natural del Presidente.

En cualquier caso, el libro de Duncan constituye una lectura oportuna en la coyuntura del presente para tener mejores elementos de juicio sobre lo que puede ser el horizonte inmediato del gobierno de Petro y de Colombia. Un ensayo que reúne el rigor del académico, con la agilidad y la comprensión del lenguaje periodístico. En suma, una lectura situada para los analistas del presente.

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